Artículo de Antonio Barreda
Desde hace ya mucho tiempo venimos
indicando que la libertad de expresión y los movimientos sociales están siendo
perseguidos en este país. A partir de la
sentencia de Susana Díaz contra Jesús Candel todo español que se precie debe ir
acompañado de un lingüista, de un filósofo y de un historiador para hablar de
la gestión de un político. El derecho de
opinión está hoy en grave peligro porque la intolerancia del político hacia la
crítica a su gestión se ha judicializado. Son los jueces los que deben decidir ahora
si la crítica es legal o no es legal, lo que repercute directamente en la
libertad propia del ser humano. Las multas en lo penal por ejercer la crítica son
puñaladas dadas a la figura inviolable de la libertad de expresión. Cuando un
sistema democrático persigue la denuncia y al denunciante con todos los medios
posibles a su alcance estamos totalmente indefensos los ciudadanos. Eso es lo
que está en juego hoy.
La persecución de Candel por el sistema
político alcanza ya límites que sobrepasan todas las escalas posibles. Ha sido
expedientado en el SAS, en el Colegio de Médicos de Granada y su crítica a la
gestión sanitaria judicializada. Y lo peor de todo es que la letrada de la
Junta de Andalucía en el juicio de Susana Díaz pidió su inhabilitación como
médico. Es decir, que no pudiera ejercer su profesión con lo cual sería
expulsado del SAS. Es decir, que perseguía dejarlo sin comer. Y esto último lo permitió el nuevo gobierno de
la Junta de Andalucía del PP y Cs apoyado por VOX, que no movió un solo dedo
para que los letrados de la Junta no fueran los abogados particulares de Susana
Díaz.
Pero de todo lo que ha expuesto Candel en
sus años de lucha no se ha investigado nada. Sus denuncias sobre la mala
gestión sanitaria quedan solo en las redes sociales porque se archivan. Nadie
ha hecho un estudio epidemiológico sobre si las fusiones hospitalarias
provocaron muertes en Andalucía. Si las fusiones hospitalarias agravaron
enfermedades y provocaron sufrimiento porque aumentaron exponencialmente las
listas de espera y los enfermos no tuvieron la asistencia sanitaria que
precisaban. Nadie ha abierto una sola investigación para averiguar si lo que
estaba denunciando era cierto. Ni la administración ni los tribunales. Ni un
solo fiscal ha abierto una sola causa por sus denuncias públicas.
Por el contrario, en este país la
persecución de la crítica se ha convertido hoy en una auténtica obsesión y en
una cruzada para las instituciones públicas y sus gestores que han
judicializado cualquier reproche a su gestión. Vuelve la censura y vuelve la terrible
maquinaria de represión que estaba intacta desde los Pactos de la Moncloa. La transición se está convirtiendo en una
gigantesca mentira histórica. Nos han engañado desde la Constitución del 78 a
todos. Ha vuelto el miedo a hablar en libertad, a criticar la gestión política.
Los políticos son hoy absolutamente intocables para todos los estamentos de la
sociedad, ya no hay separación de poderes, y los derechos de los ciudadanos
están ahora, más que nunca, heridos de muerte. El código penal queda solo para el
roba gallinas.
Hoy se persigue sin tregua la crítica a
la gestión política, avalada, además recientemente, por la doctrina del TSJA
donde el político puede denunciar a la prensa y a los ciudadanos que critiquen
su gestión, y encima le pagamos el abogado entre todos. Los gestores públicos se han convertido en
virreyes y en auténticos sátrapas persas incapaces de rendir cuentas ante nada
ni ante nadie. La justicia está dando la espalda a los ciudadanos. Y cuando no
hay justicia hay injusticia. Un poderosa mentira se apodera ahora de todas las
instituciones y las secuestra, la deja sin voz y sin representados. Por eso,
hoy más que nunca, la crítica a los políticos no debe ni puede tener límites,
porque cuando se dirige a ellos no se dirige a la persona, sino al gestor y a
la valoración de su gestión.
