Artículo de Eduardo Maestre
El urinario de Marcel
En
1917, Marcel Duchamp tuvo la idea de exponer en la Muestra de la Sociedad de
Artistas Independientes de Nueva York una obra
titulada La Fuente, y que consistía
en un urinario público, girado 90 grados, y depositado sobre una banqueta de
cocina. No era la primera vez que Duchamp, artista francés de notable
influencia asociado con el Surrealismo y el movimiento Dadá, exponía objetos de
uso cotidiano desprovistos de cualquier tufo artístico (de cualquier elemento retiniano, en palabras de Duchamp). Anteriormente,
se atrevió a exponer lo que denominó readymades,
objetos no creados por el artista pero seleccionados por él y convertidos
instantáneamente en obras de arte tan solo por el mágico efecto de su voluntad.
Así, una rueda de bicicleta montada al revés, u otros objetos tales como un
peine de perro, una botella de vidrio o cualquier otra cosa desprovista de categoría estética alguna quedaban
automáticamente convertidos en obras de arte al ser expuestos por el artista
como tales. La voluntad del artista, por lo tanto, adquiría desde Duchamp
poderes demiúrgicos!
La
piedra del escándalo fue, sin embargo, esta fuente
o urinario. Duchamp pagó los dos dólares de la inscripción en la Muestra y la
presentó bajo el pseudónimo de R. Mutt -un juego de palabras de larga
explicación ahora. La junta directiva de la Sociedad de Artistas
Independientes, a la que pertenecía Marcel Duchamp, discutió calurosamente la
conveniencia o no de abrir la Muestra incluyendo el urinario del misterioso R.
Mutt y finalmente decidió no exponer algo tan desagradable. Como consecuencia de
esta decisión, Duchamp dimitió de la sociedad artística y su fuente fue expuesta en la Galería 291 (un
salón radical sito en el número 291 de la Quinta Avenida neoyorquina), en donde
fue fotografiada por Alfred Stieglitz, director de dicha sala y fotógrafo de
vanguardia.
Lo
que ha llovido en estos 101 años acerca de en
qué consiste el Arte; qué es una
obra de Arte, cuáles son los límites
de la misma; qué puede considerarse Arte y qué no, se ha traducido en una
enormidad de ensayos, tratados, artículos, proclamas y manifiestos de todos los
colores, provenientes de todos los ámbitos artísticos y extra artísticos. No es
éste el lugar para comentar las distintas corrientes estéticas que apoyan o
rechazan estas obras polémicas que desde antes del propio Duchamp aparecen en
los salones, en los museos y las galerías de Arte internacionales, porque mi
deseo es centrarme en las veinticuatro fotografías que el performancista madrileño Santiago Sierra ha presentado en la feria
internacional de Arte ARCO y que fueron retiradas inmediatamente por la
galerista que las presentó, Helga de Alvear, a petición de IFEMA, la entidad
que organiza todos los eventos que se organizan en Madrid, entre los cuales
está ARCO, una de las ferias de Arte más importantes del mundo.
Pero
les pido disculpas, amables lectores, por estar hablando de ARCO, IFEMA,
Santiago Sierra, Helga de Alvear y otros entes sin habérselos presentado antes.
Veamos, si les parece, quiénes son los actores de esta comedia.
Dramatis
personae
ARCO
es uno de los eventos que organiza IFEMA a lo largo del año; un evento
jugosísimo en el que se concitan las obras, instalaciones
y performances de cientos de artistas
y al que acuden decenas de miles de ciudadanos con o sin intención de comprar
lo que ven. ARCO es, pues, una feria de Arte, y una de las más importantes del
mundo, actualmente. Pero ¿qué es IFEMA? ¿Quiénes la componen?
Bien:
IFEMA es una entidad consorciada y participada accionarialmente por la
Comunidad de Madrid, el Ayuntamiento de Madrid, la Cámara de Comercio e
Industria y la Fundación Obra Social y Monte Piedad de Madrid. Los Órganos de
Gobierno que gestionan IFEMA son, pues, los máximos representantes de cada una
de esas entidades.
