Artículo de Luis Escribano
A raíz de la noticia publicada en
los medios de comunicación sobre la intervención quirúrgica del Rey emérito, D.
Juan Carlos de Borbón, se ha suscitado un debate en las redes sociales sobre la
Sanidad en España: si debe ser privada o pública, si es mejor una que la otra, si
cada español debe ser libre de elegir lo que desee y que lo pague el Estado, si
los que reciben sus retribuciones del erario público deben estar protegidos
exclusivamente por la Sanidad pública o tener la opción de elegir, si las
habitaciones individuales están generalizadas en la privada y en la pública son
compartidas, así como otras cuestiones al gusto de cada usuario.
La Sanidad no constituye un tema
simple o baladí que pueda tratarse en un solo artículo, pero sí quisiera apuntar
algunas cuestiones esenciales que suelen marginarse con suma facilidad en esta
clase de debates.
La salud, un asunto de Estado.
La salud, muy vinculada a la esperanza
de vida, es un derecho básico, y al afectar a todos los españoles sin excepción, debería considerarse siempre
un asunto de Estado, como la
Educación.
Sin embargo, la Sanidad pública se
utiliza arteramente en nuestra partidocracia como instrumento de corrupción en demasiadas ocasiones (nepotismo,
prevaricación, fraude en las contrataciones, malversación de caudales públicos,
etc.), y como arma arrojadiza de los
partidos políticos que lanzan a sus adversarios para sus intereses particulares
(es evidente que, pudiéndolo hacer, nada hacen para evitar la corrupción y
mejorar su gestión). Como consecuencia, la someten a numerosos vaivenes y es
tratada con la profundidad y unanimidad que merecemos los españoles. Nadie se
preocupa por otorgar la necesaria calidad y estabilidad en el tiempo a los
servicios que presta o debería prestar la Sanidad pública.
La Sanidad en España es un gran
negocio que maneja miles de millones. No afecta sólo a los centros sanitarios y
su gestión, sino a todo el entramado que gira a su alrededor de empresas proveedoras.
Según un informe de la Fundación IDIS
sobre la situación en España en 2019, el gasto sanitario en España se sitúa en el
9,0% del PIB en 2016, por detrás de los principales países de nuestro entorno como
Francia (11,5%), Alemania (11,1%) o Reino Unido (9,8%). Y aunque el gasto de la Sanidad pública alcanzó en
2016 los 71.477 millones de euros (supone
el 71,2% del gasto sanitario total), el peso
del gasto sanitario privado sobre el gasto sanitario total en España es muy elevado (28,8%), posicionándose por encima de la media de la
OCDE (26,5%) y de los principales países
de nuestro entorno como Holanda (19,0%), Francia (17,1%) o Alemania (15,4%).
Pero de ese gasto público en 2016,
además un 11,2% se destina a la financiación de provisión privada a través de conciertos,
y que según las estimaciones realizadas para el citado Informe, se concluye que
el gasto sanitario total en provisión privada asciende al 3,3% del PIB en 2016,
lo que supone un gasto aproximado de 36.308
millones de euros. Por orden de gasto en conciertos, de mayor a menor, se
sitúa en primer lugar Cataluña, seguida de Madrid, Andalucía y la Comunidad Valenciana.
Además, dice el Informe que “el sector hospitalario privado cuenta con un
total de 460 hospitales en España (los complejos hospitalarios se
contabilizan como uno), que representan
el 58% del total de los centros hospitalarios de nuestro país, con una dotación
de 51.373 camas, que suponen el 32% del total de camas existentes”.
Por otro lado, manifiesta
igualmente que “en relación con el mercado hospitalario privado no benéfico,
éste ha alcanzado los 6.405 millones de euros en 2017, lo que supone un incremento
del 3,7% respecto al año anterior y una tasa de crecimiento anual compuesto (CAGR)
del 4,0% en el periodo 2013-2017. Por segmentos de demanda, los convenios con las compañías aseguradoras
representan el 63% del mercado, seguidos de los conciertos públicos (25%), los pacientes
privados puros (10%) y de otros conceptos como, por ejemplo, la restauración y el parking, que suponen el 2% de la facturación”.
En España todo apunta a que se está favoreciendo desde los Gobiernos el
negocio de la Sanidad privada. ¿Cómo?
