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lunes, 23 de abril de 2018

Susana y Pedro pasean su enemistad por la Feria de Abril de Sevilla


Artículo de Antonio Barreda


Las ferias de Sevilla suelen ser como los idus de marzo del PSOE en Andalucía. Desde que Pedro Sánchez accedió al solio de Ferraz en Madrid, Susana no ha parado en conspirar para derribarlo. Usó el poder que le confería su federación, usando a sus peones en la ejecutiva federal para laminarlo, para llevarse el rodillo a Madrid y ajustar cuentas con Sánchez. En las retinas del país queda la imagen de aquel destructivo comité que comandaba su adjunta Verónica Pérez con “aquí mando yo”.

Un comité tenso, donde a Pedro se la jugó rodeándolo de susanistas del aparato. De funcionarios del partido que siempre preguntan quiénes somos los que hemos ganado. Son esos mismos que antes habían derribado a Borrell frente a Almunia. Son esos mismos que viven de espaldas a la militancia dentro de los despachos, de los coches oficiales y de los mejores restaurantes. Son esos mismos que no pisan la calle desde la infancia, los que no conocen la realidad de su pueblo desde que en la adolescencia tenían nómina del partido. Son esos mismos perfiles de la última generación de políticos criada y amamantada en las sedes de los partidos, sin experiencia laboral alguna que no sea la vinculada a sus cargos orgánicos y de poder.

Los ninis del PSOE del sur  habían sustituido la vieja guardia de Suresnes y de la foto de la tortilla e iban tomando copas en el vagón de primera del AVE de Felipe González a tomar puestos, ínsulas, repartos y feudos a Madrid. Aquella jornada queda en la memoria negra de la militancia que estaba en la puerta manifestándose, sobre todo la vieja guardia pensionista, pero que no escuchaban. El drama dentro se convirtió en gritos, llantos e insultos. Cuando Sánchez aceptó que los miembros del comité federal votaran a mano alzada su propuesta de celebrar unas primarias para elegir al secretario general. Fue derrotado por 132 votos en contra y 107 a favor. La traición se había consumado. Dimitió un minuto después. En la gestora colocó a su Mario Jiménez – que no aquel glorioso que luchó contra Sila - para controlar el aparato y el 26 de marzo, ante la flor y la nata del PSOE desde hace 40 años, se presentó a las primarias para dirigir el PSOE nacional.

Lejos, muy lejos quedan ya aquellas tardes con el sol plomizo de Triana en las que Susana tardó vida y media en terminar la carrera de derecho en la Universidad de Sevilla. Con 17 años fue precoz su ingreso en las juventudes socialistas y con paciencia fue tejiendo la “tela de araña” que le hizo en el 97 ser elegida Secretaria de Juventudes en Andalucía por el dedo en Sevilla. Este cargo le abrió las puertas del Ayuntamiento de Sevilla donde ingresó concejal con Monteseirín y delegada de juventud y empleo, y luego de Recursos Humanos, donde tuvo un encontronazo -y gordo- con la sección sindical de UGT del Ayuntamiento de Sevilla. Pero esto es otra historia digna de contarse.

Descubrió el arte de la escalada política e hizo el grado político con Pepe Caballos de maestro de por medio. El de los bolsillos de cristal luego se la quitó de encima y le dio la patada a seguir, como en el rugbi, y la mandó a Madrid. Allí se aprendió el libro negro de Caballos, el dos veces defenestrado,  de memoria, y llenó sus páginas de nombres y de fechas para no olvidar nunca. Aprendió a estar siempre en el bando ganador desde las juventudes socialistas. Y se fijó en Viera, el otrora pro hombre de Caballos, el pobre maestro de pobre papel en los ERE. En 2004 se invistió de segunda al mando en el PSOE de Sevilla. Una tribuna de la plebe con mando y con poderes para vetarlos a todos en la provincia.