El sistema democrático ha involucionado
desde la caída del muro de Berlín. Los referentes del este de Europa y el
peligro del comunismo de la URSS hizo que los estados democráticos del oeste de
Europa, tras la segunda guerra mundial, desarrollaran los famosos estados del
bienestar, creando una nueva clase social: la clase media. Mimada por el estado
se puso a su disposición poderosos servicios públicos para anestesiar las
ansias libertadoras que se disponen en el ADN de los oprimidos y los desclasados.
Se creó toda una industria de ocio y de productos alrededor de esta clase media
que llenó las casas de nuevos electrodomésticos que facilitaban la vida a las
familias, ya que la mujer se iba incorporando al mundo del trabajo cada vez con
más fuerza.
Por eso, desde el colapso que sufrió la
Unión Soviética – golpe de estado incluido - este estado del bienestar se fue
acelerando su desmontaje desde los estados poco a poco. Empezó en los principios
de los años ochenta con la llegada de una derecha furibunda a Europa y a Estados
Unidos. Los exponentes principales fueron la británica Margaret Thatcher y
Ronald Reagan, obsesionados ambos con destruir la URSS, con desmantelar el
estado del bienestar y con derribar a los poderosos sindicatos británicos. El
hito del inicio de esta época oscura para los movimientos obreros viene con la
derrota de los sindicatos tras la huelga minera de 1985. Esta lucha se
convirtió en un reto para Thatcher que logró romper la espina dorsal del
sindicalismo británico.
Desde entonces hemos vivido el desmantelamiento
progresivo de la clase media en Europa y hemos asistido a la creación de una
nueva sociedad que venía a sustituir a aquella que se creó tras la Revolución
Francesa y la caída de la sociedad estamental. Hoy esta nueva sociedad
estamental está constituida por un nuevo primer estado creado por los propios
gobiernos y que engloba a la clase política, a la judicial y a la
parlamentaria, donde se aúnan los tres poderes del estado. La segunda clase
está compuesta por la burguesía, la gran triunfadora de los movimientos
sociales del siglo XIX y de las guerras del siglo XX, que ha salido
absolutamente indemne de la Gran Crisis de 2008, y que comprende hoy al
todopoderoso poder económico y a todos sus intereses anexos. Y por último está
la clase media que fue creada como colchón frente a futuras crisis y movimientos
obreros.
Por eso asistimos hoy a uno de los
mayores y más inquietantes cambios sociales de la historia contemporánea,
porque la clase media está siendo atacada y desmantelada. Era una clase que
creía en su propio futuro, que sus hijos vivirían mejor que sus padres y que el
consumo los haría más libres. Pero tras el 2008 todo cambió. Ahora es la clase
de la indignación y del desengaño, hoy sabe que ya no hay futuro, que sus hijos
vivirán peor que sus padres, que ya no hay en su vida estabilidad económica y
que los contratos eventuales y los bajos sueldos los harán eternamente pobres.
El sueño que construyeron y les construyeron desde la segunda mitad del siglo
XX hoy se ha venido abajo. Ahora ellos pagan con su esfuerzo y su dinero todos
y cada uno de los errores de los dos estamentos que les han situado encima en
la escala social, y esto se traduce de forma inmediata en menos derechos y en
menos libertades.
En España la institucionalización de
los sindicatos los domesticó. La creación de foros del estado con la presencia
de estos acabó con parte de la independencia sindical. La primera huelga
general en la España democrática vino de la mano de CC.OO., el famoso 20 de
junio de 1985 contra la reforma de las pensiones de la Seguridad Social
formalizada por la Ley 26/1985 de 31 de julio que abría la caja de las
pensiones a los planes privados. Pero, ironías del destino, luego se fueron con
UGT a crear empresas para gestionar los enormes planes de pensiones de millones
de trabajadores, como el plan de pensiones de los funcionarios del estado, el
mayor plan de pensiones de toda Europa, gestionado por una empresa mixta UGT,
CC.OO. y el BBVA.