Si observan los datos, la Sanidad
privada no deja de crecer, especialmente debido a la huida que está provocando
la deficiente gestión de la Sanidad pública. El punto débil de esta última es,
sin duda, esa nefasta gestión que el
régimen partidocrático español está amparando. Algunos dirán que no
entienden la relación que pueda existir entre una cosa y la otra, o defenderán que no existe ningún vínculo,
cuando todo apunta a lo contrario: a
ningún partido político le interesa perder poder sobre los gestores y
profesionales sanitarios, o sobre las contrataciones,
conciertos sanitarios y demás
aspectos de la gestión que facilitan la corrupción.
Los partidos políticos mantienen
en la Sanidad pública modelos de
organización, de sistemas de
selección de personal y provisión de
puestos, y sistemas de retribuciones
que facilitan los nombramientos “digitales” en los centros sanitarios (nepotismo), así como el declive de la
calidad asistencial. Han creado un régimen de contrataciones de productos
(medicamentos, equipamiento, instrumental, etc.) y de recursos humanos que
facilita el acoso laboral o el ninguneo en la organización sanitaria a
quien no siga las consignas en defensa de los intereses particulares del
partido de turno (en vez de los intereses de los pacientes), así como el control
partidista de la gestión que derivan en numerosos casos de corrupción.
Tengan en cuenta que, en nuestro régimen partidocrático, los
Diputados de los Parlamentos que están en las Comisiones de Salud, el Ministro
de Sanidad, los Consejeros, Viceconsejeros y Directores Generales de las
Consejerías de Salud o Sanidad, muchos cargos públicos de Centros sanitarios,
etc., se deben a las consignas
interesadas del partido político que los coloca, no a los ciudadanos que
carecen de control efectivo sobre los poderes públicos. Si no logramos reducir este déficit democrático, poco o nada podremos
solucionar en la gestión pública.
Ya conocen el dicho popular: “a río revuelto, ganancia de pescadores”,
y una deficiente gestión pública revuelve mucho las aguas. Quien no sepa ver
este problema es que no conoce el funcionamiento de los Gobiernos y las
Administraciones sanitarias, estatal y autonómicas, lo cual es extrapolable a
otras Administraciones sectoriales.
¿Sanidad pública o/y privada?
Pontificar la Sanidad privada y
demonizar la pública en base a suponer que “lo
privado es siempre mejor que lo público” es una falacia de manual, que se
produce cuando la proposición que debe ser probada se incluye implícita o
explícitamente entre las premisas. Partir de ideas preconcebidas siempre nos
lleva a debates estériles.
La Sanidad pública puede funcionar mejor que la privada por varios
motivos: entre otros, porque puede contar con una organización extendida en el
territorio y con los recursos necesarios para conseguirlo sin preocuparle el ánimo de lucro. Sus actuales problemas de
gestión pueden resolverse si los
ciudadanos tuvieran la voluntad de hacerlo y asumieran su responsabilidad,
especialmente los profesionales sanitarios, porque la solución nunca podrá
llegar de la mano de los que son parte del problema (los partidos políticos). Y
cuesta mucho entender a aquellos que proponen como solución a esa más que
deficiente gestión el simple cambio del modelo de Sanidad pública por el de
Sanidad privada, sin tener en cuenta los muchos inconvenientes.
Esta “solución” me recuerda al chiste del guardia civil (lo siento por
su parte macabra, y todos mis respetos al Cuerpo de la Guardia Civil) que va
escribiendo la descripción de un accidente de tráfico para el atestado, según lo
que le va relatando su sargento de la patrulla: - “Marcas de freno en el lado izquierdo de la calzada, de unos 8 metros
de longitud”, dice el sargento, y toma nota el guardia civil; - “coche tumbado en la calzada”, sigue
anotando el guardia civil; - “conductor
fallecido atrapado en su asiento”; - “cuerpo
de acompañante en el arcén...”; y el guardia civil interrumpe al sargento y
le pregunta: “Mi sargento, ¿arcén se escribe con hache y sin hache?”; y el
sargento, empujando el cuerpo a la cuneta, le contesta: - “Cuerpo del acompañante en la cuneta”.
