Artículo de Antonio Nadal
Dedicado a los
Paniguados que escriben para El Poder. A los Subvencionados del Truquillo. A
los millones de "especialistas" de la memoria.
Un trabajo “a la
fuerza”. La indisponibilidad heurística condujo a la primacía de una parte del
“yo”, que no aspira a autobiografiarse, sino a mostrar, en un periodo
determinado, la situación personal y política de un superviviente sin
aspiraciones o egotismos. Si hubiese dispuesto de una parte sustancial de los
Boletines de la Brigada Político Social o los expedientes del Tribunal de Orden
Público, por ejemplo, mi nombre o fechas se hubiesen confundido con un número
más en la larga lista de procesados o detenidos. Y ello por razones
estadísticas y una taxonomía estricta.
Como historiador
con severas secuelas, he debido introducir en mi trabajo, a fuerza de perpetrar
un desafuero, la literatura memorialística. El “quedé sin defensa” de Ortega me
asaltó, avanzado el proceso. Y las luces, debo reconocerlo, de materias ajenas
a la maldita especialización, me han alumbrado. Ya veremos en qué sentido.
Se ha
popularizado una cita de Castilla del Pino la buena memoria es siempre
sospechosa, y me siento aludido, en el mundo de la creación, cuando leo a
Arcadi Espada los memorialistas que acuden a la ficción cuando la verdad les
pone pegas me recuerdan a aquellos novelistas que acuden a la historia cuando
la imaginación les flaquea, o que abandonan la historia, camino de la ficción
redentora, cuando no saben cómo afrontar la apariencia anodina que la historia
muestra.
Como siquiatra,
conoce Castilla, -la limitación de la cita es injusta-las traiciones, las
lagunas, los viscerales rechazos de nuestras introspecciones. La memoria
aproximada es imposible, más que sospechosa. El trauma psíquico permanece con
tal vigor que situaciones breves, etapas largas, a cambio de permanecer como
avisos, te alivian mediante el olvido. La lucha por el recuerdo es titánica.
Vacío escénico, sentimental, solo resquemor y tristeza más inducida que real.
Durante cuatro meses y medio estuve en una celda de 4 por 3 más o menos. Tengo
en mis escritos “cambié la cama de sitio y los libros”. ¿Saben que me es
imposible situar alguna referencia concreta sobre un movimiento tan
trascendente y abultado en un mundo estrecho, mutilado? Desde el trabajo, los
papeles, cartas. Nada. Solo los cuatro pasos que, casi siempre, con los ojos
cerrados, me obligaban a una centesimal curva, en el último tramo para sortear
la taza del water, me dio la pista. También cuando encendían las luces y se
proyectaban sobre la pared cuatro rejas de la ventana y la situación de mi
cabeza en noches de insomnio. Pruebas circunstanciales que quiero seguir. . .
me hace daño. Es un bloqueo insoportable.
En un trabajo en
que cada experiencia esta fundada en un documento, y cada documento remite a un
dibujo de la sociedad, otorgo más importancia a las descripciones objetivas. La
vivencia directa o parcial de los acontecimientos me ayuda a una versión
crítica y personal de los hechos. Podía haber quitado mi nombre y el libro
hubiese sobrevivido sobre los pies de la realidad textual.
La diferencia
entre autobiografía y memoria, puede, en la teoría, explicar la primacía de las
fuentes históricas, no de la historia oral, menos del frío papel que debía
tiritar antes de ser entregado, y exaltaba a la cofradía gregaria del régimen.
Lenguaje de papagayo, que terminaba siempre con doy fe, o hago constar.
Soy un enemigo
de la memoria. De esta Memoria Histórica que asciende como la lava de un volcán
seco, pero artificialmente inyectado de odio y mediocridad. Supongo que podré
contar con mis intimas sensaciones y malditos recuerdos. Seguro. Pero que nadie
cuente conmigo-y desde luego que no lo hacen-como coartada para el gran festín
del pobre gobierno empeñado en la guerra de los vencidos, conducidos a la
victoria final. Ya no soy, ni vivo en el Franquismo. No soy resistente de la
memoria, es más, denuncio la usurpación y la mentira. Soy yo, mi yo y no aspiro
a compartirlo. Sin embargo, tampoco deseo colocarme en la fila de de los
contradictorios. Asumo, como en escenografía inexistente, el jura-mento de la
verdad. Soy indevoto de los críticos. Más no transito por las rutas de Moreno
Villa o Francisco Ayala que arremeten contra el género después de haber escrito
libros de memorias. No mucho mejor el proyecto Günter Grass, en su
autobiografía de juventud, junto a su escepticismo, con respecto a la
literatura autobiográfica, confía, lograr que ese escepticismo se refleje en lo
que escribe.
No me he
concedido el perdón y he tratado que el perdón ajeno, pese al dolor y la furia,
sea un mecanismo natural. No un acto de superación. Fui inocente, pero no me
incluyo en la memoria colectiva, que proclama la inocencia como la gran prueba
de la verdad. No participo de las memorias colectivas como verdades colectivas.
