Artículo de Antonio Barreda
La libertad de expresión, tal y como la hemos conocido, ha muerto. Desde la
llegada del régimen del 78 se nos concedió una libertad de expresión que poco a
poco no han ido coartando y recortando. Los legisladores han ido recortando los
derechos de la libertad de expresión hasta límites insospechados desde hace
unos años. Y los jueces han ido aplicando estos recortes porque las leyes así
lo exigían. No hay crimen más perverso que coartar y recortar uno de los bienes
más preciados del hombre.
Hoy vemos como nuestros derechos están menguando en aras de proteger a un
estado que cada vez mira menos por sus ciudadanos, que cada vez desprecia más
el libre albedrío de su pueblo. Y lo peor es que lo hacen en el nombre del
pueblo. Como si a la hora de legislar preguntaran al pueblo si este está de
acuerdo con los tijeretazos a sus derechos. Hoy han inyectado a la sociedad el
miedo a hablar con libertad, el miedo a hablar y expresar el pensamiento más
íntimo y personal.
Los diferentes gobiernos afirman defender la libertad de expresión tal como
aparece en la Constitución española y lo mismo ocurre en casi todas las
constituciones del mundo, pero la realidad es muy diferente. Por todo el mundo
hay hoy mismo gente que va a la cárcel simplemente por opinar o por hablar en
libertad. La libertad de expresión es uno de los derechos que aparecen en la
Declaración Universal de los Humanos y hoy está herido de muerte.
Cuando un sistema democrático persigue la libertad de expresión en toda su
extensión y con todos los medios posibles a su alcance estamos perdiendo los
ciudadanos nuestro derecho de opinión y nuestro derecho a expresar nuestras
ideas en libertad. Eso es lo que empieza a estar en juego en nuestro país. La
persecución de las ideas y de la libertad expresión se está convirtiendo en un
hecho común en nuestra sociedad. No hay nada más lejano de la democracia que
usar las instituciones para acallar la denuncia y para acallar las voces que se
levantan denunciando la corrupción de los regímenes, en un mundo donde la
prensa y los datos se muestran tal cual, sin censuras.
Los estados últimamente han ido olvidando convenientemente lo que pasaba en
la Europa de entreguerras cuando la palabra empezó a ser perseguida. Cuando las
personas empezaban a ser señaladas. Cuando la libertad de expresión dejó de
tener valor para los estados y los gobiernos. Los pensamientos contrarios eran
juzgados y encerrados en campos de concentración a los que llamaron
poéticamente de reeducación, en campos donde la libertad se moría cada
amanecer. Y ese peligro está hoy latente en una Europa que no ha sabido poner
las barreras suficientes a estas corrientes políticas.
Los regímenes siempre buscan todos los elementos a su alcance para
perpetuarse en el poder, sea como sea, al precio que sea. Y buscan a sus
enemigos para aplastarlos de manera inmisericorde. Así sirven de ejemplo para
la ciudadanía, y para que todos callen y guarden silencio. También a los
regímenes les gusta prohibir con el objetivo de tener a toda la sociedad sobre
la que gobierna en sus manos. Solo ellos dicen lo que es lícito y lo que es
ilícito. A partir de aquí entran las togas.
Nada es más doloroso para un pueblo que tener un gobierno que deprecia la
libertad de expresión de su pueblo, porque la crítica es censurada con leyes
que limitan hasta dónde se puede expresar y hasta dónde hay que callar. Los
años de la libertad, de la palabra en libertad han pasado, solo nos queda el
recuerdo de que una vez pudimos hablar y expresarnos en libertad. Hoy todo eso
sirve para llenar de mentiras los libros de historia. Para llenar la conciencia
de los que una vez pudimos expresar lo que sentíamos con total libertad.
Hace tiempo que en nuestro país es cada vez más difícil hablar con libertad
de expresión. Es cada vez más difícil expresar una crítica. Cada vez es más
lejano opinar sin ser censurado por ello, sin que la maquinaria te meta en los
juzgados. Y una vez aquí muchos temen a los oblicuos jueces que tenemos. Las
sucesivas reformas del Código Penal, unidas a la ley mordaza, marcan las líneas
rojas de la libertad de expresión en nuestro país. La reforma de 2015 ha exagerado las penas
en materia de delitos de odio y por este delito se intenta juzgar a los que
opinan, por ejemplo, sobre la sanidad o sobre el estado de la comunidad, es
decir, para cuestiones que no estaban previstas.
Internet hoy en día se ha convertido en una autopista por donde circula la
información. Hemos visto cómo se ha utilizado la red para intensificar
protestas y movimientos sociales, y que la gente se organice de distintas
formas para ejercer su derecho de expresión y exigir responsabilidades al
gobierno. La libertad de expresión en las redes son hoy un fermento para el
cambio y, por ello, surgen los intentos por controlar la circulación de
información, ya que la comunicación digital puede promover el conocimiento y la
comprensión a una velocidad y con una magnitud inimaginable hasta ahora.
Cuantas verdades dice usted, pero nos callan según los políticos por nuestro bien. Ellos viven en otra dimensión, nosotros sólo les valemos si votamos, nada más
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