Luego vino aquel histórico 14-D del 88
contra el plan de empleo juvenil del gobierno de Felipe González que permitía
un salario más bajo para los jóvenes y que movilizó al 90% de la población
activa, y que supuso uno de los golpes más duros dados a un Gobierno en la
historia de la reciente democracia española. Pero el poder político no estuvo
quieto y conspiró como hizo Thatcher para aplastar el poder sindical. Tras esto
llegó el fin de Nicolás Redondo y de la cúpula de la UGT de entonces tras el
escándalo de la PSV- y el adormilamiento de esta tras la llegada de Cándido
Méndez, más sumiso al poder político y a los pactos que sus antecesores en el
cargo. Yo fui testigo directo de todo esto porque lo viví en primera persona
como dirigente sindical y liberado en la UGT.
En la mitad de la década de los años 90
y la llegada de la derecha de Aznar al poder siguió la caza del sindicalismo,
con la eterna Thatcher como ejemplo. Y siguió un modelo económico engañoso para
cimentar su poder y para su reelección con la creación de cientos de miles de
puestos de trabajo. Con Aznar empezó todos y cada uno de los males que hoy
sufrimos, empezó lo que todos conocemos como la burbuja inmobiliaria. Un
crecimiento exponencial del ladrillo que derivó en 2008 en la peor crisis
financiera de la historia de España desde los lejanos tiempos de Felipe II,
tras la crisis de las hipotecas subprime norteamericanas - o hipotecas basura -
y la quiebra del gigante Lehman Brothers, un banco que había sobrevivido al
crack del 29 y al periodo de entre guerras.
Millones de trabajadores fueron
expulsados del mercado de trabajo. El gobierno de Zapatero, un incapaz en
materia económica, ideó un modelo keinesiano de obras públicas para paliar esta
lacra, el Plan E. Un monumento a la inutilidad de un presidente de gobierno.
Pero la exposición al ladrillo de la banca pública – manejada por políticos
puestos a dedo por los partidos – provocó la mayor crisis financiera de la
historia de España. Zapatero finalmente arrojó la toalla en medio de la
tempestad en que se hallaba la economía y convocó elecciones que ganó el PP de
Rajoy. Gracias a la gestión de estos dos expresidentes casi uno de cada seis
hogares, caracterizados como de clase media antes de la crisis, ha pasado a
engrosar el listado de las rentas más bajas en poco más de cinco años desde el
2008.
Lo primero que hizo Rajoy nada más
llegar al poder es pedir un rescate financiero a Europa. El costo de esta
medida fue brutal para la clase media española ya que los ciudadanos pagaron a
escote los descalabros de las cajas manejadas por los políticos. Los datos del rescate por parte del Banco de
España son para temblar: se destinaron 64.953 millones de euros, de los que
42.621 millones fueron aportados por el Estado y 22.332 millones por el propio
sector a través del Fondo de Garantía de Depósitos. De los fondos usados para
el rescate el Banco de España considera perdidos unos 42.017 millones de euros.
Pero de esta gigantesca cantidad empleada
en tapar el agujero financiero sólo se habían recuperado 5.150 millones —menos
del 9%— 4.477 millones corresponden al Fondo de Reestructuración Ordenada
Bancaria (FROB) y 673 millones al Fondo de Garantía de Depósitos. A lo que hay
que sumar los activos del famoso Banco Malo o Sareb que consumió otros 40.000
millones de euros. Excepto Rodrigo Rato que está en la cárcel por el Caso de
las famosas tarjetas Black de Bankia, ningún gestor político, responsable de
este agujero de las cajas, que sepamos ha pisado la cárcel.
