Artículo de Antonio Barreda
Desde la llegada del trifachito
el Boja está vacío. Ese boletín que se había convertido en un libro de historia
de la Junta de Andalucía desde su creación ha sido desangrado por el nuevo
gobierno andaluz. En el Boja venía todo. El Boja lo era todo. Era una
radiografía transparente de lo que la administración de la Junta en su conjunto
hacía y deshacía. Era un compendio de contenidos infinitos. Era el maná donde
todos acudían a comer y a beber. Allí estaba desde una subvención al desarrollo
de una Ley. El Boja regía el destino de todos y cada uno de los andaluces. Todo
lo que no aparecía en él no existía. Así, además, se había convertido en el
nodo de los andaluces y había que pasar por caja para poder publicar, o para
poder suscribirse.
Cuánto echamos de menos esas
colecciones de Bojas con suplementos incluidos, Boja uno de dos, Boja dos de
tres. Eran libros de texto del comienzo de la Junta. También se echa de menos
esas ediciones en papel que se hacían en la calle Jesús de la Vera Cruz en el
centro de Sevilla con la colaboración imprescindible de la imprenta Tecnografic
y sus trabajadores. Eran ediciones de pago. Limitadas. La búsqueda se esos
bojas era como encontrar un incunable. Entrabas en la alta edad media de la
Junta de Andalucía. Y había que ir a las librerías donde se vendían. A mí me
tocaba ir a la librería Céfiro a comprarlo en mis jóvenes años de aquella
inolvidable Agencia de Medio Ambiente.
Ni había internet, ni móviles,
ni hipercomunicación. Tan solo había la galaxia de Gutenberg, allí nos criamos
toda mi generación, en ese ejército de
letras de plomo que invadían de tinta un papel. Eso es en esencia lo que era el
Boletín. Un conjunto de caracteres impresos que daba forma a decretos, a
órdenes, a nombramientos, a oposiciones, a lo que de verdad regía la vida y
milagros del pueblo andaluz. Las tomas de posesiones se contabilizaban desde tu
nombramiento publicado. Antes no eras nada, no existías. Nadie era nadie si no
aparecía impreso en sus páginas.
Con los años el Boja fue
cambiando, adaptándose a la historia y al momento político de Andalucía. Se
marchó del centro de Sevilla más allá de Bellavista, y se hizo casi vecino del
centro Blanco White de la Diputación de Sevilla, y allí se despersonalizó, se
hizo otro. Se transformó en otra cosa.
En medio, en aquellos locos años 90, la vida me puso en el palacio de
Monsalves, cuando estaba liberado y representaba al personal laboral de la
Junta en su conjunto, a negociar con el Secretario General Técnico de
Zarrías la creación de la RPT del Boja,
que se hizo por concurso público, siguiendo las proclamas inscritas del
Convenio Colectivo para el personal laboral.
Hasta el más allá había que ir
ahora para colocar las inserciones del Boja. Allí, en esa nave, había perdido
ya todo el glamour de aquellas primaveras esplendorosas en el centro de
Sevilla. Ahora tenía sabor metálico, ecléctico, de algo que había perdido los
apellidos y solo conservaba el nombre. Cambió letras y cambió diseño, pero el
alma continuaba siendo pura. Era el manantial donde nacían todos los ríos de la
Junta de Andalucía. Las vidas de toda la región estaban condensadas en sus
páginas en blanco y negro.
La llegada de internet sometió
al Boja. Se hizo eterno y universal. Dejó de ser de pago y se hizo del pueblo.
Todos podían leer ahora en su móvil las disposiciones que traía tatuadas sobre
su piel. Toda la galaxia de Gutenberg en edición digital de bolsillo. Todas las
yemas de los dedos posándose sobre las leyes, los decretos y las órdenes. Se interactuaba ahora con las páginas.
Incluso se podía descargar sin pasar ya por caja. El conocimiento compartido
para todos. Ya no hacía falta ser del primer estado para conocer, para saber.
Se había socializado, se había hecho pueblo y ciudadano a la vez. Empezó a dejar
de ser impreso para estar dentro de la red, para quedarse solo en letras de una
fría pantalla.
Y empezó entonces su vaciado.
Empezó a estar a dieta, a adelgazar de páginas y de contenido. Se hizo mayor
con talla XS. Es cuando aparecieron nuevas formas, como resúmenes de decretos y
órdenes. Cuando se quitaron de sus páginas todos los nombres. Ahora ya no había
que aparecer allí para ser algo, para ser alguien. Los tablones digitales de
las Consejerías empezaron a arrancarle la piel a tiras. Hasta allí conducían
ahora muchas de las páginas del Boja. Ya no citaba vidas ni DNI, ya no contenía
listados eternos como cúmulos enormes, ahora estaba siendo desocupado y
desamueblado, arrancándole hoja tras hoja, mientras empezaba a dejar de publicar las licitaciones que
pasaban ahora a esa plataforma de contratación.
Es muy lamentable que se haya llegado ha este punto. Gracias por tu artículo Antonio Barreda
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