Artículo de Antonio Barreda
Las ferias de
Sevilla suelen ser como los idus de marzo del PSOE en Andalucía. Desde que
Pedro Sánchez accedió al solio de Ferraz en Madrid, Susana no ha parado en
conspirar para derribarlo. Usó el poder que le confería su federación, usando a
sus peones en la ejecutiva federal para laminarlo, para llevarse el rodillo a
Madrid y ajustar cuentas con Sánchez. En las retinas del país queda la imagen
de aquel destructivo comité que comandaba su adjunta Verónica Pérez con “aquí
mando yo”.
Un comité tenso,
donde a Pedro se la jugó rodeándolo de susanistas del aparato. De funcionarios
del partido que siempre preguntan quiénes somos los que hemos ganado. Son esos
mismos que antes habían derribado a Borrell frente a Almunia. Son esos mismos
que viven de espaldas a la militancia dentro de los despachos, de los coches
oficiales y de los mejores restaurantes. Son esos mismos que no pisan la calle
desde la infancia, los que no conocen la realidad de su pueblo desde que en la
adolescencia tenían nómina del partido. Son esos mismos perfiles de la última
generación de políticos criada y amamantada en las sedes de los partidos, sin
experiencia laboral alguna que no sea la vinculada a sus cargos orgánicos y de
poder.
Los ninis del
PSOE del sur habían sustituido la vieja
guardia de Suresnes y de la foto de la tortilla e iban tomando copas en el
vagón de primera del AVE de Felipe González a tomar puestos, ínsulas, repartos
y feudos a Madrid. Aquella jornada queda en la memoria negra de la militancia
que estaba en la puerta manifestándose, sobre todo la vieja guardia
pensionista, pero que no escuchaban. El drama dentro se convirtió en gritos,
llantos e insultos. Cuando Sánchez aceptó que los miembros del comité federal
votaran a mano alzada su propuesta de celebrar unas primarias para elegir al
secretario general. Fue derrotado por 132 votos en contra y 107 a favor. La traición se
había consumado. Dimitió un minuto después. En la gestora colocó a su Mario
Jiménez – que no aquel glorioso que luchó contra Sila - para controlar el
aparato y el 26 de marzo, ante la flor y la nata del PSOE desde hace 40 años,
se presentó a las primarias para dirigir el PSOE nacional.
Lejos, muy lejos
quedan ya aquellas tardes con el sol plomizo de Triana en las que Susana tardó
vida y media en terminar la carrera de derecho en la Universidad de Sevilla.
Con 17 años fue precoz su ingreso en las juventudes socialistas y con paciencia
fue tejiendo la “tela de araña” que le hizo en el 97 ser elegida Secretaria de
Juventudes en Andalucía por el dedo en Sevilla. Este cargo le abrió las puertas
del Ayuntamiento de Sevilla donde ingresó concejal con Monteseirín y delegada
de juventud y empleo, y luego de Recursos Humanos, donde tuvo un encontronazo
-y gordo- con la sección sindical de UGT del Ayuntamiento de Sevilla. Pero esto
es otra historia digna de contarse.
Descubrió el
arte de la escalada política e hizo el grado político con Pepe Caballos de
maestro de por medio. El de los bolsillos de cristal luego se la quitó de
encima y le dio la patada a seguir, como en el rugbi, y la mandó a Madrid. Allí
se aprendió el libro negro de Caballos, el dos veces defenestrado, de memoria, y llenó sus páginas de nombres y
de fechas para no olvidar nunca. Aprendió a estar siempre en el bando ganador
desde las juventudes socialistas. Y se fijó en Viera, el otrora pro hombre de
Caballos, el pobre maestro de pobre papel en los ERE. En 2004 se invistió de
segunda al mando en el PSOE de Sevilla. Una tribuna de la plebe con mando y con
poderes para vetarlos a todos en la provincia.