Rechazo los grandes poseedores de la verdad. Tengo miedo del hilo que separa la
memoria del engaño colectivo. No soy un testigo imprescindible y de mis
arrepentimientos, me reservo únicamente la honestidad. Escribo pensando más en
la desaparición que en la reconstrucción. No soy o quiero acabar como el
personaje de “El Portero” de Eagleton, alguien empeñado en salir a toda costa
de la condena de una situación de marginalidad y, por tanto, en ser alguien
distinto. Coincido con él en que la progresiva relevancia de la identidad
cultural es la irrelevante y peligrosa aportación, de la teoría política,
superpuesta por la izquierda en los nuevos “paradigmas” de la identidad o la
memoria. Orham Pamuk denunció públicamente la vertiente más feroz de un gran
olvido: que un millón de armenios fueron asesinados a principios del siglo XX
por los otomanos y que otros 30.000 kurdos habían corrido la misma suerte a
manos de los turcos en los años 80. Hechos históricos, mas como tantos acontecimientos
extraeuropeos, desconocidos para el mundo académico. Conozco Turquía, no como a
sus vecinos. Mas cuando la legislación controla o define las historias
nacionales, la libertad se anula. La ley persigue cualquier “denigración de la
identidad turca” y “la historia oficial” niega que se produjera ningún
genocidio armenio, ni persecución sistemática de ese pueblo, durante o después
de la Primera Guerra Mundial, sino que sucumbieron en luchas partisanas como
muchos turcos musulmanes.
No milito en las
cofradías de turiferarios de la derrota -hoy, sorprendente victoria-. Detesto
siquiera las preguntas sobre el pasado, como se infatúan o pavonean algunos
miserables, albercados de corrupción. El memorialismo durante el franquismo es
uno de los montajes más espectaculares del último siglo !Bendita censura y
autocensura¡ ¡Cuántos creyentes de las quejumbrosas escenas de obscenidad! El
arrepentimiento es una condición social y cultural justificada. Los ensayistas,
periodistas, culturalistas pasando sobre la guerra y la posguerra, en avión.
Exilios internos-¿los más dolorosos?-e imperecederas alusiones a la dureza y
pobreza del régimen. Ejemplos insanos. Personalidades de la solvencia de
Torrente Ballester, en sus Cuadernos de la Romana, con la simplicidad de la
conciencia laxa. El insustituible en cualquier artículo, Pla. El mismo Ortega,
Rosa Chacel, Azorín, Baroja…
En esta ruptura
marcada ¿a quién seguir? ¿Qué estructura, incluso, artística destacar? Sobre
qué merecida y honesta trayectoria proseguir, generacionalmente, los escritos
del pasado inmediato? ¿Y el compromiso con la verdad? Recuérdese que soy
historiador, me afecta, pero no me enloquecen, los delirios sexuales o
intimistas de nuestros maestros tan cercanos. Me encuentro en Atenas y en
Jerusalén. A lo largo de su vida cambian las creencias -residentes de un
absoluto-, pero no la intensidad de la búsqueda, ni la obstinada voluntad de
entrega, culminando en una especie de lúcido escepticismo final. Estimo.
He vivido en dos
regímenes: franquismo y socialismo, Franco y el PSOE. Dictadura y Democracia.
Cárcel y silencio. Falsedad de origen y mentira institucional. Adhesiones
inquebrantables, profesionales del empleo. Constructores de mitos, destructores
de sueños. Tontos mandando, medianías al poder. Carrero Blanco, Alfonso Guerra.
Poder lejano, vecinos diputados. Estúpidos, soberbios. El Caudillo y Felipe. En
una estructura, un tiempo largo, de caciquismo o clientelismo profundo e
insano: Andalucía.
“Una simbólica
simetría”, los distintos totalitarismos que destruyeron Europa, para Norman
Manea, primero Antonescu y los terribles fascistas rumanos, entre quienes
estaban Cioran y Mircea Iliade, después a los 50 años, completó su trágica
fortuna con Ceaucescu. Antes desarraigado, perseguido, y con la democracia
rumana, silenciado, excluido. De nuevo rodeado por la incomprensión.
Sobre el pasado
cada cual defiende su parte de sedicente legitimismo. Entonces los tributos son
execrables y la verdad ilegitima. Rodeado. Todas las grandes referencias de la
historia infectados por la enfermedad fascista. Todos han sido perdonados y
elevados sobre la asimetría de la superioridad moral. Grass, Cebrián, Iliade. .
., los pecados de juventud al saco de las tachaduras y a impartir con el hisopo
las inapelables decisiones en las conductas y las ideas. Y los fascismos
juveniles otorgan un brillo especial a los maduros socialistas. Cuatro
pistoleros dibujados como trágicos buscadores de la verdad.
La verdad a
costa de su uso esta profundamente degradada. No creo en ella, me limito a un
diálogo con el interior de algunas, pocas, conciencias. La verdad es una
declamación y cuando se pronuncia su nombre y, a veces en su nombre, es para
mentir. ¿La mentira como origen invalida, como mancha el futuro, brillante, de
tantos redentores? “C´estait François Mitterrand”, de Attali, representa el
perdón, la ineficacia de la verdad, la parcialidad de la intelectualidad, de
las bendiciones. Durante algún tiempo, François Mitterrand, de 25 años,
colaboró con la Administración de Pétain. Ocultó ese periodo de su juventud
Nadie investigó y el calló tal situación. Aquel régimen colaboró con la Gestapo
en la captura y entrega de decenas de millares de judíos franceses, la mayoría
de los cuales morirían en lejanos campos polacos. Pero borró esta etapa de su
juventud y mintió sobre él, no sólo por omisión. Ahora es el Presidente francés
más popular de la Historia, por encima del mismo De Gaulle. Mas si en el
Partenón se opera al contrario, se abrazan los dioses invertidos, se abandona
el comunismo arribando al liberalismo, gritan hasta las piedras, la traición,
el horror. ¡Cuánta infamia tú que fuiste antifranquista!
