Artículo de Luis Escribano
8.- Proceso constituyente, con previo periodo
pacífico de libertad política colectiva.
En el anterior artículo planteaba ideas para a un proceso
constituyente, con un previo periodo pacífico de libertad política. Sin
embargo, algunos españoles temen el resultado final, quizá por desconocimiento
de lo que supone un proceso constituyente. Sin embargo, no hay motivos
razonables para temerlo.
En Irlanda, por ejemplo, se han realizado reformas
constitucionales significativas (no eran realmente un proceso constituyente)
con fórmulas interesantes de participación ciudadana. En Islandia, tras la profunda crisis económica provocada por las
entidades bancarias, los ciudadanos iniciaron un proceso al margen del
Parlamento, que no se ha resuelto definitivamente. Chile sí inició un proceso constituyente, y aún se encuentra
inmerso en ese proceso, para la redacción y aprobación de una nueva
Constitución que reemplazará a la aprobada en 1980.
No existe una
fórmula mágica para llevar al mejor puerto un proceso constituyente, aunque sí
debería contar con algunos elementos claves. A continuación reflexionaré sobre
ello sin ningún tipo de pretensión, salvo la de tratar el tema sin prejuicios
ni miedos, y a sabiendas de que no existe una única forma posible para ejecutar
dicho proceso. Las ciencias políticas, como ha demostrado la humanidad a lo
largo de la Historia ,
es una de nuestras ciencias más inexactas.
El proceso
constituyente debería durar los meses que sean necesarios, pero coincidiendo
con la tesis de García-Trevijano, en España sería fundamental una ruptura con
el régimen partidocrático mediante un periodo previo de libertad política
colectiva en el que no debería haber representantes políticos, un periodo en el
que se debería evitar contaminaciones partidistas o de grupos fácticos de poder,
un periodo en el que la nación española debería reflexionar y debatir sobre su
futuro sistema político sin crispaciones partidistas y sin vicios heredados, siendo
conscientes de la dificultad que tiene marginar los prejuicios.
Este periodo sin
representantes políticos de partidos de Estado no debe constituir un problema,
pues para eso contamos con el
ordenamiento jurídico y los funcionarios
profesionales, para que las instituciones no se paralicen y la nación pueda
seguir funcionando con normalidad. Algo similar ocurrió cuando estuvimos con un
Gobierno en funciones durante 316 días (con facultades de decisión limitadas),
al no formarse Gobierno tras las elecciones de 2015, durante los cuales incluso
mejoró la economía española.
El proceso constituyente debería contar
desde su inicio con una amplia
participación ciudadana, pues entiendo necesaria la redacción de unas “bases” que deberían constituir el fundamento
del nuevo texto constitucional. El modo en el que se articule este
procedimiento de participación adquiere gran importancia, porque debe
desvincularse por completo de cualquier partido o grupo fáctico que pueda
contaminarlo, y debe garantizarse una representación adecuada y equitativa de
la sociedad española. Una ventaja con la que contamos hoy día son las
tecnologías de información y comunicación (TIC), que deben facilitar esa
participación.
En mi opinión, para
la elaboración de esas bases se necesitaría un “órgano colectivo” (foro, consejo, asamblea, junta o similar), cuya
composición debería reflejar una amplia representación de la nación española y,
en todo caso, contar con reconocidos y prestigiosos constitucionalistas –elegidos
por sorteo y con funciones consultivas- que pudieran contribuir a la redacción
de las bases.
Las fórmulas para constituir ese órgano colectivo pueden
ser diversas. Por ejemplo, en las reformas realizadas en Irlanda, la denominada “Citizens Assembly” fue constituida con un
grupo de 99 ciudadanos elegidos por sorteo con una amplia representatividad de
la sociedad irlandesa (se encargó a una empresa de demoscopia).
