Artículo de Antonio Barreda
Tras el Congreso
del PP nacional en que salió Pablo Casado vienen muy turbulentas las aguas en
el PP de Andalucía. Moreno Bonilla como fiel siervo feudal de Sáez de
Santamaría – que lo puso a dedo en Andalucía – tiene los días contados. Bonilla
representa lo que Susana al PSOE. Un nini del partido que empieza desde las
juventudes y la más tierna infancia a ocupar cargos y sueldos públicos. Así se
construyen las lealtades en este partido. A base de amigos y de cargos. Depender
de un sueldo que te da tu señor a cambio de una lealtad personal que raya en
locura.
Ese sistema lo
inventó Arenas. Al que muchos llaman “tito” dentro del partido. Arenas huye de
personas que tengan nómina fuera de la política. Es el terror a la independencia
política e ideológica. Todos tienen que venir a beber y a comer al pesebre del
partido. La nómina debe ser del partido. Tiren de cargos del PP y verán el grado
de cumplimiento de esta regla. Todos controlados por los sueldos y los cargos.
Así nadie tiene pensamiento propio ni tendrá ganas de cometer actos de felonía
que nunca serían perdonados.
Así, Arenas creó
el arenismo. Un completo control del aparato desde Sevilla. Nadie puede
sobresalir más que el campeón de Olvera. Nadie puede tener más poder que el
campeón de Olvera. De tal forma que cuando Aznar lo llamó a Madrid para ser
ministro dejó a una virrey en Andalucía. El terror a los malagueños, de los que
no se fiaba en aquella época, hizo que dejara el partido en manos de los
gaditanos. Teófila Martínez fue la nombrada para ocupar la ínsula del Sur y
para disputarle el trono de San Telmo a Manuel Chaves.
Pero Teófila no
vino sola. Trajo a una figura que se fue convirtiendo con los años en el
ordenanza de Javier Arenas, Antonio Sanz. Que le debe todo al “tito”. El
problema de Sanz es que siguió la estela del entonces todopoderoso Álvarez
Cascos, convirtiéndose en su clon en Andalucía. El papel de Torquemada del PP
en el Parlamento de Andalucía lo desempeñó a la perfección, pero a cambio despeñó su imagen en Andalucía. Cuando Teo se
marchó porque tenía un techo de acero electoral, dejó su cargo y Sanz maniobró
para quedarse. Para la historia queda el detalle que, descansando el campeón en
Olvera, lo llamó Teófila para decirle que si se iba ella se iba Sanz también.
Lo que no sabía esta mujer es que Sanz estaba pasteleando con Arenas en Olvera.
Pero Arenas se vio obligado a informarla de este hecho, para disgusto de Sanz.
Arenas no
descansó estos años de oposición en Andalucía. Empezó a modelar los mapas de su
partido en las provincias con personas de su confianza. Poniendo y desponiendo
amigos y cargos. Se fue convirtiendo en el todopoderoso señor feudal del Sur. Y
trajo a su entonces amigo Zoido al cargo de Secretario General, relegando a Sanz
al Parlamento como portavoz. Luego Arenas echó a Zoido como candidato a la
alcaldía de Sevilla, y desplazó a un tal José Luís Sanz a Tomares para que se
despeñara. Pero Zoido consiguió 20 concejales y el otro Sanz la alcaldía por
mayoría absoluta. Y empezaron los desencuentros.
La imagen de
Zoido y Sanz en el balcón de la Macarena con Cospedal la larga noche del Jueves
Santo en Sevilla pronosticaba en fin de arenismo en Andalucía. Se iba creando
un poso donde todos los damnificados de Arenas fueron creciendo. Tras las
elecciones de 2012, donde el campeón sacó aquellos legendarios 50 diputados en
el Parlamento de Andalucía, tuvo lugar la famosa espantá de Arenas. Y también
el engaño de su sucesión. Arenas le contó a Rajoy que Sanz sería Presidente y
Bendodo Secretario General. Que ya estaban elegidos los nuevos príncipes en
Andalucía con la complacencia de los presidentes provinciales. Cospedal, que no
se fiaba del de Olvera, informó a Rajoy que muchos presidentes provinciales del
Sur no querían eso. Y entonces aterrizó Zoido en paracaidas como presidente
regional. Primera victoria de Cospedal.
Luego vino el
dedazo de Santamaría en Andalucía. José Luís Sanz que tenía medio firmado el
contrato de nuevo Presidente del partido en Andalucía fue defenestrado desde
Madrid. Los enemigos de Arenas fueron despojados de los cargos por la gracia de
un Rajoy que eligió a un desconocido para dirigir el PP en Andalucía, a un tal
Moreno Bonilla que lo primero que hizo es llamar a los presidentes provinciales
para la obligada sumisión al aparato. Yo soy el elegido y el ungido por el óleo
de Madrid, les dijo. Cospedal fue la gran derrotada. Pero guardó la memoria de
los hechos y apuntó todos los nombres, al estilo de la libreta de Pepe
Caballos. Vidas paralelas que escribiría el Plutarco del PP.