El
agradecimiento es el argumento de los generosos y su tragedia. ¿Cómo no servir
al Partido? Los judíos somos “antifascistas”, me dice mi amigo, judío búlgaro,
Samuel Francés, y habían sido liberados por el ejército soviético. Cuenta,
Manea, en la brillante Regreso del Húligan, como en 1958, situado en un puesto
superior, -las siniestras empresas estatales-, su padre, al no haber pagado un
paquete de carne, fue detenido. Mentira, pero llena de veneno. En mis largas
entrevistas con antiguos miembros o menos viejos miembros del partido rumano,
había pensado escribir un trabajo titulado La Cola. Algunas de las grandes
fortunas y personas influyentes de la democracia tienen que ver con el control
de la carne. Colocaban las familias, a las abuelas, sobre la nieve, en la
madrugada en las colas y luego cambiaban de sitio…y las pobres abuelas, otra
vez a la cola. Pudo, otra vez, contemplar a su padre en la cárcel del
comunismo, ahora. De nuevo en Transnitria. Aún en 2003 quise llegar a este
campo y “proclamaron” la independencia los prorusos de Moldavia. Cortaron los
trenes con sillas y se sentaron en los raíles. Vázquez-Rial penetra, en torno a
los mataderos, al fantástico mundo de las mafias y su relación con el poder en
Argentina, retratado, desde lugar diferente, por Martin Scorsese en “Gangs de
Nueva York”. En Argentina, cómo todo el proceso se incardinó al desarrollo de
la ganadería, Perón no es comprensible sin los matones del gremio de la carne.
Sin embargo la
burda representación, la Invención de la Historia, las argucias implacables, de
una feroz implantación en las fronteras axiales de Europa, no desmerece los
modelos enteramente “europeos”. En España las provisionales alianzas políticas
tras condenarnos al silencio, Martín Santos podía haber extendido su cronología
literaria, nos persiguen, atemorizan, ridiculizan. Bien es cierto que no en
público, aun. . .
En Francia,
nuestro faro y madrastra, la Historia, hace tiempo, la escriben las mayorías
parlamentarias. La persecución de los historiadores se ha convertido en un
modismo. La descalificación, el desprecio, procedente de peculiares e
irrelevantes personajes, acomodados desde el poder. Desde otro lado son masas
borrosas, interinos, profesionales del nuevo quehacer de identidades o memoria.
Alexandre Adler:
“J'appartiens, en très bonne compagnie (Hélène Carrère d'Encausse, Alain
Finkielkraut, André Glucksmann. . .), selon notre confrère Le Nouvel
Observateur, à une nouvelle famille d'esprits, “les néoréacs”. Pour paraphraser
le Shakespeare de Jules César : “Si tel était le cas, ce serait une lourde
faute et lourdement devrons-nous en répondre un jour. “ Au-delà de toute
polémique, j'ai essayé de comprendre ce que cette nouvelle épithète pouvait
bien signifier aujourd'hui. Et voici la réponse : un néoréac n'est néo que
parce que la forme de réaction qu'il incarne est nouvelle, tout autant que le
progressisme qu'il combat s'appuie sur un paradigme non moins nouvea.”
“Le Point”
suma al panel de los señalados, a Regis Debray y a Alain Kouschner.
Son, somos, soy,
los “Nuevos reaccionarios”.Hacen frente a lo políticamente correcto: las malas
conciencias, la guillotina de la memoria. La cacería encabezada por Le Monde,
contra Finkielkraut, a la que se suman, Le Nouvel Observateur y Libération, por
una supuesta e inventada posición pro-judía, es la expresión más cualificada de
la intensa batalla de posiciones abierta y dirigida por los mass media
progresistas europeos contra el discrepante.
¿El modelo
social francés? La idea rousseauniana de que todo problema social tiene su
origen en la misma sociedad. ¿Pero cómo se puede entender que Villepin tenga
una opinión de izquierda cuando la derecha estigmatiza lo proclamado? ¿Qué
sucede con esta forma de pensar? ¿Por qué denunciar un exceso de derecho penal,
y designar a la tolerancia como nueva religión? Si unos desean el mestizaje
como única forma de combatir el pensamiento monolítico, ellos, nosotros, yo,
pregonan la vuelta a valores clásicos como forma de oponerse a los iconos de la
modernidad, convertidos en ideología y casi en una tiranía de la libertad de
expresión. Una creencia en los valores euro-centrista del mundo, en el caso
preciso de la colonización, que desea se le redima de ese papel de tirano.
¿Por qué no
entrar en los grandes asuntos? ¿Existe responsabilidad en la víctima o al menos
una versión de su pasividad? En el caso Eischmann, Hannah Arendt avanzaba por
tan proceloso, más real, proceso de investigación. Por estos lugares se cita
también a Michel Houellebecq. Una especie de cese de la inocencia a través del
cual volvemos a creer en la capacidad destructora del hombre.
La cruzada
ridícula y antidemocrática a periodistas o historiadores no académicos en
España, se acerca a lo fantasmagórico, de no ser cierto: manifestar que deben
ser encarcelados por sus posiciones sobre la Guerra Civil o el Franquismo, o
amenazar abiertamente sobre supuestos escarmientos. Desde luego, quiénes lo hacen,
sumisos ganadores de premios o prebendas en la Editorial de un famoso grupo
mediático, lo firman en su nombre y en el de quien se lo permite. No
introduzcan en la patraña a los “historiadores académicos”, al menos no a
todos. Yo no le di permiso o consulta previa. Patético.
El mismo
Pierre Nora denuncia esta feroz utilización política de la memoria:
J'avais déjà
dénoncé voilà vingt ans, dans la conclusion des Lieux de mémoire, les dangers
d'une certaine “tyrannie de la mémoire”. La mémoire, ce n'est pas l'histoire.