“Expulsar a la cuneta” a la Sanidad pública porque su gestión es
nefasta es la salida fácil de cualquier ignorante, incompetente, miedoso o
fanático de sus prejuicios. Los
problemas se solucionan en su origen, eliminando
las causas que lo producen. Por este motivo he introducido también el
término “miedoso”, porque pocos españoles están dispuestos a luchar por la
eliminación de esas causas persistentes debido a los inconvenientes que les
puede crear el poner en evidencia a los cargos públicos y, en algunos casos, porque
esperan obtener algún favor futuro del partido político de turno. Y entre esos
españoles, llama la atención poderosamente la desunión existente en la mayoría
de los profesionales sanitarios que deberían luchar por los pacientes, como el
resto de funcionarios por los administrados.
En España conviven hoy tanto la
Sanidad pública como la privada. Es lógico que exista esta última desde el
momento en que la cartera de servicios de la pública no abarca todo el mapa de
asistencia sanitaria (por ejemplo, la asistencia dental no está cubierta en
muchos casos), cubriendo ese hueco la privada. Y si la Sanidad pública no
abarca todos los servicios, es necesario remarcar la falsedad del discurso de
la universalidad
de la Sanidad pública, como también el de la gratuidad, pues bien la
pagamos todos los contribuyentes con nuestros tributos y con el copago
farmacéutico, sin contar que cada uno se paga lo que no cubre la pública.
Entre la Sanidad pública y privada existen diferencias sustanciales,
que todos deberíamos tener en cuenta a la hora de debatir sobre el modelo de
Sanidad que preferimos elegir en España. A mi juicio, en ningún caso deberíamos
prescindir de la Sanidad pública -bien gestionada-, por muchos motivos, algunos
de los cuales se exponen en el presente artículo.
España contaba con 8,5 millones de asegurados (Seguro de salud, enero-septiembre 2018), incluyendo la asistencia
sanitaria (sin mutualismo administrativo) y el reembolso de gastos, según datos
del ICEA -Investigación Cooperativa entre Entidades Aseguradoras-. En 2018 se han superado los 10,3 millones
de asegurados, lo que supone un incremento del 4,3% respecto a 2017. Por
tipología, el 75% de los asegurados corresponden a asistencia sanitaria, el 18%
a mutualismo administrativo y el 7% restante a reembolso de gastos.
En el sector público, gran parte del personal se somete a la
protección sanitaria derivada del Régimen General de la Seguridad Social,
mientras que hay otra parte sometida a un régimen de mutualidades administrativas
que aún perduran (MUFACE, ISFAS, MUGEJU) con particularidades en su régimen
jurídico propio (a veces afecta negativamente a su mutualistas, como ocurre con
el copago farmacéutico de los
discapacitados en el ISFAS), pudiendo elegir en el caso de las mutuas entre
el citado Régimen General o una de las aseguradoras privadas que tengan
concertada la asistencia sanitaria con ella. Obviamente, cada empleado público
podrá también asegurar determinadas prestaciones con compañías privadas, si los
ingresos y gastos obligatorios de la unidad familiar se lo permiten, o si su
Colegio Oficial -en su caso- cubre asistencia sanitaria con aseguradoras
privadas.
En el sector privado, hay trabajadores sometidos al citado
Régimen General, y otros trabajadores sometidos a la protección de entidades
aseguradoras, como las compañías de seguros o mutualidades privadas.
Obviamente, además de esta protección, los trabajadores también pueden pagar
seguros privados por cuenta propia, en su caso.
Uno de los puntos más débiles de
los defensores de la Sanidad privada es que pocos usuarios tienen acceso a ella pagando directamente sus servicios,
pues resulta muy caro. Para facilitar en cierto modo ese acceso, se cuenta con las
coberturas que ofrecen las compañías de seguros, pero con primas menores de 150 euros mensuales, los servicios sanitarios cubiertos
no abarcan ni de lejos la cartera de servicios de la Sanidad pública.
Y esta es, nos guste o no, uno de
las cuestiones que refuerza la defensa de la Sanidad pública: por mucho que disminuyan los tributos, muchos
españoles no tendrían -ni tienen- recursos suficientes para pagar primas a
compañías de seguro, que además no cubren todos los servicios que cubre la
pública, y menos aún para pagar directamente las facturas en la Sanidad
privada. Por poner un ejemplo: los millones
de pensionistas de nuestro país. Y si la salud es un derecho básico de todos
los españoles, ¿cómo resolverlo?