En 2008 volvió
de Madrid a Sevilla, al Parlamento andaluz, con dos master en conjuras de
partido, y allí fue cuando empezó a rodearse de los brazos de madera que solo
sirven para levantarlos en los congresos. En 2010 dio el salto a la Secretaría
de Organización del PSOE de Andalucía cuando el escándalo de los cursos de
formación arrastró a Rafael Velasco a su provincia de Córdoba. Desde aquí
“griñanizó” y luego “susanizó” el PSOE de Andalucía, y fue arrinconando de los
seguidores de Manolo Chaves hasta liquidarlos a todos. Como premio adicional
fue nombrada Consejera de Presidencia el 6 de mayo de 2012. El bueno de Manolo,
consciente del drama, le diría luego a Griñán, “Pepe esta nos ha matado a
todos”.
Tras la marcha
forzada de Griñán por los ERE y por el escándalo de los cursos de formación, el
27 de agosto de 2013, el PSOE, que ella ya controlaba en Andalucía, la presentó
como Presidenta de la Junta tras las bendiciones del socio Valderas. Se
presentó a unas primarias de aparato – que no hubo - tras conseguir 21.000
avales y descabalgar a todos los rivales por ese miedo escénico de los
avalistas a firmar a otros que no sean los señalados por el partido. Así, resultó
elegida en noviembre de 2013 Secretaria General del PSOE en Andalucía con el
98,6% de los votos de los delegados. Una perfecta elección “a la búlgara”.
En enero de 2015
traicionó a Valderas y a sus socios de IU y rompió el acuerdo de Gobierno que
había llevado, primero a Griñán, y luego a ella a San Telmo. Convocó elecciones
para marzo de 2015 y las ganó con 47 escaños en el suelo del PSOE en Andalucía,
con un PP estrellado y descoyuntado con 33 escaños, y la entrada de Ciudadanos
y Podemos en el Parlamento. Con IU estaba a la gresca. A los de Podemos no lo
quería ni para apoyo, ni para socios de gobierno, ni para nada de nada. Y en
eso que llegó Marín desde Sanlúcar para continuar su pacto de gobierno con el
PSOE con sus 9 diputados.
En las primarias
fracasó de pleno. El desprecio a la militancia tiene costas, como los juicios
que se pierden. El mensaje que el susanato daba en Madrid fue el mensaje de la
nada, del populismo trianero, de la imagen de una dolorosa que habita en San
Telmo, de la esposa del tieso que desprecia a los trabajadores mileuristas en
Andalucía, pero que los necesita a todos para gobernar. Allí, en la capital,
puso a trabajar a manijeros y aparatos, a funcionarios dóciles y a la prensa
adicta al régimen. Tenía que ser todo un paseo militar, una humillación
espantosa a los que iban con Pedro. Pero la gota ácrata del militante – que
siempre dijo que no la quería – la puso en su sitio.
Las ferias de
Sevilla suelen coincidir con las pugnas por el poder en el partido. La pasada
feria fue la presentación de los avales. Ella que pensaba arrasar, acostumbrada
a ser la niña emperadora mimada del sur, que pretendía enterrar el sanchismo,
no esperaba la primera hostia de la militancia. Consiguió poco más que 63.610
apoyos frente a los 57.369 del exsecretario general. No había territorio
comanche para Pedro Sánchez en Andalucía cuando apareció de la mano de Toscano
en la explanada de Dos Hermanas. Las primarias dirían luego que los avales fue
la historia de una gran mentira. Sánchez obtuvo en la votación de verdad más
del 50% de los sufragios, frente al poco menos del 40% de Susana Díaz y casi el
10% de Patxi López. La militancia había sentenciado a Susana al ostracismo
nacional. Sus formas y sus maneras no eran bienvenidas en su partido.
Desde entonces
el odio de partido está latente. Pedro limpió de susanismo su ejecutiva y la
llenó de adeptos y de contrarios del sur al susanato. La visita obligada de
Sánchez a la Feria era el momento solo para la foto de partido, solo para
pasear juntos para los periodistas. Cada uno acompañado de sus fieles escuderos
llegaron a la caseta de la Asociación de la Prensa de Sevilla y una vez
terminado el acto y hechas las fotos del encuentro, siguieron su visita a la
Feria por separado, como dos divorciados sin hijos compartidos.
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