Mais, depuis, les choses se sont aggravées. A l'époque, les minorités sociales,
sexuelles, provinciales, etc., qui s'exprimaient demandaient avant tout une
certaine reconnaissance légitime. La mémoire était, si l'on peut dire,
“modeste”. Ces groupes ne revendiquaient pas de droit. Aujourd'hui, certains
défenseurs de la mémoire ont une tendance à se montrer agressifs. Ils imposent
une mémoire tyrannique, parfois terroriste, notamment vis-à-vis de la
communauté scientifique. Des historiens très sérieux sont jetés en pâture à des
groupes de pression qui utilisent de plus en plus la menace de la loi pour
occulter des vérités qui ne leur conviennent pas. Il faut empêcher les gardiens
de telle ou telle mémoire de prendre en otage la recherche historique. Ils
exigent que l'histoire les serve parce qu'ils projettent les préoccupations du
présent sur les événements du passé. C'est ce péché d'anachronisme qu'il faut
dénoncer. Et ce n'est pas le législateur qui peut le faire, mais seulement les
historiens.
¿Por qué aceptar
el papel de verdugo, de tirano? ¿Por qué la rendición sin condiciones?
¿Podremos vivir con la angustia del ejecutor? Si en el mestizaje, en el Islam,
en incompresible mezcla con el marxismo tradicional, se alberga el Santo Grial,
está sellado el futuro.
La mia colpa era di aver fermamente condannato gli
attentati terroristici dei kamikaze palestinesi che mietono tante vittime tra i
civili israeliani. L'ordine impartito era preciso: se avessi continuato a
contestare il terrorismo dei kamikaze palestinesi, mi avrebbero ucciso. . . .
Oggi è arrivato il turno dei sunniti. Perché il terrorismo è una spirale
avvelenata che non risparmia nessuno. Gli iracheni l'hanno capito sulla propria
pelle. Ora speriamo che lo capiscano anche gli occidentali che, seduti
comodamente sulle poltrone del salotto, continuano a idealizzare e esaltare la
“resistenza” irachena. Escribe
Magdi Allam, en el Corriere.
Occidente es el
monstruo, la representación del mal, el gestor de los demonios, generador de
miseria, explotación. Acabemos con Occidente. Volvamos a la Edad Media.
Arranquemos los papeles de Hannah Arendt. La responsabilidad es única e
inviolable. Tranquilicemos los conceptos. En las paredes esta escrito: América
es culpable. Sigamos los modelos de los países musulmanes tradicionales, aquí,
sin grandes confrontaciones teóricas, la identidad le es dada y confirmada por
todas las instituciones sociales, desde la familia hasta la mezquita, pasando
por el Estado. Recordemos a Salman Rushdie, condenado a muerte por blasfemo, y
a todos los creadores perseguidos, por negar el mito identitario de la patria o
enfrentarse al totalitarismo religioso. Denunciemos la confluencia, teórica y
política, desde Oriente y Occidente: nacionalismos europeos, fundamentalismo islámico,
terrorismo global, entrelazados con fuerza, en los vacíos agónicos del
ex-comunismo.
La Verdad como
coartada. En Italia, a Massimo D´Alema, presidente de la DS, se le califica
como a los historiadores nazis, de “revisionista”. Su cruel delito, haber
señalado que un proceso como el de Nuremberg, hubiese resuelto de manera más
adecuada el final del fascismo, que los cuerpos colgados de Mussolini, la
Petacci, y otros son situaciones de guerra, pero difícil de aceptar. Y las
tormentas de la Eneida. Armando Cossutta, presidente del Partido de los
Comunistas italianos (PDCI), defiende que Mussolini fue ejecutado por orden del
Comité Nacional de Liberación, en nombre del pueblo italiano. Y su partido y
los Verdes y las Asociaciones de Partisanos. Cosida la boca, apagado el
cerebro, empaquetadas las conciencias.
Para Fukuyama,
los europeos contemporáneos otorgan poca importancia a la identidad nacional en
favor de una europeidad abierta, tolerante, “pos nacional”. A diferencia de la
mayoría de los recién llegados a Estados Unidos, pocos se sienten
verdaderamente aceptados por la sociedad que les rodea. Pero los holandeses,
alemanes, franceses y demás, retienen un fuerte sentido de su identidad
nacional y, en grados diferentes, se trata de una identidad que no resulta
accesible para la gente que llega de Turquía, Marruecos o Pakistán.
Jean-Jacques
Guillet s'est étonné de ce “manque d'enthousiasme. Le député des Hauts-de-Seine
estime que la France commémore plus volontiers ses défaites que ses victoires.
“Notre réserve contraste avec la commémoration de la bataille de Trafalgar par
les Britanniques, argumente Jean-Jacques Guillet: la France avait alors trouvé
tout naturel d'y participer en envoyant le porte-avions Charles-de-Gaulle,
fleuron de sa flotte. “ Professeur d'histoire d'origine, Lionnel Luca
(Alpes-Maritimes) estime “ridicule de juger le passé à l'aune des valeurs du
présent. L'anachronisme est une erreur grossière en histoire. Pourquoi
les Français seraient-ils condamnés à s'autoflageller en permanence?”
La endeblez de
los argumentos, resulta el más útil de los procedimientos. Sectarismo
anticientífico. Filosofía de una u otra orilla. Conmigo o contra mí. En una
dinámica inexorable que convierte a Horowitz en modelo, Radical Son.
. . . tells many truths we do not wish to believe. It
is a searing book, an unflinching book and deeply honest. A reader may not come
to Horowitz's conclusions about politics present. But about politics past he is
undeniable. James Atlas was not wrong when he characterized Radical Son as a
work of literature, for that is precisely what one feels in the shape and ring
of its paragraphs. Horowitz`s painful narrative is more honest and to my mind,
more important than other memoirs of those times.
Otros aman su
identidad hasta en la policía. Entre 1956 y 1959, Grass vivía en París, en una
situación política grave debido a la guerra de Indochina. Al asumir De Gaulle
el poder, fue detenido por la policía durante una noche, comprobando en tan
largo y terrible secuestro, el comportamiento brutal de la policía con los
jóvenes: entonces me dije que si tenía que tener algo que ver con la policía,
mejor enfrentarme a una policía cuyo idioma entendiera. Eso aceleró mi regreso
a Alemania”, contó Grass. Como escritor da más o se confundió con su época en
las SS.