Junto a esto empezaron los recortes
para los trabajadores españoles. El primero en 2010 cuando Zapatero, para
apaciguar al presidente norteamericano Obama que lo había llamado por teléfono
días antes asustado por la situación de quiebra la economía española, anunció
en el Congreso de los Diputados que rebajaba en un 5 % la nómina de todos los
empleados públicos y que se congelaban los salarios en 2011. A esto se sumaba
la suspensión también para 2011 de la revalorización de las pensiones,
excluyendo las no contributivas y las mínimas, la eliminación del régimen
transitorio para la jubilación parcial de la Ley 40/2007 y la eliminación del
cheque bebé.
El PP de Rajoy continuó con la política
de recortes. Más congelaciones salariales a los empleados públicos e incluso la
supresión de la paga extra de la navidad de 2012. Una Ley de Estabilidad que
congeló las inversiones de todas las administraciones públicas, y lo peor de
todo una reforma laboral que devaluó los salarios. Se buscaba que España
recuperara parte de la competitividad perdida durante la época de la burbuja a
base de reducir sueldos, unido a una temporalidad en la contratación
aterradora, continuando con la reducción de los costes del despido improcedente
de 45 días por año trabajado a 33, y 20 por causas objetivas. Hasta la UE ha
expresado en diversas ocasiones que la moderación salarial se ha convertido en
un lastre para la recuperación económica de España. Y no se nos olvide que
menores salarios implican menores pensiones cuando llegue la edad de la
jubilación.
Pedro Sánchez es más de lo mismo.
Prometió acabar con la reforma laboral de Rajoy y con la Ley Mordaza nada más
llegara a la Moncloa y no ha tocado ni una sola de las dos. Malos tiempos para
la lírica llegan. Estamos hoy ante el mayor peligro de recortes a los derechos
y libertades sociales. Y el actual gobierno mira hacia otro lado. El juicio al
“proces” marca a hoy a la Justicia y marca los límites del propio estado y del
gobierno. Las instituciones del nuevo primer estado se miran con recelo
esperando respuestas que hoy en día no hay, ni se esperan, porque parece que
pronto van a entrar en colapso.
Paralelamente a los hechos relatados, la
reacción de Candel ante los recortes de los gobiernos que repercutieron
directamente en las políticas regresivas en sanidad en Andalucía fue la de
denunciar cómo estos recortes impuestos en la sanidad por el gobierno de Susana
Díaz y las fusiones hospitalarias repercutían en la salud de los andaluces. Candel
se movilizó en las redes sociales y en la calle movilizando
a la ciudadanía, y denunciando todos y cada unos de los males de la sanidad en
aras de los usuarios y de los pacientes. Por eso, la condena a Candel es la censura
a la libertad, a la libre opinión, y a los derechos de los ciudadanos a
criticar y protegerse de la gestión de sus gobiernos. Es por eso también por lo
que siempre pierden los ciudadanos ante el absolutismo ejercido por el primer
estado. Y, por último, como dirían algunos de nuestros mejores autores, en qué
clase de país nos hemos convertido si no te puedes ciscar en la madre o en el
padre de alguien para canalizar toda la opresión y frustración a la que nos
someten.
Antonio Barreda Alcobet es Licenciado
en Geografía e Historia.
Pues todavía habrá quien los vote...
ResponderEliminarMagnífico artículo.
Hay que denunciar el pucherazo de las últimas elecciones generales
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo este articulo
ResponderEliminarMuy bueno y bien contado
ResponderEliminarGran artículo, don Antonio
ResponderEliminarMuy completo el artículo, enmarca a la perfección los precedentes que hacen de Jesús Candel un valiente, una persona que reacciona ante la opresión del poder y mueve al pueblo a hacerlo también. Estoy a su lado y reclamo LIBERTAD DE EXPRESIÓN para Jesús Candel y de todos los que le sevuimos .
ResponderEliminarDesde Guerra, sabíamos lo que iba a pasar. Fue uno de los primeros satrapas.
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