Artículo de Antonio Higueras
Hace apenas dos años escribí en
un diario local un artículo, se titulaba En
esto llegó Candel. Establecía una analogía con la canción de Carlos Puebla
ensalzando la oportunidad de un héroe combatiendo injusticias. En este caso, un
enorme dislate sanitario, y no en la Cuba revolucionaria sino en la Granada
indolente e inmovilista ante su progresiva pérdida de posiciones en el ranking
nacional, pese a tantas potencialidades.
Resultó que un 16 de octubre -Granada 16 O- la bella durmiente se
despertó porque un personaje surgió con formas tan inusuales como sinceras y
valientes, estimuló sus humores animando a luchar por recuperar un hospital
sustraído entre cantos de incompetencia y aviesas intenciones amparadas de
impunidad.
Las calles resultaron
ordenadamente repletas de una inédita reivindicación repetida hasta en tres
ocasiones como los balcones de sus arterias jamás habían visto. Profesionales
junto a ciudadanos se enlazaron entre pancartas, tambores y un entusiasmo que
presagiaba el triunfo que los seguidores del Régimen no imaginaban. Tras la
reversión del nefasto plan y la destitución de sus autores, los noveles
manifestantes siguieron a su líder, y hasta se motivaron para congregarse
llenando el Paseo del Salón para protestar por una cobarde diana que pretendía
intimidar el entorno familiar del Dr. Candel o en la emblemática Fuente de las
Batallas, que salpicó globos blancos de posteriores reivindicaciones.
El objetivo derogatorio estaba
logrado. El nuevo hospital abría sus puertas, mientras los ánimos
reivindicativos iban cediendo al mismo ritmo que algunos guerreros se lanzaron
sobre las nuevas jefaturas acabando con su efímero ardor de combate. Siempre
igual, como repetía un anciano familiar:
“unos crían la fama y otros cardan la lana”. Qué oportuna evocación ahora que
estrenan cargos algunos emergidos personajes.
Candel, por el contrario, sigue
fiel a Spiriman y no se conformó con
el Decreto, sigue infatigablemente señalando a los corruptos, a los ineptos y a
los prevaricadores. Los llama por su nombre en un el lenguaje desinhibido,
callejero y, posiblemente tan barriobajero, que le silban los oídos a sus
Señorías, los mismos que prefieren sacarle tarjetas rojas porque son tan
sensibles de tímpano como miopes antes la gravedad de los hechos que denuncia.
Aquí nadie se va a molestar investigando o admitiendo a trámite ingentes horas
de denuncias de Justicia
por la Sanidad y sus más de 12.000 seguidores, porque tienen un presidente
tan mal hablado en público, como posiblemente ellos en casa y con eso
ventilamos el tema del insurgente. Camarero ¡otra cerveza!
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