Artículo de Federico Relimpio
Dice la señora ministra que sí, y propone una batería de medidas. Hace unos días, los altos responsables de la Junta de Andalucía estaban de acuerdo con ello, y se estrujaban la cabeza al respecto. Pero Juan Simó, con datos, nos ha recordado que es una burda manipulación, que persigue otros fines.Y llega uno a la conclusión de que sí, que faltan. O sí que les faltan. Que al poder les faltan médicos. A los 17 poderes autonómicos que configuran eso que se llamó el Sistema Nacional de Salud de España y que ahora es… eso. Bueno, como ustedes quieran llamarlo. Les faltan sus médicos. El profesional que el Sistema quiere. Y me explico.
Les faltan médicos del “sí, bwana”. Les faltan médicos desesperados. Médicos faltitos de autoestima, deambulando sin esperanza por las bolsas de trabajo de los respectivos Servicios de Salud autonómicos esperando unas migajillas de esto o de aquello. De eso, les va faltando, la verdad. Les falta el maná de los ochenta: gente sin especialidad, sin M.I.R. ni expectativas, dispuestos a salir pegándose patás en el culo, a cubrir una baja de última hora a 320 kilómetros de su casa, bajo la amenaza del “no te llamo más”, si no acudes como un perrito a la voz de su amo. Les falta gente atemorizada, con niños y con hipoteca, besando la mano de los jefazos por blindarlos de alguna manera cuando salía una oferta pública de empleo. Pero también les viene faltando gente apegaíta a su mamá y a sus amigotas de toda la vida, dispuestas a aguantar literalmente lo que sea, con tal de que no la arranquen de la tierra. A los poderes les falta lo de siempre, vaya: la espina dorsal del Sistema Nacional de Salud. Aquello sin lo que ahora no sería pagable: gente dócil y mandable. “Los Santos Inocentes”, del Cortijo Sanitario Español, aunque el cortijo esté en Madrid Capital. Y más aun, en estas provincias del Sur profundo, más cortijeras que en tiempos pasados. Todo esto les viene faltando, y no se hallan, estos jerifaltes. De ahí, titulares y batería de medidas.
Porque esculquen en las medidas, y lo verán con claridad: un intento de volver a los tiempos felices. De homologar títulos “como sea”, y traerse a un señor o señora muy respetable, cuyas competencias no han sido contrastadas debidamente. Un señor o señora que probablemente no les operará a ellos o su familiares, dicho sea de paso, que disponen de los números de los móviles del privilegio. Y ahí, no les van a faltar nunca los médicos adecuados: los del “lo que sea” y “lo que usted diga”, con tal de conseguir una sonrisa del poderoso – que nunca les sonreirá, llegado el momento de la necesidad -. Gentes de toda la solvencia profesional, que son capaces de ponerle la alfombra roja por la puerta de atrás al preboste, mientras los comunes desesperan, y a veces mueren, en la vía oficial.
Al poder les vienen faltando desesperadamente médicos de los primeros, y los tipos que usted va a poner en el Parlamento se disponen a flexibilizar normas y retirar obstáculos para que todo sea como era, felizmente. Para que timos como la subasta andaluza de medicamentos pueda ejecutarse a través de galenos amedrentados, su curro pendiente de un hilo. Porque, desde hace años, veo de primera mano lo que esta saliendo, hornada tras hornada, y tiene toda la solera del mundo. Gente altiva, con criterio, y plena consciencia de lo que son, del esfuerzo que hacen e hicieron, de lo que aportan en Salud y Vida a la población, y de lo que se merecen, en Justicia. Médicos jóvenes, que no faltan – no se inventen historias -, que están ahí, en cualquier lado, o que huyeron al extranjero, pero que no soportarán la consigna, el trabajo basura, el medio-sueldo, el grito, la amenaza velada o el trato displicente. “A casa, por vacaciones”, dicen a menudo a su mamaíta llorosa, en el aeropuerto. Médicos hay, pero habrá que pagarlos en lo que valen. Gentes dispuestas a rebelarse contra actos médicos de cuatro minutos – ¡ya era hora! – o contra gentuza que no sabe de ver enfermos, pero que pretende pontificarles acerca de lo que tienen que prescribir o de cuándo tienen que mandar enfermos al especialista.
Para otro post dejo las previsibles consecuencias de regenerar una bolsa de médicos parados o de abrir el mercado a las homologaciones extracomunitarias. Es mucho lo que el ciudadano de a pie se juega. Que no se deje engañar con el lenguaje melifluo de las administraciones sanitarias.
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