En
ARCO participan más de doscientos galeristas o marchantes de arte; los
galeristas son los que comercian con el Arte, y cada uno de ellos presenta la
obra de los autores que les parecen bien. Unos galeristas tienen un criterio
más atrevido; otros, más clásico; muchos de ellos pretenden ser transgresores;
algunos, lo son de verdad. En el caso de Helga de Alvear, una alemana de
nacimiento que se casó en España con un arquitecto a sus 21 años, en 1957,
estamos ante una galerista extraordinaria, con una enorme trayectoria (tiene 82
años!) y una gran proyección nacional e internacional. Carece de tonterías, y
en una entrevista que le hicieron a los dos días de verse presionada para
retirar la obra de Sierra, dijo “a mí
me han pedido que retire las fotografías, y yo las he retirado. Ahora me han
pedido que las vuelva a poner, pero ya no es posible: ya están vendidas. Y por
mucho dinero.” Y añadía, riéndose a la cara del periodista desde sus 82 años,
“Santiago Sierra está encantado con el escándalo!”
Por
supuesto que Sierra está encantado con el escándalo! No hay nada mejor para un
artista que un buen escándalo. Y si, además, el artista no es un artista
verdadero, mejor que mejor! Porque hace ya más de cien años que las obras de
Arte que son acompañadas de un escándalo en su estreno (La Consagración de la Primavera, de Igor Stravinsky), en su
publicación (Ulises, de James Joyce)
o en su primer día de exposición (Impresión:
sol naciente, de Manet) adquieren un marchamo de prestigio que las
consolida no sólo como obras de verdadero
Arte sino como piezas geniales de creadores que iban muy por delante de sus
coetáneos y que hoy día son percibidas como clásicos.
Las fronteras del Arte
Pero
hasta este fenómeno del escándalo como
bendición tiene sus reglas! Muchas, muchísimas obras que han sido
presentadas como arte han ido
acompañadas del rechazo, del estupor y hasta del asco del público y luego han
desaparecido para los restos de la Historia del Arte porque, efectivamente, no
eran verdaderas creaciones artísticas sino simples pataletas, vulgares
protestas o sencillamente performances sin
mucho recorrido. Hay centenares, miles de ejemplos; especialmente, en el
terreno de la música contemporánea y del arte plástico del siglo XX. Obras sin
una base emocional profunda, piezas que no surgen como resultado de una
verdadera sublimación de emociones sombrías o luminosas en el espíritu del
autor, sino con el único propósito de escandalizar a la audiencia, pretendiendo
–a mi juicio, patéticamente- equipararse a aquellas otras que han causado
escándalo, quizás sin pretenderlo, pero que después han superado la prueba del
tiempo y hasta han abierto un nuevo camino expresivo.
No
soy yo quien para delimitar dónde están las fronteras del Arte, pero hay un
dato que sí tengo claro y que puedo defender con argumentos sólidos: las obras
de Arte lo soportan todo; todo, menos la voluntad panfletaria. En el momento en
que una novela, un poema, un cuadro, una ópera o una escultura son utilizados
como medio a través del cual vomitar una soflama política al espectador, al
lector o al oyente, esa pretendida obra de Arte se convierte en un recipiente
vicario en el cual se ha colado un mensaje como se cuela un polizón en un
barco; un mensaje distinto al que
toda obra artística pretende dar. La Política usurpa las funciones de aquellas vías que ocupa
circunstancialmente; vampiriza al medio del que se sirve; anula el efecto de la
materia sobre la que se posa para, desde la atalaya del respeto debido al Arte,
vociferar sus planes.
Un
poema que glose las virtudes del Comunismo o del Fascismo (que los hay, y muy
enfervorecidos!) deja de contarse entre las obras de la Poesía para apiñarse
entre los panfletos. Un cuadro en el que se presente a Kim Jong-un acariciando
niños y dando de comer a los cervatillos, por muy maravillosamente trazado que
esté, por muy delicadamente estructurada que nos presente la escena es un panfleto
propagandístico cuyo fin político evidente es hacer creer a los desgraciados
norcoreanos que su dictador es lo contrario de lo que es. La calidad de la
manufactura pictórica puede ser de una altura incontestable, pero el mensaje
que traslada tiene una intención extra artística que, ineludiblemente, acalla y
destruye cualquier otra consideración emocional.
