miércoles, 13 de junio de 2018

Dé su opinión, pero no se olvide de la palabra mágica


Artículo de Rafa G. García de Cosío


En abril de 2015, el periodista Wolfgang Bauer acusó en un periódico al entonces ministro del Interior alemán, Thomas de Mazière, de ser el ''responsable político'' de las muertes de refugiados en el Mediterráneo. Por qué ''político'', y no ''responsable'' a secas? Probablemente porque Bauer quería evitar ser acusado de una calumnia como una casa. Al acusar a De Mazière de responsable político, el periodista apuntaba al dirigente cubriéndose, eso sí, con la excusa de que los refugiados son un problema en verdad de todos los europeos. Todos los europeos somos culpables, especialmente aquellos que votaron a partidos que sustentan en el poder a personas como De Mazière.

En nuestro país, Pablo Iglesias fue uno de los primeros dirigentes de un partido nacional en comprender que ETA tenía razones ''políticas'' para asesinar a españoles. Por qué, de nuevo, una figura pública -esta vez del panorama nacional, y no batasuno, que llevaba haciendo esto durante décadas- agregaba la palabrita mágica ''político''? Por la sencilla razón de que haber hablado de ''tener razones para matar'' habría hundido al líder comunista mucho más que la compra de un chalé de 600.000 euros o las noticias de la financiación de Venezuela. De nuevo, el adjetivo mágico venía al rescate de un político con opiniones profundas pero convicciones débiles sobre las consecuencias ''sociales'' (por añadir otro adjetivo y sumarme a la fiesta) de lanzar tales opiniones. También es reciente en la mente de los españoles aquella necedad de los ''presos políticos'' en el proceso golpista en Cataluña. Todos conocen la verdadera intención de esa manipulación obscena del lenguaje. 

Pero el más reciente y relevante uso de la palabra mágica se ha dado estos días por parte del nuevo Gobierno de Pedro Sánchez, quien ya en la oposición repitió sin cansarse aquello de ''hacer política'' con Cataluña. Que es como si el horno de un panadero se estropea y, como solución, exige preparar la masa. O si a un jardinero se le pincha la manguera y va al  señor de la casa a comunicarle que hay que regar las plantas. Política hay que hacer siempre, pero lo que interesa a los ciudadanos de verdad es lo que se esconde detrás de esas palabras. Ya empieza a salir estos días la solución ''política'' de Sánchez: legalizar el estatuto de autonomía aprobado por Zapatero y recortado por el Constitucional. 

No me digan que una palabra como política no es capaz de resumir intenciones tan complejas y, en la mayoría de los casos, mezquinas.




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