Tenemos nuestra
pequeña historia y responsabilidad. Cuando comenzamos la demolición de la idea
y la materia de la historia universal, construyendo en nuestros planes de
Estudio, centenares de micro identidades sustitutorias y reivindicativas,
poníamos las bases de una profunda reestructuración, en la que, sin sentirnos
implicados, la generosidad intelectual, derivaba a la historia, la narrativa,
la razón revolucionaria de las minorías. En nuestra ignorancia, la batalla
contra Occidente, engrandecía a los colonizados por la cultura y denigrando
donde vivíamos, y a quien repudiábamos. No es imprescindible crítica alguna a
la posmodernidad. La abrimos nosotros deprimidos por el manifiesto interés de
las novedades epistemológicas. Las guerras por el reconocimiento estaban en
bandeja. Se troceo la totalidad, como al cristianismo, tras el marxismo, la
inane realidad parió las solicitudes, exigencias, referentes más complejas y
dispersas. Esto es la posmodernidad, pero qué importa. Había que revisar los
conceptos. Aquello era el final. Era el principio. El fin de la política, de lo
político, la hegemonía, una parte mutilada de Gramsci, de la cultura. La
primacía de “las nuevas categorías”, empezamos por “la clase obrera”, “la
historia de Andalucía”, los géneros, el género en particular, las minorías, la
emigración. Se terminó la historia y con ella los grandes objetos colectivos.
Me temo que era inevitable. Más quebraron las ideas utópicas y matamos su
expresión. Proclamamos, torpemente el relativismo. Una larga y apasionada
historia de Europa, en el que todas las tendencias, habían instaurado en los
sistemas, viejas y profundas igualdades sociales. Incluso amamos el modelo
oriental hasta avanzados los 70. Como en un flash back incesante los géneros
antiglobalizadores, Sami Nair en el Evangelio, el complot del capitalismo,
contra la igualdad social del mundo. Les espero en los antiguos países del
Este. Hablaremos.
Ahora me incluyo
en la rebelión de prestigiosos historiadores franceses contra la historia:
une vingtaine
des plus grands historiens français ont décidé de briser le silence. Dans une
pétition intitulée Liberté pour l’histoire! ils rappellent que, “ dans un Etat
libre, il n’appartient ni au Parlement, ni à l’autorité judiciaire de définir
la vérité historique” . “L’histoire, ajoutent-ils, n’est pas un objet
juridique. Il faut arrêter de se tourner vers le Parlement pour régler des
controverses historiques” (lire le Figaro du 14 décembre 2005). Et la pétition
demande l’abrogation, non seulement de l’article 4 de la loi du 23 février 2005
mais aussi de toutes les dispositions législatives qui ont, depuis une
quinzaine d’années, “restreint la liberté de l’historien”, y compris
l’emblématique loi Gayssot. Une chose est sûr: “Une société ne peut rester
indéfiniment en colère avec elle-même”. Dans sa tribune au Journal du dimanche,
le ministre de l’Intérieur a justement cité Paul Ricoeur. Cela suppose de
reconnaître les souffrances passées. Mais de ne pas confondre une mémoire, de
plus en plus orientée de part et d’autre, et l’histoire.
Marcuse y Adorno
creyeron a mediados del siglo XX en la aparición de un hombre sin memoria. No
parece que acertasen en tales previsiones o al menos en el concepto de memoria;
más aun la “obsesión” por la memoria ha hecho a esta reivindicativa, cuanto no
odiosa.
No tendrá
sentido este libro sin una versión, sino convincente, al menos comprometida,
del sentido histórico del tiempo vivido, de sus efectos, de las aportaciones al
cambio político, de la compleja versión generacional. Ni pretendo, y
radicalmente debe rechazarse, que mi narración pueda ser representativa de un
periodo o grupo de personas. Es más, creo que en absoluto. He dialogado y
encuestado a mis compañeros de clase. Las preocupaciones, los sueños, los
objetivos, vivían en otros astros de la juventud amable. Las vanguardias
políticas, los poetas oficiales del sindicato, los habitantes del bar sagrado
de la revolución, convivían con sus monstruos y sus aspiraciones. Los
transterrados de la tierra mutaron en viajeros informados. No llevaba compañía.
Creo que mi
fatídica existencia, mi fatum poderoso y destructivo, se amaso en largos años
de cristianismo místico y arrebatado. La rebelión contra él, contra mí mismo,
marca las cicatrices que aquí dibujan un periodo y una biografía, ambos
turbulentos, intimistas y públicos, duros y sensibles. Inadaptados.
Enfrentados.
Si la
descripción ofrece perfiles son, modestamente, personales, orientativos, de
quienes tenían 20 años, en la Generación de 1968 o la Generación de 1970.
Diferentes, estimo, y ni en una u otra, me integré. Tómese una parte, nunca el
todo. Tampoco es preciso que me crean. No lo pretendo.
La ironía, no
desafecta al respeto a la dura realidad del franquismo, me acompaña enhiesta,
vigilante. A nadie busco conmover. No cumplo una promesa al Cristo del Paño. La
Agencia Pinkerton jamás me hubiera contratado. Me deslizo. Ni tautología, ni
paradoja. La palinodia no entra en mis cálculos. Mas debo contestar mi propia
pregunta Proclamo, de antemano, que me parece haber estado siempre en el lugar
inadecuado. En mi propia oposición. Entre los dioses de la memoria ni me
busquen. No aspiro a tanto. Mi fracaso es comparable a su traición. Mi renuncia
tiene como contraprestación su farsa. Mi culpa, reverso de su inmoral mentira,
la expiro en silencio. Son los usurpadores de la memoria.
