Artículo de Rafa G. García de Cosío
Helmut Willke es
uno de los pocos intelectuales europeos que se atreven a cuestionar la
democracia como ideal sistema de gobierno, sugiriendo incluso que China en este
respecto nos lleva mucha ventaja. Willke argumenta que la dictadura china
promueve a sus mandos y funcionarios basándose únicamente en la meritocracia,
con lo que sus políticos no se ven obligados a deber su puesto a ningún grupo
de interés y tienen supuestamente manos más libres para tomar medidas a largo
plazo, mientras que las democracias europeas, con sus mandatos reducidos a
periodos de cuatro o cinco años, obligan a los políticos a ofrecer soluciones
de corto plazo. Que nadie piense que Willke es un derechista aristocrático: el
filósofo alemán pone también de ejemplo a la idealizada democracia
estadounidense, donde las inmensas cantidades de dinero de los lobbies, dice,
acaban sustituyendo
no ya el poder del representante, sino el del mismo
votante. Para que le entendamos mejor, Willke cita al economista Charles
Lindlom, para quien la democracia es ''la capacidad de ir haciendo trampitas''.
Como colofón, el filósofo alemán concluye que temas de gran calado y complejos
como el cambio climático, en los que ''el votante medio no está preparado de adentrarse'',
deberían ser delegados a una institución supranacional no elegida, al estilo de
los bancos centrales.
En estos
momentos, pocos países democráticos pueden librarse del diagnóstico de Helmut
Willke. Sean sus ideas más o menos discutibles, él no se refiere a ninguna
democracia en concreto. Sin embargo, en España ahora mismo vivimos una
situación algo más que especial. Con el golpe de Estado (armado con la
colaboración de los Mossos de Escuadra) iniciado en Cataluña el 1 de octubre de
2017 y fortalecido en Madrid desde el 1 de junio de 2018, nuestro país no se
encuentra simplemente con un gobierno que tome medidas cortoplacistas o sin el conocimiento de los ciudadanos, sino
que tiene al timón a un jefe del ejecutivo que se ha atrevido a dar una puñalada
mortal a la separación de poderes idealizada por Montesquieu, y en un momento
en que la credibilidad judicial de España está casi totalmente cuestionada por
el resto de Europa. Pedro Sánchez-Castejón, el Doctor Falcon-stein, ha superado
ampliamente a Zapatero con su ''nación es un concepto discutido y discutible'',
pues ambos han pisoteado la letra de la Constitución, que es cosa del poder
legislativo (Sánchez-Castejón lo hizo intentando vetar el rechazo del Senado a
sus presupuestos), pero el actual presidente se ha atrevido, pocos día desués
de la visita de Iglesias a Oriol Junqueras en la cárcel, a cuestionar el delito
de rebelión en Cataluña. Jamás Zapatero o Rajoy cuestionaron de tal forma al
poder Judicial!
Qué van a pensar
ahora los jueces alemanes que se atrincheraron en sus casas tras negar al
Supremo, desde un tribunal de provincias, la entrega de Puigdemont por
rebelión? Qué postura van a adoptar ahora los países que quizá habrían
entendido a España, como Italia, Grecia, Polonia o Hungría, y que ahora no
tendrían problemas en seguir las resoluciones de Bélgica o Alemania?
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