Argumentos a favor de la Sanidad pública.
No hace mucho tuve la oportunidad
de hablar con un médico que trabaja en un centro sanitario privado, miembro de
la Junta Directiva de un Colegio Oficial de Médicos de Andalucía, y quedé
realmente sorprendido con el planteamiento que me hizo. Decía este médico que
para resolver los graves problemas de gestión que tenía la Sanidad pública, la
solución consistía en que los pacientes acudiéramos a la Sanidad privada, pagáramos
al centro que nos asistiera una vez finalizado el servicio, y luego la
Administración sanitaria desembolsaría al ciudadano lo que pagó previamente.
Este planteamiento me sorprendió en extremo, por variadas razones como las que
a continuación expondré, que revelan también las grandes diferencias entre la
Sanidad pública y privada:
- En la Sanidad privada, a los ciudadanos se les trata como “clientes” (las compañías de seguros y las sociedades sanitarias no dejan de ser empresas), no como “administrados” (así es en la pública), con unas diferencias y consecuencias de gran calado político, administrativo, judicial y social, entre otros.
- El ánimo de lucro de la empresa privada no favorece la prestación amplia de servicios sanitarios que necesitan mucha inversión o gasto corriente, especialmente de gasto farmacéutico. ¿Acaso los seguros sanitarios cubren los tratamientos con fármacos caros? Lean las exclusiones de sus contratos. Si la empresa perdiera dinero podría incluso despedir al personal y cerrar sus centros, en su caso (por ejemplo, en épocas de crisis económica). ¿Cómo se cubriría el hueco de prestaciones sanitarias dejado por esa o esas empresas privadas, si la pública acaba desmantelándose? Además, se corre el riesgo de la concentración de empresas del sector (es lo que está ocurriendo en el mercado) y su posible cartelización, en detrimento de la libre competencia y en perjuicio de los ciudadanos, como está ocurriendo en otros sectores económicos.
- Una inmensa mayoría de españoles no pueden desembolsar previamente el coste de numerosos servicios sanitarios que presta la Sanidad privada, como pretendía el citado médico en su planteamiento, porque somos muchos los que no tenemos recursos económicos suficientes para ello (¿acaso se pretenden aumentar los préstamos bancarios, endeudando aún más a las familias?), y bastante pagamos ya por aquellos servicios que ni siquiera cubre la Sanidad pública. Me pregunto en qué “burbuja social” aislada viven algunos en España para hacer este tipo de planteamientos sin tener en cuenta a tantos y tantos conciudadanos que no tienen recursos suficientes. A ello hay que añadir que pagar tributos continuamente (impuestos directos e indirectos, tasas y cánones) ya supone en España un nivel recaudatorio excesivamente elevado, como para añadir convertirnos en “financiadores” del Estado adelantando el dinero a las empresas privadas sanitarias.
- Si ya está probado que un mercado intervenido de los medicamentos, con sus compras centralizadas a nivel estatal -como las de otros productos sanitarios-, abaratan costes (las Administraciones sanitarias de las Comunidades Autónomas se están uniendo al Estado para efectuar compras centralizadas), ¿por qué se ve como solución pagar más por esos productos, descentralizando todas las compras en la Sanidad privada entre las distintas empresas sanitarias? ¿Acaso con esta medida se pretende aumentar el amplio margen de beneficio de las grandes compañías farmacéuticas y de otros sectores sanitarios a costa de los ciudadanos? Además, ¿cómo se resolvería el problema de los desabastecimientos de medicamentos que provocan algunos Laboratorios farmacéuticos “exóticos” que venden baratos sus productos, con controles de calidad ínfimos o inexistentes? ¿Acaso creen los defensores a ultranza de la Sanidad privada que las empresas comprarían siempre los fármacos mejores -más caros-, cuando su ánimo de lucro empuja a la empresa a comprarlos baratos, sin prestar demasiada atención a la calidad? Si la Sanidad pública compra estos medicamentos baratos e incentiva económicamente su prescripción por los médicos (¡menudos profesionales los que “se venden” por seguir las consignas partidistas de los incompetentes de turno en vez de luchar por sus pacientes!), la solución no pasa de nuevo por elegir la Sanidad privada (“empujón a la cuneta”), sino por luchar para acabar con las subastas de medicamentos y la incentivación de prescripciones de estos fármacos, como ocurre en Andalucía.