Lo importante en la elección de la fórmula es que se garantice
un reparto equitativo teniendo en cuenta variables como el territorio, la profesión,
el sexo, la edad y otras. A mi juicio, considero conveniente que sus integrantes tuvieran que superar un
filtro en los que quede demostrada su honestidad, integridad y objetividad (sin
antecedentes penales o no estar inmerso en procesos como investigado, independencia
de organizaciones políticas, sindicales, empresariales y demás grupos fácticos
de poder, etcétera).
Asimismo, sería
conveniente en su selección que se abarcara un amplio abanico de ámbitos
profesionales y sectores de la economía (primario, secundario y terciario), a
ser posible con un mínimo de experiencia en sus trabajos: juristas, profesores,
periodistas, funcionarios (incluidos diplomáticos, policías y militares), informáticos,
empresarios, comerciantes, agricultores, artistas, etcétera.
Durante ese periodo, se considera fundamental mantener
debates, charlas y coloquios públicos (televisión, radio, prensa, conferencias,
redes sociales, foros, etc.) en los que se discuta abiertamente las ventajas e
inconvenientes de cada parte del contenido de la nueva carta fundamental: forma
de Estado y Gobierno; regulación de los poderes del Estado y de las medidas de
contrapeso o contrapoderes; libertades y derechos fundamentales de los
ciudadanos; organización territorial y competencias a otorgar y repartir, en su
caso; hacienda pública; régimen electoral; posibles reformas del texto, etcétera),
para que puedan ser tenidas en cuenta en la redacción de las bases previas del
futuro texto constitucional.
No obstante, debe
tenerse en cuenta que, en cualquier caso, la
decisión definitiva sobre tener un Estado unitario (centralizado políticamente
y descentralizado o no administrativamente) o complejo (descentralizado
política y administrativamente); que se instaure una monarquía o una república;
el régimen básico electoral; los derechos y libertades fundamentales de los
españoles; determinación de las pocas o muchas competencias que se otorgan al
Estado, su posible reparto territorial y regulación de la financiación para el
ejercicio de dichas competencias; régimen fiscal y demás aspectos primordiales a
considerar, va a depender de lo que libremente
decida la mayoría de la nación española, dado que en función de esas bases,
deberá elaborarse un nuevo texto fundamental (Constitución) como fase final de
ese proceso constituyente, que siempre será sometido a referéndum del pueblo, y que podrá ser rechazado o
aprobado.
Por otro lado, no
veo inconveniente alguno a que el texto constitucional pudiera votarse por
Títulos en vez del texto completo, lo cual tendría que decidirse previamente. Esta
posibilidad la indico porque es posible que haya acuerdos mayoritarios en
algunas partes de la nueva Constitución, y no los haya en otras. ¿Consideraría
ustedes una mayoría suficiente un 51% de votos a favor para considerar refrendado
el texto completo, o sería conveniente un mayor porcentaje representativo de la
nación española? A mi juicio, la nueva Constitución debería ser aprobada por
Títulos por mayoría cualificada,
evitando la mayoría simple. Por ejemplo, 3/5 de los votantes podría ser
suficiente, dado que se estaría sometiendo a referéndum las reglas del juego
político que afectan a toda la nación.
La redacción definitiva de la nueva Constitución, fundada
en esas bases previas, debería recaer en una asamblea constituyente, para lo cual habría que elegir a sus
componentes previamente. ¿Mediante un sorteo? ¿Mediante una convocatoria de
elecciones? Es lo habitual, pero en mi opinión debería evitarse que los antiguos
“partidos de Estado” pudieran liderar esa asamblea para no caer en los mismos
vicios. ¿Cómo evitarlo? Una posible fórmula podría ser que esas elecciones se
realizaran por distritos uninominales definidos al inicio del proceso
constituyente, sin que ningún ciudadano pueda presentarse bajo las siglas de un
partido, sólo con su nombre y apellidos. No obstante, dado que caben diversas
fórmulas, será sin duda es una de las cuestiones mollares a resolver al inicio
del proceso constituyente.