Las
24 fotos retiradas por orden de IFEMA no son, a mi juicio, una obra de Arte,
sino un panfleto político puro. Peor aún: un panfleto político oportunista que no busca la conmoción
estética del espectador sino el difícil objetivo de conseguir un escándalo
político en este momento concreto de
la Historia de España. Y esto hay que reconocerlo: lo ha logrado! Y tiene su
mérito, porque lo cierto es que en España es ya dificilísimo escandalizar
políticamente a nadie; por desgracia, estamos curados de espanto desde hace
años.
A Sierra se le ha
aparecido la Virgen
Pero
una obra de Arte es otra cosa. Y, sin entrar en consideraciones tales como si
colocar en ARCO las fotografías de los 24 violadores-asesinos más célebres y
titular la colección “Esclavos del Sexo” sería considerada también una obra de
Arte, las veinticuatro fotografías pixeladas de Santiago Sierra, aunque estén desactivadas
para el Arte por la evidente soflama panfletaria que arrastran, pertenecen sin
duda al mundo del negocio galerístico, y en este sentido (el meramente crematístico)
es un golpe genial. Miren ustedes: en cuatro días el performancista ha conseguido una incalculable publicidad gratuita
en todos los medios de comunicación, una aureola de artista maldito para los restos, y la bonita
suma de 96.000 euros (80.000€ + IVA) que se ha embolsado vendiéndole la patraña
a otro listo, Tatxo Benet, periodista y socio de Jaume Roures en Mediapro!
Bingo! Ahora, todos los tontos de España -que son legión!- podrán dejar pingües
beneficios al comprador del bodrio pagando para ver las fotos pixeladas de esos
veinticuatro delincuentes catalanes condenados por organizar e instrumentar un
golpe de Estado en España.
¿Por
qué Helga de Alvear incluyó esta supuesta obra
en su aportación a ARCO? Para mí, es evidente. Evidente y hasta legítimo: lo
que quiere un galerista es publicidad, y, en el universo del mercado del Arte,
el escándalo supone un marchamo de prestigio inmediato. En este sentido, me
parece perfecto lo que ha hecho esta galerista.
En
cuanto a Santiago Sierra, el autor del panfleto oportunista, me atrevo a decir
lo mismo: ha aprovechado la coyuntura y ha conseguido un pleno al 15. Es un tipo que vive del escándalo desde hace décadas.
Si repasan su biografía y su obra (insisto en la cursiva), comprobarán que se trata de un
licenciado en Márketin por la Complutense que, posteriormente, le ha visto la
punta al suculento campo del escándalo pseudoartístico y ha basado su trabajo
en instalaciones, performances y montajes panfletarios dirigidos
siempre desde un criterio profundamente mediatizado por la política con
minúsculas y el odio al Estado, al Imperialismo (sic) y a todo aquello que
suponga la representación de algún género de autoridad. Ahora ha ganado una
pasta con este bodrio, además de prestigio como artista incomprendido. Qué puedo decir? Enhorabuena, gañán!
…Ay, IFEMA!
Sin
embargo, IFEMA… Lo de IFEMA es deplorable. Y no porque ordenara retirar las
fotos de los delincuentes (que ya fue un error táctico de calado, atendiendo
sobre todo a cómo se las gastan los medios y los gavilanes políticos en España,
que se la cogen con papel de fumar cada mañana!), sino por haber pedido
inmediatamente disculpas a la galerista y a ARCO, solicitando –sin éxito, ya-
que se volvieran a colgar las fotitos de los golpistas en las paredes de la
feria de Arte.
Acusados
de censores, de opresores, de franquistas redivivos, los gestores de IFEMA,
acojonados por tales epítetos, dieron marcha atrás en menos de 24 horas y donde decían digo dijeron Diego. Pero ya
era tarde! El panfletista había vendido su creación
a un listísimo separata catalán, multimillonario y con gran visión de negocio,
y la obra “Presos políticos” (tiene guasa el título!) ya había volado.
¿A
qué vino dar la orden de retirar la performance? ¿Cuándo se ha retirado nada de
las paredes y los pasillos de ARCO? Además, cuál fue el motivo? Que atentaba
contra la Ley? No, desde luego! Que contravenía los fundamentos del Arte? Vaya!
