miércoles, 14 de marzo de 2018

Tocan campanas de duelo


Artículo de Enrique Rodríguez



Se dicen tantas cosas, que uno termina abrumado; la mayoría de la gente lo hace por ayudar y por dar rienda suelta a sus sentimientos de rabia, de tristeza, de dignidad humana, ante un crimen sin nombre, faltan las palabras, ante tanta crueldad injustificable; no puede existir el más mínimo resquicio, la más mínima grieta, la más mínima duda, en condenar la matanza de un inocente, de un futuro, de una vida rota, de una ilusión.

Hoy he oído a su madre, cerca del desfallecimiento, en su quebranto, ante esa batalla, donde ha luchado a brazo partido, y que ha perdido, que llorara lágrimas de amor y de orgullo por haber traído al mundo aun ser tan adorable, a su Ángel; y se lo han arrebatado de golpe, sin compasión, haciendo oídos sordos a sus suplicas, a sus llamadas al amor, al pacto implorante y a la rendición que hiciera falta para que le entregaran a su querido hijo vivo.

A ella le toca el camino más duro, el más dificil, vivir sin él; a nosotros, a la sociedad, nos toca pedir o más bien exigir justicia, este tipo de crímenes tienen que ser castigados con las penas más duras, los políticos tienen el deber y la obligación de oír al pueblo soberano, y este está clamando y reclamando la continuidad de la cadena perpetua, en la legislación española.

Una oración, la que sea, la que a ustedes les salga del alma, una oración por Gabriel.




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