Nietzsche
escribe algo tan incontestable como insuperable para el cronista: Todas las
cosas que duran largo tiempo se embeben progresivamente de razón, hasta tal
punto que se hace increíble que hayan tenido su origen en la sinrazón. Siendo
el presente tan propenso a las grandes transformaciones epistemológicas, debo
vigilar mi testimonio con mentalidad histórica que pide T. G. Ash.
Ningún vencido
tiene justicia si lo ha de juzgar su vencedor, dice Quevedo. Resueltamente lo
ratifico. Seguramente lo presienten los aludidos. No son los del último parte
de guerra. Estos desaparecieron. Gobiernan desde la Transición, ocultos o al
viento, rescriben. No han vencido, todavía. Están en el buen camino. En la vía
Augusta, estorbamos. Nuestros trabajos no existen. Nosotros nunca existimos.
Ellos son los vencedores de Quevedo, los arquetipos de la nueva historia y de
la desaparecida, en clandestinos ofrecimientos, España.
Juaristi propone
que el único modo de sacar un rendimiento marginal al fracaso, retomando el
conjunto de Memorias de la generación vasca de 1970 -urdidores de un generoso
espejismo político cegador-, como una colección de fracasos personales,
consiste en renunciar al consuelo, que impide arrostrar una implacable puesta
en cuestión de la propia biografía. Cita unos versos de García Calvo:
“Enorgullécete de tu fracaso / que sugiere lo limpio de la empresa”. Estoy de
acuerdo. Más tendríamos que discutir ante que tribunal juzgamos nuestras
entelequias, errores, miserias. Sobre su imparcialidad, competencia, seriedad,
solvencia. Ante los usurpadores tales actos de contrición pueden resultarles
cómicos. Del “fracaso”se surtieron ávidos, montaron el inmenso reflujo de lo
nuevo, sobre lo viejo. Copiaron sin citar. Escribieron sin pie de página. Este
subgrupo no batalla por los valores morales. El fracaso es un honesto aporte,
porqué se hizo y nada a cambio se solicita. Reclamo una parte, si la hubo, de
los éxitos, de nuestra aportación, del desgarrado fracaso, del olvido
imperdonable, de aquello que entregamos. Denuncio a los infractores públicos y
sectarios, desde la falsedad o el enjuiciamiento más que generoso.
También son de
nuestra generación, de la izquierda, Ciudadanos de Cataluña, plataforma a la
que pertenece Boadella, junto a Arcadi Espada, Francesc de Carreras y otros
ciudadanos de Cataluña. Instalados en la decepción, empujados por una profunda
y antigua llamada, la del deber, pugnan por lo evidente, el más obvio de los
imposibles: ser libres en el degüello estúpido del nacionalismo.
Somos, aquellos
que oscilamos entre los 50-60 años, la última promoción de posguerra por
familia con memoria y más bien sin ella. La primera surgida, en proporciones
demográficas significativas, de las clases medias franquistas, la primera que
de manera directa nos opusimos al régimen, sin llegar a la frontalidad, unas
cortas generaciones-promociones, que fueron barridas por la profesionalidad
política, unos inadaptados a la revolución de las medianías. El mamut frente al
hombre. En parte, todo ello, nos reservo una notable dosis de superioridad
intelectual y moral. Sirvió, cuánto menos, para sobrevivir cuando se
derrumbaron los muros construidos por la ingenuidad y se elevo el gran proceso
de occidente: la democracia, y nosotros seguíamos creyendo en la
“excepcionalidad” de España. Renunciamos, después, también a la superioridad,
creación emergente de la tristeza, por errónea. Era, sin embargo, una sensación
íntima, sin destino o alusiva. Un pilar, un sostenimiento ante lo ingrato.
Sorprendente por desconocido. En el torbellino siguiente, en plena borrasca
también nos fue arrebatada. En los pendones de la paz, tras la guerra, fueron
calcados en letras espurias por los falsarios. La posguerra fue, como es de
prever, intensa e implacable. Pública por los publícanos. Rechazable por los
originarios de aquel perdido, turbado, lugar y tiempo.
Ciertamente, en
1968 el proceso histórico se elevó, como en todo Occidente, y generó niveles de
creación desconocidos y amplios. Fueron tiempos de intensa creación. Unos
murieron, otros nos mataron y el resto pervive en la nostalgia. Pero el
espectro fue poderoso. Nadie creció o apenas después y diseñamos, y así esta,
el futuro sin que haya sido desmontado. Solo una parte de los autores pasamos
la frontera, costosamente, saliendo del dogma como una liberación. No despuntó
la hierba y los que izaron la bandera ajena, los prototipos imitativos, están
dispuestos a enarbolar la verdad sin macula hasta la muerte. No sé porque los
impostores reclaman honores donde vive el poder, el dinero. Es insoportable.
Como el Gran Imperio Británico, en esta ocasión en nombre de la idea y el
bolsillo, transforman la mentira en política de estado autonómico. Pasaron los
días y años y no se enhebraron más que deformaciones de aquella romántica
coyuntura, que hoy se editan como recopilaciones.
¡Me hacen gracia
esos blancos! decían los Lacotas. También a mí. Heredamos a nuestros
profesores, nos saltamos varias generaciones, somos, todos aquellos que decimos
ser, catedráticos. Al final la vida académica nos fue favorable. De las
afectaciones espirituales, declino el juicio. Los sustitutos aterrorizan a las
masas conservadoras, desprecian a la clerecía, fustigan al franquismo,
visionado, apenas, un video de la transición y no han renunciado, sino
enaltecido, los vicios burgueses. Como no hay prototipos, quizás solo los
primitivos miembros del PCE, albergados en las covachas secundarias del PSOE.