Como si fuera la primera vez que en ARCO se expone un pestiño infumable! ¿Acaso
no eran conscientes en IFEMA de que los independentistas viven del victimismo? Haber dejado allí las fotos, hombre!
Avergonzarían al autor por sí solas! Pero dar la orden de retirarlas… Menudo
error!
Retirada
ya la performance, lo que no puede
sufrirse es que den marcha atrás, que pidan disculpas, que se bajen los
pantalones y que rueguen a la feria,
a la galerista y al autor que la reintegren en ARCO! Otro error; mucho más
grave que el anterior, a mi juicio. Porque admite tácitamente que han actuado
como censores, que el pestiño de Sierra era una obra de Arte y que se han
dejado llevar por el odio a Cataluña!
Una macroestructura de complejos encadenados (miedo a ejercer la autoridad,
miedo a llamar a los bodrios por su nombre, miedo a ser los objetivos del
cuento inacabable de los victimistas catalanes) ha hecho posible que un enfermo
de odio social como Sierra se lucre en pocos días y gane un prestigio artístico
que en absoluto merece; han despertado en el imaginario nacional el fantasma de
la censura, y han dado alas a los golpistas catalanes para enarbolar de nuevo
el victimismo más patético. ¿Han dimitido ya en masa los gestores de IFEMA?
¿No? No sé a qué esperan!
Lo que tenían que haber
hecho
Si
entre la cantidad enorme de gestores de IFEMA que ganan su sueldo por figurar
entre los órganos de gobierno hubiera habido alguno supervisando qué iban a presentar los galeristas en
esta edición de ARCO; si alguien hubiera hecho su trabajo en condiciones,
probablemente esta bazofia oportunista de Santiago Sierra no habría figurado
entre las colecciones expuestas en la feria de Arte madrileña; la galerista
Helga de Alvear habría tenido que comunicar al odiador profesional Sierra que
ARCO no iba a ser su trampolín político este año; nadie habría conocido el
truño panfletario del autor, y aquí
no habría pasado nada. Pero de entre las decenas de directivos, asesores, altos
cargos y figurantes que pueblan IFEMA al parecer no hubo ni uno que se encargara de supervisar el contenido de la
feria que ellos mismos licitan cada año. Y se coló de rondón esta bazofia.
Pero,
hecho el daño, les habría valido más no rectificar, sino (creo yo) haber pedido
disculpas por no haber supervisado la cosa antes
de abrir ARCO al público, explicar que los panfletos políticos no forman parte
del mundo del Arte, defiendan la idea que defiendan, y que el sitio de esas
fotos puede ser cualquiera salvo una exposición de Arte. Punto. Pero pedir
disculpas y rectificar…
Lo
que ha hecho IFEMA no es censura, sino una estupidez. Una estupidez iniciada
con una negligencia organizativa, seguida por un cúmulo de miedos absurdos, y
culminada con un error táctico más propio de torpes de campeonato que de gestores
del dinero público. Una serie de desgraciados acontecimientos, pero en ningún
caso censura. Qué más quisieran los golpistas catalanes! Cuánto añoran el
franquismo!
En
cualquier caso, y siendo como soy un espectador estupefacto de la realidad de
mi país, debo decir algo en referencia a este episodio nacional que mezcla Arte y Política con el mismo éxito que
si pretendiéramos mezclar aceite y agua: aunque Santiago Sierra afirme que “el
Arte es lo que el artista decida” (frase extraída de una entrevista hecha a vuelapluma en la sección
Cultura de El País el pasado 22 de febrero), el Arte no es lo que decida
Santiago Sierra. Como tampoco es el Arte lo que decidió Marcel Duchamp cuando
presentó aquel urinario hace ahora un siglo. Y como tampoco es Música lo que
nos han querido vender como tal durante muchas décadas del siglo XX, rodeándola
de un supuesto arcano de intelectualidad lleno de estructuras sofísticas,
series matriciales y pedanterías insufribles.
No:
ni el Arte es lo que nos diga un buhonero politizado, ni la censura es lo que
nos digan los golpistas de hoy.
Gracias por ilustrarnos una vez mas.
ResponderEliminarALBERTO PORTILLA. Cómo siempre, magnífico... gracias, Eduardo M.
ResponderEliminarComo siempre, magnífico.... gracias, Eduardo Maestre!!
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