Artículo de Antonio Barreda
Los
medios de comunicación tradicionales están en una profunda crisis y cada vez más
dependen para su subsistencia de la publicidad institucional de los gobiernos y
de la cuenta final de resultados. Los ciudadanos se han acostumbrado a recibir totalmente
gratis las noticias y no van a rechazar esta propuesta nunca. El periodismo está
en crisis porque las empresas están en crisis. En una profunda crisis donde se
doblegan las líneas editoriales y las retuercen al puro interés del gobierno de
turno que las usa como una prolongación más de los boletines oficiales. Se
llegan hasta hacer contratos con agencias de prensa para que den una serie de noticias
mínimas diarias del gobierno de turno, en lo que cada vez más se parece a una publicidad
de noticias gubernamentales pagada con ingentes cantidades de dinero público.
Los
gobiernos también controlan las licencias de radio y de televisión. Las frecuencias
y las ondas están tamizadas por el color de quienes obtienen las licencias. Algunos
grupos consiguen más frecuencias y licencias de emisión, concentrando así mucho
más poder local que otros. No importa la calidad de lo que den, con tal que vendan
lo que tienen que vender. El mensaje llega virgen desde la primera hora de la
mañana con el objetivo de crear una idea previa de las cosas en cada casa, en
cada calle, en cada barrio, en cada ciudad y en cada región. Nada se escapa al
control de los poderosos gabinetes de comunicación de los gobiernos que
escuchan todo y a todos.
Pero
hoy los gobiernos tienen un problema. Internet se ha convertido hoy en una
autopista por donde circula la información. Se ha convertido en un manantial
continuo de información y también en un altavoz de los activistas sociales
donde se organizan protestas para que, en definitiva, los ciudadanos puedan
ejercer su legítimo derecho de expresión y exigir responsabilidades al
gobierno. Hay plataformas dedicadas desde la recogida de firmas hasta llevar a
los parlamentos iniciativas populares. Por eso los gobiernos cada vez más se
interesan en controlar la circulación de información por internet y por las
redes sociales, ya que la comunicación digital puede promover el conocimiento y
la comprensión a una velocidad y con una magnitud inimaginable hasta ahora.
Otro
problema añadido es que las redes sociales están controladas por
multinacionales transnacionales situadas en USA. Multinacionales que tienen sus
propios intereses económicos que no tienen porqué confluir con los intereses políticos
de quiénes los usan. El conflicto entre los usuarios de estas redes se agrava
desde el momento que los algoritmos matemáticos deciden vigilar lo que se
publica y las imágenes que se publican, aplicando silencios a los perfiles bajo
la premisa que se incumplen las reglas de la comunidad. Unas reglas que debes
aceptar antes de usar. Unas reglas que vienen precedidas de una imposición y de
un recorte de libertad individual y colectiva en la que nadie hasta ahora ha
entrado.
La
libertad de expresión, tal y como la hemos conocido ha muerto. Nuestros derechos
como ciudadanos están siendo recortados en aras de protegernos. Pero son los estados
y los gobiernos quienes de verdad están cometiendo, con los beneplácitos de los
parlamentos, el recorte de libertades y de derechos. Hoy la libertad de
expresión está dejando de tener valor. No hay nada más peligroso para un pueblo
que tener gobiernos que censuran la crítica y limitan con leyes hasta dónde se
puede expresar y hasta dónde hay que callar. Han trasladado el análisis de la
libertad de expresión al ámbito puramente penal, lo que hace ponerla en un
camino excesivamente peligroso.
Y
es desde este ámbito penal donde últimamente se está juzgando expresiones
descontextualizadas emitidas en redes sociales que vienen acompañadas de un
efecto de escarmiento cuando se producen sanciones administrativas, en muchas ocasiones,
más cuantiosas que la penales. Está cada vez más claro el intento de controlar el
contenido de las redes sociales porque se habían convertido en el último
reducto donde poder expresar nuestro derecho a ejercer la libertad de informar,
de ejercer la libertad de opinión y de pensamiento, de ejercer nuestro derecho
a la libertad de expresión y, por consiguiente, de ejercer mayor presión a los
gobiernos.
Mucho
se ha escrito sobre el control de los medios por parte de los poderes económicos
y gubernamentales. Pero mucho más se va a escribir sobre los intentos de
control de los gobiernos a lo que circula por internet. Porque es algo que
escapa a su control. Y a los gobiernos les gusta mucho controlar los flujos de
información en su propio beneficio y restringir con leyes estas corrientes de
pensamiento que están en las redes sociales y que, precisamente, son donde los
ciudadanos se informan cada vez más de lo que ocurre. El caso de Donald Trump
en Estados Unidos es un caso que ejemplariza el papel de la información pública
y veraz, y el papel de los periodistas con respecto al profundo desprecio que
el presidente norteamericano les profesa. Es tan así que las redes sociales de
Trump se han convertido en pura noticia porque quiere y pretende influir directamente
él en la información que se da a los ciudadanos.
Así es y, otro ejemplo lo tenemos en las últimas declaraciones de nuestro ministro Sr. Marlasca, y en los que lo apoyan, si no piensas como ellos,somos muy malos. Viva la dictocracia
ResponderEliminarEstupendo artículo, como siempre. Un saludo y gracias por poner voz a lo que muchos sentimos.
ResponderEliminarSaludos.
Una verdad como una cátedral
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