Quien más recuerda, en un afán universalista, aquéllas melodías es Fischer, ex
Ministro de AA.EE. alemán. No puedo decir que no sea envidiable. Como Villepin
pero más bajo. Enormes figuras. Barrido el primero, cerrado el ciclo de los
fantasmas franceses. Se acabo París. Sobre la eternidad superior de la historia.
Ni dadá ni nausea. Nada. El fracaso generacional de los héroes del 68:
funcionarios de de UE. Ni agua, ni playas, ni lo imposible, ni adoquines. La
vieja aristocracia, repintada como mascara vieja, con carmín rojo y violeta,
deambulando, prisionera de nuestra propia incapacidad. Rectificar es de
derechas, neocons. ¿No habían leído a Lenin y sus revoluciones en el lado más
débil de la cadena? pues ahí tienen las periferias, los partidarios de la
historia inmóvil. Los barrios ateridos y sublevados ante sus creadores. Sed
realistas, pedid lo imposible. ¿No han trasmitido esa consigna a sus jóvenes
franceses? Claro que ellos no sueñan. ¿Qué argumento es ese? Se acabó el
progreso de la posguerra, la revuelta estúpida de los que nada se jugaban. Años
para enmarcar. Se acabó. ¿Qué intelectuales nos envían? ¿Cuántas ideas, al
margen del odio americano? Por el camino que conduce al Aeropuerto Charles de
Gaulle, se puede cualquiera avergonzar de las revueltas de charol, tal y como
fuimos y aquellos maravillosos años. André Glucksmann se pregunta sobre la
capacidad de atentar contra la base cultural de occidente, sobre el terrorismo
bendecido. Claro que este tipo es un reaccionario. En los guetos no esta el
Che, ni Mao, ni Villepin, el pacifista mundial. Si esta no sirve, si la
sociedad no ofrece alternativas. Es fácil, construyamos otra. El Islam es la
guía. Occidente se arrodilla ante el nuevo canon de la revolución. También en
París. Más en París.
¿Podremos
defendernos de quienes nos defienden el pasado, nuestro pasado, mi pasado?
¿Existirá tan monstruosa versión dogmática? ¿Deberemos enloquecer para
apostillar las tendencias del materialismo posmoderno? ¿Instalarnos en el
trauma, en el dolor pasado, en las experiencias vívidas, por la sola razón de
la reivindicación conservadora del postraumatismo? ¿Como el doctor López Ibor y
sus enfermedades marxistas estamos obligados, en nombre del mismo marxismo,
desde la vía opuesta, a reconvertidnos en enfermos antimarxistas? ¿es una
degeneración siquiátrica el anticomunismo?
Manuel Cruz nos
solicita que habrá que defenderse del pasado. Un largo exordio, el libro de un
exorcista, que emerge con sólida descalificación, prometiendo tendencias,
aperturas, y así recorre Las malas pasadas del pasado, amaga y amaga, y en
momentos de debilidad personal, descalifica. Un buen trabajo para un mal
instante irreflexivo:
-Sin embargo,
del temprano “nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”, de Pablo
Neruda. . . podemos encontrar todo un abanico de decepciones y desfallecimientos
que, curiosa¬mente, parece cumplir siempre la misma función, a saber, aliviar
(cuando no justificar) alguna mala conciencia, a base de transferir al causante
del desfallecimiento o de la decep¬ción la responsabilidad por la propia
mudanza.
-Escribo y contesto:
me gusta que rompas la tendencia progresista de la casuística social como
emprendedor motivo de las desviaciones intelectuales o morales. Al fin el
responsable último es el individuo, solo, desfallecido, irresponsable, quien,
alivia y justifica la incalificable mudanza.
-Choca tanta
coincidencia. . . quienes se hicieron cargo de la totali¬dad de su propia vida
como un proceso, pueden recon¬siderar antiguas posiciones. . . sin por ello
sufrir las espectaculares caídas del caballo, tan características de quienes
prefirieron la adhesión a la interiorización.
-¿Hablamos de la
perversión del cambio histórico? ¿de la desestructuración de conciencias? De la
endeblez intelectual de Pablo, de la metafísica religiosa, de quienes
formábamos bandas de jóvenes adheridos, como al Caudillo, pero al revés? De
aquellos que nada interiorizamos, pelotones de torpes que, con los libros de
Ciencia Nueva, a modo de Libro Rojo (que también) recorrimos el pasado con el
superficial ropaje de la izquierda, dejando el espíritu en el hostal de los
placeres?
-Es comprensible
que estos últimos, acogi¬dos a tan frágil y exterior vínculo, en cuanto sufren
el primer contratiempo. . . se apresuren a desprenderse de los viejos esquemas.
Justo lo contrario de lo que declaraba el viejo luchador (el viejo Sandro
Pertini) hemos de aprender a luchar incluso cuando no nos queda ninguna
esperanza.
- ¿El primer
contratiempo, dice? ¿Qué sabe de los golpes que se infligen en las vidas
ajenas? ¿Qué atrevimiento es este? ¿Es científicamente inaceptable desprenderse
de antiguas o superadas concepciones o representaciones? Cuántos científicos,
amigos o no, son admirables, luchadores, invencibles: ¡Hablan igual que hace
treinta años! ¡Defienden similares planteamientos! El viejo Sandro Pertini asistió
a la mayor operación de corrupción política que ha vivido la historia política
de Europa. ¿Luchar por lo mismo, que como ejemplo nos somete el autor, es
decir, Craxi, la tangente, la persecución de la justicia?
- Ofrece un
escaso interés teórico dedicarse a denunciar la existen¬cia de arribistas en
materia de ideas. . . sólo se de¬sencantan de un determinado tipo de ideales y
valores, nunca de otros.
