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jueves, 12 de abril de 2018

Un nuevo culebrón andaluz


Artículo de Luis Escribano


En el año 2016 publicaba en este diario mi primer artículo sobre lo ocurrido en la Consejería de la Presidencia y Administración Local con mi cese como Jefe de Servicio de Cooperación Económica en la Dirección General de Administración Local (enlace: Mi cese, una oportunidad para el Parlamento).

Posteriormente publiqué otro artículo dirigido a Juan Marín, presidente y portavoz del Grupo Parlamentario de Ciudadanos, con motivo del bloqueo del citado Grupo y el del PSOE a mi comparecencia en la Comisión de Presidencia y Administración Local del Parlamento andaluz para detallar los verdaderos motivos por los que se me había cesado del citado puesto (enlace: Carta abierta a Juan Marín).

Hoy inicio una serie de artículos en los que iré detallando diversos hechos de interés, que he podido acreditar en el proceso judicial que inicié contra el acto del cese y el de la asignación del nuevo puesto de trabajo. Y califico de interés los hechos porque, a mi juicio, clarifican una vez más los motivos por los que los poderes públicos marginan el interés general y el servicio público para centrarse en intereses espurios, facilitando o participando en esa lacra de corrupción que corroe los cimientos del Estado de Derecho, pilar imprescindible para que los ciudadanos puedan disfrutar de forma efectiva de sus derechos y libertades.

Desviación de poder, falsedad en documento público, nepotismo, etcétera, son algunos de los ingredientes de esta trama infesta en la que identificaré a personajes -con nombres y apellidos- de la Consejería de la Presidencia y Administración Local, Hacienda y Administración Pública, Consejo de Transparencia y Protección de Datos, Consejería de Salud y Servicio Andaluz de Salud, entre otros, que demuestran no sólo cómo mercachifles disfrazados de políticos actúan arbitrariamente o miran para otro lado, sino también cómo algunos funcionarios se aprovechan del sistema corrupto -alentado por aquellos- para ocultar sus propios errores o para favorecer sus intereses particulares ajenos al interés público.

Pero esta trama no sólo afecta a la Junta de Andalucía, pues también veremos cómo el Juzgador de primera instancia, denegando pruebas solicitadas, adulterando hechos acreditados en el proceso, silenciando otros de extrema gravedad, deslizando mensajes muy peligrosos para nuestra sociedad, e incluso separándose de la doctrina pacífica del Tribunal Supremo, se ha lavado las manos como Pilatos, quizá porque ha pesado en su ánimo la trascendencia política del caso, quizá por exceso de trabajo, quizá porque tenga a un familiar ocupando un puesto de libre designación en la Junta de Andalucía, quizá por otras causas desconocidas, quizá por todas ellas, quizá por ninguna de ellas.

No olviden que dicha trascendencia se debe a que el Vicepresidente de la Junta de Andalucía tuvo que dar explicaciones de forma oral en el Pleno del Parlamento. Ahora será el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía quien tenga la siguiente palabra.

Dije en el primer artículo citado que temía quedarme solo en esta lucha –me refería a esos partidos de la oposición que sólo se miran su propio ombligo-, y no me equivoqué. Soy consciente que ahora intentarán aprovecharse de la información que iré publicando para sacar rédito partidista, como han demostrado multitud de veces. Pero, lamentablemente, esta es la situación que vivimos en Andalucía: unos pocos ciudadanos, entre ellos funcionarios y periodistas, haciendo el trabajo de control de los abusos y desviaciones del poder, una función propia e ineludible de los partidos de la oposición y de la Justicia (Fiscales y Jueces), los cuales poseen unas atribuciones para investigar dichos abusos que ya quisiéramos algunos ciudadanos. ¡Qué degeneración!

Sinceramente, viendo lo que hay, para mí ya no tiene tanta importancia perder o ganar este pleito judicial como que se conozca la verdad. Si he decidido publicar estas informaciones es porque, como servidor público, lo considero mi deber por encima de otros intereses ajenos a los generales. Los andaluces deben estar bien informados, y quizá acaben entendiendo algún día que poner su futuro y el de sus hijos en manos de estos partidos repletos de corruptos disfrazados de políticos, no acabará con esta lacra sistémica, sino que la agravará.

La confianza de los ciudadanos en las instituciones públicas está por los suelos, y los hechos que siguen aconteciendo contribuyen a incrementar dicha desconfianza, especialmente cuando vemos esas reacciones para intentar silenciar a los cronistas y denunciantes de la realidad.

Sin embargo, el principal problema radica en la ciudadanía que sigue depositando su confianza en quienes nos han llevado a esta situación y la siguen agravando, en vez de articular la sociedad civil para dar un vuelco a esta situación. La asociación “Justicia por la Sanidad”, que preside el médico de urgencias Jesús Candel, es un claro ejemplo del camino a seguir si queremos acabar con tanto engaño, hipocresía, robo y cinismo.

¿Se acuerdan ustedes del compromiso que firmaron el PSOE y Ciudadanos sobre la regeneración democrática y los puestos de libre designación en las Administraciones andaluzas, uno de sus cánceres que posibilita el régimen clientelar que tanto daño hace a Andalucía? Se lo voy a recordar a ustedes:

“Limitación de los cargos de libre designación a nivel 30: subdirector general. A Todos los puestos por debajo de ese nivel se accederá mediante oposición pública y transparente”.

Por no saber, ni siquiera saben que por oposición se accede a los puestos básicos -salvo excepciones-, y que por encima de ellos sólo se accede por concurso de méritos o libre designación.

No sólo se ha incumplido la medida, sino que estamos peor que antes, como demostrarán los hechos que les iré concretando. Ya ven ustedes: este es el camino de la regeneración que nos venden todos los días, tanto los partidos que ocupan alguna cuota de poder como los que están en la oposición. Y todavía hay demasiados ciudadanos que siguen poniendo zorros para cuidar las gallinas, quizá porque también ansían participar del festín. ¡Así nos va!




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