Bonilla no tuvo
margen de maniobra. Arenas le fue imponiendo parte de su equipo poco a poco,
lentamente, como se hacían los caldos en el antiguo régimen. La
areno-dependencia de Bonilla empezaba a ser preocupante. Y pagó su bisoñez en
la urnas. De 50 a
33 diputados. 17 menos de una sola tacada. Los andaluces no querían que
gobernara y muchos votantes les daban la espalda. Y en aquel entonces no se fue
ya a su casa, que es lo que hubiera hecho un político de raza. Muchas nóminas
dependían del aparato y de las lealtades, ya que siguió con el sistema Arenas y
se rodeó de ninis, inservibles como él, para construir una alternativa a Susana
Díaz.
Moreno Bonilla
siguió de patrón con los brazos de Arenas metidos en el partido. Este le dejó a
Patricia del Pozo en la sede y a Macarena Oneill en el Parlamento de Andalucía.
Y le metió de rondón a Antonio Sanz como Delegado del Gobierno en Andalucía
para que lo vigilara desde la torre norte de la Plaza de España. Famosos en
esta época eran los almuerzos en el restaurante del club Antares de Sevilla de
esos tres apóstoles con la mesa presidida por el “tito” Arenas. Todo controlado
por su equipo. El viejo señor se resistía a ser un rey emérito.
Uno de los
problemas es que, como ya hemos indicado en otros artículos, con Moreno Bonilla
en la presidencia del PP de Andalucía, el partido empieza la práctica del
“buenismo” en la política regional, e inaugura una nueva forma de política en
Andalucía: el arte del no hacer nada. Moreno Bonilla trae consigo, además, un
rancio discurso, siempre en negativo, nada en positivo. Con este discurso
excesivamente plano y carente de ideas y de sentido es imposible que el PP de
Andalucía consiga algo positivo en las elecciones. El PP con Bonilla ha dejado
de ser un partido útil para la sociedad a convertirse en un partido útil solo
para ellos mismos, en cuanto a la colocación en cargos públicos y al reparto
de contratos, sueldos y prebendas.
Cuando Pedro
Sánchez ganó la moción de censura y Rajoy imitó a Arenas en la espantá de la
Moncloa se forzó un congreso nacional en el PP. Arenas movió ficha y llamó a
todo su ejército de ilotas. Bonilla cumplió las órdenes al pie de la letra y
puso el aparato y la maquinaria regional a las órdenes de Santamaría para
jugarlo todo a una sola carta. Incluso el campeón le colocó a su Sancho a
Santamaría metiendo a Antonio Sanz en el
equipo de campaña. Andalucía fue un paseo triunfal para Soraya. Nadie le tosía
aquí en su feudo a Arenas ni a Bonilla. El músculo del Sur estaba cuidado por
soldados fieles.
Cospedal fue
obligada a retirarse de la pugna final y dejó todo su ejército de
compromisarios a las órdenes de Casado. Y este creció por los cospedalianos
hasta llegar a la mayoría absoluta de los compromisarios de su partido.
Cospedal moría matando al arenismo. Todos los enemigos de Arenas se iban al
caballo ganador. Hasta a Sanz se le iban dos figuras clave de su Cádiz: Pepe
Ortíz alcalde de Vejer – nombrado secretario del senado en sustitución de
Arenas - y José Loaiza hasta las alturas de Madrid. Advertencia de que se
avecinan guerras civiles muy pronto en el PP de Cádiz, cansados de muchos años
de tanta tiranía. Y aquí están apuntados en las rocas de la Caleta los nombres
de todos los que hay de defenestrar.
Bonilla se quedó
con el pie cambiado cuando terminaron las votaciones de los compromisarios. La
cara de este hombre era un poema de Walt Whitman. Esa imagen queda para la
historia, apoyando las manos temblorosas sobre la nuca de Casado con la cara
descompuesta, sabedor de que tiene los días contados en su frágil reino de
Andalucía. Ya no le da tiempo a Casado para cambiarlo. Ni tampoco a los cabezas
de lista de las municipales. Pero las encuestas vaticinan el hundimiento del
Partido Popular en Andalucía. Que de 33 parece que pasan a 23. Uno de sus
peores resultados históricos, a los que se suma que pueden dejar de ser el
principal partido de la oposición en el Parlamento de Andalucía sobrepasado por
Ciudadanos.
Eso le dará la
excusa a Casado para cuando pasen las autonómicas en Andalucía empezar a meter
bisturí y a traer a su gente para intentar recomponer su partido. Pero los
tiempos en política son rápidos. Se prepara un desembarco de los enemigos de
Arenas que ahora son los ganadores en Madrid. Zoido y los suyos – que perdieron
Sevilla no hace mucho – están tomando posiciones en las provincias para empezar
a desterrar el arenismo perdedor del PP de Andalucía y acabar con los restos
del Moreno Bonillismo que pudieran quedar reducidos solo a la provincia de
Málaga. El resultado final de todo esto es que nuevos perdedores se harán cargo
de un partido que se desinfla ya sin remedio en Andalucía.
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