En 2008 volvió de Madrid a Sevilla, al Parlamento andaluz, con dos master en conjuras de partido, y allí fue cuando empezó a rodearse de los brazos de madera que solo sirven para levantarlos en los congresos. En 2010 dio el salto a la Secretaría de Organización del PSOE de Andalucía cuando el escándalo de los cursos de formación arrastró a Rafael Velasco a su provincia de Córdoba. Desde aquí “griñanizó” y luego “susanizó” el PSOE de Andalucía, y fue arrinconando de los seguidores de Manolo Chaves hasta liquidarlos a todos. Como premio adicional fue nombrada Consejera de Presidencia el 6 de mayo de 2012. El bueno de Manolo, consciente del drama, le diría luego a Griñán, “Pepe esta nos ha matado a todos”.

Tras la marcha forzada de Griñán por los ERE y por el escándalo de los cursos de formación, el 27 de agosto de 2013, el PSOE, que ella ya controlaba en Andalucía, la presentó como Presidenta de la Junta tras las bendiciones del socio Valderas. Se presentó a unas primarias de aparato – que no hubo - tras conseguir 21.000 avales y descabalgar a todos los rivales por ese miedo escénico de los avalistas a firmar a otros que no sean los señalados por el partido. Así, resultó elegida en noviembre de 2013 Secretaria General del PSOE en Andalucía con el 98,6% de los votos de los delegados. Una perfecta elección “a la búlgara”.

En enero de 2015 traicionó a Valderas y a sus socios de IU y rompió el acuerdo de Gobierno que había llevado, primero a Griñán, y luego a ella a San Telmo. Convocó elecciones para marzo de 2015 y las ganó con 47 escaños en el suelo del PSOE en Andalucía, con un PP estrellado y descoyuntado con 33 escaños, y la entrada de Ciudadanos y Podemos en el Parlamento. Con IU estaba a la gresca. A los de Podemos no lo quería ni para apoyo, ni para socios de gobierno, ni para nada de nada. Y en eso que llegó Marín desde Sanlúcar para continuar su pacto de gobierno con el PSOE con sus 9 diputados.

En las primarias fracasó de pleno. El desprecio a la militancia tiene costas, como los juicios que se pierden. El mensaje que el susanato daba en Madrid fue el mensaje de la nada, del populismo trianero, de la imagen de una dolorosa que habita en San Telmo, de la esposa del tieso que desprecia a los trabajadores mileuristas en Andalucía, pero que los necesita a todos para gobernar. Allí, en la capital, puso a trabajar a manijeros y aparatos, a funcionarios dóciles y a la prensa adicta al régimen. Tenía que ser todo un paseo militar, una humillación espantosa a los que iban con Pedro. Pero la gota ácrata del militante – que siempre dijo que no la quería – la puso en su sitio.

Las ferias de Sevilla suelen coincidir con las pugnas por el poder en el partido. La pasada feria fue la presentación de los avales. Ella que pensaba arrasar, acostumbrada a ser la niña emperadora mimada del sur, que pretendía enterrar el sanchismo, no esperaba la primera hostia de la militancia. Consiguió poco más que 63.610 apoyos frente a los 57.369 del exsecretario general. No había territorio comanche para Pedro Sánchez en Andalucía cuando apareció de la mano de Toscano en la explanada de Dos Hermanas. Las primarias dirían luego que los avales fue la historia de una gran mentira. Sánchez obtuvo en la votación de verdad más del 50% de los sufragios, frente al poco menos del 40% de Susana Díaz y casi el 10% de Patxi López. La militancia había sentenciado a Susana al ostracismo nacional. Sus formas y sus maneras no eran bienvenidas en su partido.

Desde entonces el odio de partido está latente. Pedro limpió de susanismo su ejecutiva y la llenó de adeptos y de contrarios del sur al susanato. La visita obligada de Sánchez a la Feria era el momento solo para la foto de partido, solo para pasear juntos para los periodistas. Cada uno acompañado de sus fieles escuderos llegaron a la caseta de la Asociación de la Prensa de Sevilla y una vez terminado el acto y hechas las fotos del encuentro, siguieron su visita a la Feria por separado, como dos divorciados sin hijos compartidos.

Las navajas están hoy guardadas en los bolsillos hasta las próximas elecciones generales. El libro de los nombres de Susana tiene a Pedro el primero para eliminar del partido. Ahora solo hay un tiempo muerto. Luego llegarán los verdugos a cumplir las órdenes de sus amos. Pero a ella ya le ha quedado claro que no la quieren en el partido.




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