Una vez refrendada la nueva Constitución en su totalidad,
será el momento de convocarse las elecciones de nuestros representantes,
ajustándose a las nuevas reglas del juego aprobadas por la mayoría de la nación
española.
Insisto que no existe una fórmula mágica para desarrollar
todo el proceso constituyente, y me he limitado a ofrecer algunas ideas con la
simple intención de mostrarles que no es imposible ni tan descabellado llevarlo
a cabo. En España contamos, en las Universidades y en empresas consultoras, con
magníficos expertos en la materia que podrían aportar jugosas ideas hasta
definir el proceso completo.
9.- Conclusión.-
Que un Estado pueda considerarse democrático depende en
gran parte de su sistema político y
de la capacidad de participación de la ciudadanía
(consultiva, ejecutiva, etc.) en el proceso de toma de decisiones que puedan
adoptar los poderes públicos. Declarar en la Constitución que
España es un Estado democrático no es suficiente si no va acompañada de las
medidas apropiadas que permita realmente aproximarse a una democracia.
Es vital para el pueblo español la forma de elección de
los representantes, la posibilidad de su revocación si incumple su programa y
la fluida comunicación que debería tener con sus votantes en cada distrito
electoral en el caso del poder legislativo, así como la posibilidad de influir de
forma efectiva en las decisiones del ejecutivo y de participar incluso en el
poder judicial. Y hablando del poder legislativo, ¿qué impide que no se sometan
a referéndum aquellas leyes que sean fundamentales para nuestro futuro, como
las relativas a la regulación de los poderes del Estado o las materias de Educación,
Sanidad, Código Penal, Hacienda Pública, etc.? En la nueva Constitución podemos
determinar lo que más nos favorezca como pueblo.
Observen, por
ejemplo, como la mayoría de las asociaciones y organizaciones que participan en
las instituciones públicas (comisiones,
consejos, foros, etc.), en base a normas aprobadas -por los políticos- en las que se declara que “nos representan”, están todas subvencionadas por los mismos
políticos desde las instituciones (y por tanto, dependientes), y en muchas
ocasiones vinculados a los mismos: sindicatos, organizaciones empresariales,
asociaciones de consumidores, etcétera. En el poder judicial, la
participación se produce a través del Tribunal popular, y ya ven que la
ciudadanía interviene en pocos procesos, y no es obligatorio cuando se trata de
delitos cometidos por políticos. ¿Esto es
participación ciudadana? No, es la gran estafa al ciudadano.
Por todo lo expuesto,
considero necesario seguir los pasos indicados hasta conseguir el adecuado
proceso constituyente que nos permita refrendar finalmente el sistema político
que más nos beneficie a la mayoría de españoles.
Sin embargo, no se
pueden evitar campañas de difusión del “miedo a lo que pueda ocurrir” para
desactivar cualquier movimiento en ese sentido. Son típicas las frases “¡se rompería la nación!”, “¡ahora no es el momento!”, “¡eso es romper el consenso de la Transición ”!, “¡eso sólo favorece a los independentistas”!,
“¡eso sería el fin de la Monarquía !”, “¡eso es una locura, una fantasía de cuatro
locos”!, y otras similares,
utilizadas interesadamente por los partidos políticos y demás grupos fácticos que
se benefician de este sistema partidocrático con la finalidad de que el
pueblo español pierda la conciencia de su poder, de su soberanía, de sus
posibilidades de conseguir dar un vuelco a la actual situación.
A pesar de lo que
puedan repetir hasta la saciedad, cualquier persona inteligente sabe que la nación española no puede romperse si una
mayoría de españoles quiere mantenerla unida, y esa mayoría existe y está consolidada, porque la
nación española procede de una sólida construcción histórica, porque la mayoría
estamos convencidos de que la unión puede facilitarnos nuestra vida familiar y
social, y también porque nos fortalece como pueblo y ante otras potencias
extranjeras.