- Si una gran mayoría de españoles dejaran de usar la Sanidad pública y de defenderla, y utilizaran preferentemente la privada, la consecuencia lógica sería la disminución de la estructura organizativa de la pública (desmantelamiento de centros sanitarios y reducción de personal), de su presupuesto y su gasto (inversión y gasto corriente), incluidos el de los medicamentos. ¿Qué ocurrirá cuando esos españoles que prefirieron la Sanidad privada no dispongan de recursos económicos suficientes para pagarse los tratamientos con fármacos que no cubren esas empresas privadas (piensen en el gran coste de los tratamientos de quimioterapia o inmunoterapia, por ejemplo), prótesis, etc., acudieran a la Sanidad pública con sus recursos ya disminuidos, centros desmantelados y sin posibilidad real de atenderlos dignamente? ¿Es esto lo que se pretende para aquellos españoles que no tengan recursos económicos, a una Sanidad pública de “tercera división”?
- Si se eligiera el modelo de Sanidad privada en detrimento de la pública, ¿quién formará a los Médicos y Enfermeros que hoy se forman en los Hospitales públicos con las residencias, MIR y EIR, pagados con nuestros tributos? ¿Las empresas privadas invertirían en formar médicos que pueden irse después a otras empresas privadas o al extranjero, como está ocurriendo hoy, porque es el mercado el que manda? Por cierto, muchos años de retraso llevan esos partidos políticos (que inexplicablemente tanto adoran algunos españoles) en obligar por norma a los médicos y enfermeros residentes en centros sanitarios públicos a trabajar un número mínimo de años obligatorios en la Sanidad pública cuando finalizan la residencia, garantizando que ocuparán puestos en la Sanidad pública...¿o acaso vamos a seguir pagando los contribuyentes la formación de médicos para que se beneficien las empresas privadas contratándolos tras la formación pública? Debería adoptarse una medida similar a la de los pilotos del Ejército del Aire antes de pasarse a la aviación civil privada.
Después de estas reflexiones
generales, y muchas más que seguramente han quedado en el tintero, puedo
entender que cada uno sea libre para elegir lo que estime oportuno en su vida
(la libertad para mí es imprescindible), pero cuando se decida algo, es esencial conocer bien las consecuencias para
luego asumirlas (= responsabilidad).
Duden siempre del mantra tantas
veces repetido interesadamente de que “la
Sanidad privada es mucho mejor y barata que la pública”, porque no es tan
simple. Primero, porque “mejor y barata” en la misma frase no es lo habitual y
necesita ser demostrado en cada caso; y segundo, porque en la Sanidad privada
hay tan buenos y malos gestores y profesionales sanitarios como en la Sanidad
pública. He tenido la oportunidad de trabajar en la empresa privada, e incluso
de dirigir proyectos en la Administración que ejecutaban empresas privadas, y les
aseguro que es una gran mentira decir que en la empresa privada se trabaja
siempre mejor y con mejores resultados. No son pocos los conocidos que han ido
a una consulta o centro privado y se han quejado del poco tiempo que les
dedican porque tienen las consultas llenas, del trato recibido, de las pocas
pruebas diagnósticas realizadas o incluso de aspectos poco claros de algún
fallecimiento. El colapso también se produce en la privada cuando acuden
masivamente pacientes (y empieza a ocurrir), habitualmente no por una mala
gestión, sino debido a que la empresa privada no invierte más porque pierde
rentabilidad económica: dejan de ser tratados como “pacientes” para ser
tratados como “clientes”, y mientras más se atiendan en un día, más ganan las empresas
sanitarias y el médico.
Si algo puede conseguir una Sanidad pública bien gestionada (que
obviamente no interesa al régimen partidocrático) es abaratar costes y tener una calidad
excelente, lo cual no difícilmente puede conseguirse si las prestaciones
sanitarias quedaran en manos de la Sanidad privada -con ánimo de lucro-, donde
las compras se realizan por cada empresa de forma descentralizada, la
contratación de personal se haría en muchos casos en precario (con descontento
del personal que sufrirían los pacientes), los gastos en inversión se reducen
(disminuiría el número de centros sanitarios tendiendo a la concentración,
creando huecos en el territorio porque no sería rentable) y en la que el riesgo
de cartelización es muy elevado (concentración en pocas y grandes empresas),
entre otros aspectos negativos.