-Menos mal que
se perfila la nueva tramitación de la memoria histórica, exigiendo pensiones a
las victimas del antifranquismo ¿tiene precio la lealtad de tu atribulada pero
comprometida vida?
José García
Domínguez ha escrito:
Ya que es de
justicia que se resarza pecuniariamente a aquellos que entonces eran demasiado
jóvenes como para conocer, por ejemplo, que Vicens Vives, el muñidor
intelectual de la identidad nacional de la tribu, tenía publicadas frases como
ésta: “El Generalísimo Franco ha vencido a todas las satánicas fuerzas de la
revolución”.Porque si los cuatro imberbes de las Juventudes Comunistas
supiésemos que el camarada-jefe de nuestro partido, Rafael Ribó, se tuteaba con
su medio pariente y amigo, el ministro de Gobernación Tomás Garicano Goñi,
¿crees, que igual habríamos hecho el indio, corriendo por las Ramblas? Y
constándonos ya que Pasqual Maragall ejercía de mano derecha del hombre del
dictador en Barcelona, Porcioles, Y qué decir del resto de la tropa. De
franquistas hasta la médula, como el gracioso de Fabián Estapé, o como Manuel
Sacristán, o como la familia Espriu en pleno, o como toda CiU, o como…
¿Se refieren los
héroes de la coherencia, los jinetes sin desmayo a estos viejos luchadores o
citamos muchos mas?
Péter Esterházy,
ante la agónica limitación intelectual y utilización política de la memoria
colectiva en Europa, tras recibir, en carne propia, las duras sorpresas de la
memoria privada y pública, ha debido rectificar sus propias concepciones. Mirar
a los intelectuales del antiguo mundo comunista es fuente de enorme riqueza.
En cada parte de
Europa hay niveles de olvidos y recuerdos. El recuerdo después de 1945 tiene
algo de escandaloso porque está lleno de mentiras y autoengaño. Está muy
relacionado con la historia de los países del Este a partir de 1990 y la caída
de los regímenes comunistas: aquello fue la gran estampida de los cómplices.
Pero también en la Europa del Oeste han ido apareciendo hiatos dentro de la
historia. Es decir, no todos se comportaron de la manera heroica que nos
dijeron, algo que no nos puede llevar a la tranquilidad: nuestra visión del
pasado y el recuerdo están en constante cambio. Eso le pasa al novelista y lo
puede usar constructivamente: puede utilizar su propia cobardía en positivo.
Desprendido de
cualquier previo compromiso, aliado a las fuentes que rompen lo previsto, es
posible acercarse a lo que Nora llamaba egohistoria. Me sacuden incisivas
palabras, mi oficio de historiador me abruma, produciéndome una ruptura interna
¿mi tiempo coincide con el tiempo histórico o académico? El gran drama de la
conciencia intelectual, y una entrega obsesiva a la verdad crítica, sin piedad,
me altera. Mis inevitables, nuevos, perfiles ideológicos, el perfil ideológico,
que se confronta y rompe violentamente, en un trabajo que describe un pasado
contado con las visiones que recuerdo, duras, y el presente que va anulando
aquellas banderas, con fiereza, desacreditadas o usurpadas? Cómo ser aquél y
este que rompe y rasga una etapa, ya larga, de la historia? ¿Puedo interrogarme
sobre la licitud, de mis cambios operados?
Me inclino hacia
una Historia comprometida con la libertad, descreída y agresiva. Como
Ruiz-Domènec, me obligo a recapacitar, con el antidogmático Veyne, con Stone en
su polémica con Hobsbawn, con el camino herético de los Le Roy-Ladurie, Duby o
Zemon Dables.
Desde luego,
declaro mi orientación hacia trabajo que otorga prioridad al factor humano y la
historia narrativa. Creo que puede entenderse lo que escribo, más la proximidad
a Elisabetz Kostova u otros mecanismos actuales, están cercados o cercenados
por las fuentes, que me atan a la tierra como raíces.
Creo que por
primera vez en nuestra historia de España, puede ofrecerse un estudio
pormenorizado de los mecanismos políticos, jurídicos, policiales del Régimen.
Un proceso del Tribunal de Orden Público. Desde la detención hasta la cárcel,
desde la salida de la cárcel a la entrada en otra cárcel, el ejército. Un
quinquenio que arranca del 68, español no francés, hasta la muerte de Carrero.
Partes de un todo, cortes históricos, que se difuminan en los ámbitos menores
de ciudades medias, biografías de lo cotidiano, dolor y sufrimiento. Apenas
nada del terrible acontecer del mayor infortunio. Vivimos y eso es todo.
Antonio Nadal
Sánchez
Catedrático de
Historia Contemporánea de la Universidad de Málaga, escritor, preso político
durante el franquismo y experto en la Guerra Civil española en Málaga.
Sr. Nadal, leo que "es" Ud. muchas cosas: catedrático, escritor...; sin embargo, su larga disertación sobre la memoria se me ha hecho un batiburrillo extensísimo en cuanto a explicaciones (que no me han aclarado nada), y un pésimo texto de mala redacción y con faltas de acentuación.
ResponderEliminarSe me ha parecido a la tesis del -espero que no sean parientes- Sr. Sánchez (ocupa del Palacio de la Moncloa). No acierto a conectar los párrafos, ni a comprender la forma y el fondo. Si me esfuerzo un poco, creo que logro captar por dónde quiere dirigir sus pasos, pues me considero de su misma generación; pero es tan mala la redacción, tan embarullados sus pensamientos que, obviamente, le ha salido un churro de artículo y de una pesadez al leer apabullante.
No dudo que su intención haya sido buena, pero -a mi entender- se ha liado Ud. un poco, bastante. un saludo ;)
De acuerdo totalmente con esta crítica. Don Antonio está más espeso que un puré de guisantes.
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