Y si a algunos
españoles no les gusta nuestra nación, siempre tienen la libertad de intentar
integrarse en otras, pero no tiene razón de ser que impongan a la mayoría
romperla y desintegrarla. La nación española no se basa en un sentimiento: se
generó hace muchos años como resultado de su Historia, con múltiples pueblos y
regiones, y está lo bastante madura para evitar que unos vándalos pudieran romperla
en un proceso constituyente. Las fronteras están abiertas, y nada impide a los
separatistas marcharse cuando quieran: les invito a ello. Y si siguen empeñado
en destruirla imponiendo su criterio, la nación deberá dotarse de los mecanismos
necesarios para disuadirles definitivamente, y nada mejor que dicho proceso
constituyente para erradicar los movimientos separatistas.
La partidocracia española es una enfermedad
crónica que puede curarse, y
es urgente hacerlo porque el pueblo español carece desde hace años de las
garantías necesarias para maximizar la efectividad de sus libertades y derechos
y controlar adecuadamente a quienes ocupan los poderes públicos, porque ya es
hora de poner en valor el trabajo y esfuerzo de toda la sociedad española y de
restar ese absurdo protagonismo a tantos buhoneros disfrazados de políticos que
pululan por los partidos de Estado subvencionados con nuestros impuestos.
Por último, aunque soy consciente de la ausencia de cultura participativa en la
sociedad española, no veo que sea un motivo suficiente para eternizar este
régimen partidocrático que precisamente fomenta que la participación no sea
efectiva. Al contrario, opino que espolear e incitar a la nación a que se
preocupe de su futuro y luche por la libertad sería la medida oportuna para
iniciar ese cambio cultural que España necesita. ¿O acaso debemos seguir
manteniendo la cultura de esos “padres protectores” -partidos políticos- que evitan que sus hijos se responsabilicen de
sus vidas?
No pudo expresarlo mejor en su discurso de investidura en 1961 el
trigésimo quinto Presidente de los Estados Unidos, J.F.K.: “Así pues, compatriotas:
preguntad, no qué puede hacer vuestro país por vosotros; preguntad qué podéis
hacer vosotros por vuestro país”.
(Fin de la serie constituida por cuatro artículos)
Excelente serie de artículos. Ojalá pudieran hacerse realidad, pero si la sociedad española, acostumbrada a ser tutelada, no sabe aún lo que es vivir en auténtica democracia....¿Cómo va a prepararse para afrontar un proceso constituyente?
ResponderEliminarNo tenía ni idea de que existía un proceso constituyente, fuera aparte de los revolucionarios o violentos.
ResponderEliminarPara poner de acuerdo a los que lo puedan llevar a cabo es complicado, y que no nos lo rapten los "profesionales" de la partidocracia para sacar tajada.
La desesperación, desilusión, sufrimiento, está generalizado en el pueblo español, pero sólo conozco la Asociación Justicia por la Sanidad. Tendríamos que hacer algo por conocernos de distintos puntos de España.
Tenemos ideales vitales distintos, pero nos une a todos que España sea un país donde tengamos libertad porque tenemos trabajo, educación etc sin que nosnlanimpongan los partidos que gobiernen. Y quitarnos la espada de Damocles que en el actual sistema nos amenaza:que llegue uno que trastique todo en contra de la voluntad de los ciudadanos y nos convierta en una dictadura declarada.
Gracias Luís, es posible, es complicado, hay más de un camino, pero yo ni sabía que los había.
Aparte de lo de las urnas, querría saber qué nos llevaría a ese proceso constituyente pacífico.
Antes de comenzar un período de libertad política es necesario terminar con el separatismo y la ideología progre
ResponderEliminaresta es la típica confusión que nos lleva a votar a un partido por miedo a que salga el contrario. Pura ideología. Este es el verdadero teatro, lo que realmente ha de entenderse, lo que se cuece detrás de esta obra de actuación. Lo anterior se traduce en todos los partidos detrás del telón, sentados en un mismo trono, y manejando distintas marionetas con la intención de crispar al personal, y así desviar la atención de lo que no quieren que veamos: que son partidos estatales y no políticos.
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