La Asociación “Justicia por la
Sanidad” que preside el médico Jesús Candel (Spiriman), se ha significado por su lucha por conseguir una Sanidad
pública digna en Andalucía, la cual extenderá a toda España
No se puede analizar de forma tan
simple el tema de la Sanidad como hacen algunos en las redes sociales. La Sanidad pública importa, y mucho. O nos
tomamos en serio este problema mayoritariamente, o me temo que lo lamentaremos
tarde o temprano, porque nos guste o no, queramos o no, acabaremos haciendo uso de ella, y nuestras familias también.
Habrá que centrar nuestras
exigencias a fin de que la Sanidad pública se dignifique: que cambien las
reglas del juego del sistema político (poner fin a la partidocracia, origen de
muchos de los problemas), que la gestión de sus recursos humanos sea excelente
(una de las principales causas de la deficiente gestión actual), que aumente la
cartera de servicios y cubra más enfermedades, que las listas de espera se
disminuyan y no se manipulen, que se eliminen los copagos en los fármacos, que no
haya fraudes en las contrataciones, etc. En definitiva, para que la Sanidad pública sea digna y plausible.
Si no actuamos en ese sentido, podríamos
estar limitando nuestra esperanza de vida. Si dejamos que la Sanidad privada
cubra todo aquello que puede cubrir -y muy bien- la Sanidad pública, ¿dejamos
que muchos españoles que no tienen recursos suficientes queden sin la cobertura
suficiente en la pública porque no pueden pagar las facturas de la Sanidad
privada? La solidaridad empieza pensando
en esas personas. Pero no sólo en ellos: piensen que cualquier día, con
motivo de un accidente de viaje en
cualquier lugar de España, usted -tenga el nivel económico que tenga- podría
ser atendido en el Hospital público más cercano y resulta que ha sido medio desmantelado
por el poco uso, o sus profesionales ya no son tan buenos como antes, o...; o
piense también que en la Sanidad privada, el tratamiento con fármacos es tan
caro que no se lo cubre su seguro privado...
Creo que el tema merece una reflexión
en profundidad, y es necesario que los ciudadano lo convirtamos en un asunto de
Estado, porque los partidos políticos no lo hacen ni lo harán; y también en un asunto particular,
por lo que nos pueda tocar como paciente en cualquier centro público del
territorio español.
Estupendo artículo.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo con todo lo expuesto por usted, he luchado asistiendo a manifestaciones en defensa de la Sanidad Pública, he cerrado hablando alto y claro, las políticas que usted describe perfectamente, las subastas de medicamentos a la Baja, los recortes en personal Sanitario, las consecuencias que todo esto supone, cerré la manifestación de Huelva + de 45.000 personas, con Paloma HERGUETA y Enrique MARÍN, el abrazo al H. Punta de Europa de Algeciras, por cierto es tercermundista, teniendo en cuenta que el Campo de Gibraltar tiene la Tasa de Mortalidad por Cáncer + elevada de España que más le puedo decir, tengo 72 años y estoy cansado de luchar, sin ver resultados y sigo luchando a mi manera.Soy un incondicional del Doctor Jesús CANDEL y de todos los que defendemos la Sanidad Pública. Muchas gracias amigo.
ResponderEliminarMás claro el agua pero también me invade el hastío que no quita que estaré en octubre en graná muchas gracias por su artículo que por cierto debería ser leído en los MMCC pero parece que no interesa o no interesa que interesa. Prefiero pensar eso a que esté país no tiene solución YEAHHH♥️
ResponderEliminarLos funcionarios y sus pensionistas, estamos en mas de un 80% afiliados a la sanidad privada. Esta sanidad solo es asistencial, es decir, no entra el gasto farmacéutico. Este lo pagamos entre el paciente, 30%, y la Mutua (ISFAS, MUFACE,...). No nos va mal, aunque reconocemos que, por ahora, la Pública tiene mas medios,los tiempos de espera so mayores. En la privada también existe la ventaja de que puedes ir a un especialista sin necesidad de que te mande el médico de cabecera, siendo los tiempos de espera también mas cortos que en la pública y no digamos cuando se trata de pruebas diagnósticas de cierta envergadura (Resonancias, TAC,....).
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