Artículo de Antonio Robles
Tabarnia es un fenómeno mediático de incalculables consecuencias. En solo tres días
convirtió una ocurrencia en las redes en la mayor amenaza contra el
nacionalismo.
Siendo pura ficción, seguidores y adversarios la tratan como real.
Una broma muy seria. De ahí su poder.
Su éxito incontestable nace de haber asumido los dogmas más
detestables del enemigo contra los que ha nacido, para una vez metabolizados como
propios, reflejarlos en el espejo del nacionalismo. En él no pueden escapar de
sus miserias.
Fórmula pasmosamente sencilla, increíblemente eficaz: Obligar a
los nacionalistas a enfrentarse a sus contradicciones, a convivir con sus
mentiras, con su egoísmo, a contemplar la pestilencia de sus sofismas, de sus
mentiras, a sufrir en carne propia el derecho a decidir, a prescindir de su
piel de cordero para imponer sus tesis. ¡Ay La revolución de las sonrisas!,
nunca antes una revolución tuvo nombre tan postizo. Todo esto y más queda
en cueros ante la eficacia del sarcasmo de Tabarnia. En ese sentido, la burla
es como una cloaca cuya pestilencia muestra el alma negra del nacionalismo
envuelto en una inmensa carcajada.
Los reflejos más crueles del espejo se regodean en el reverso del espoli
fiscal, Espanya ens roba, balanzas fiscales, o del dret
a decidir. Con saña, con la rotundidad que dan las cifras. Ahora la
España subsidiada frente a la Cataluña productiva de vagos y muertos de hambre
que se pasan la vida en el bar sin pegar palo al agua, ya no es la de andaluces
y extremeños, sino la Cataluña interior sobreprotegida por los excedentes de la
Cataluña metropolitana, cosmopolita e industriosa. O sea, Tabarnia. Con el
75% de la población, posee 18 puntos más de PIB per cápita que la Cataluña
nacionalista del interior, rural y subsidiada donde el nacionalismo es
mayoritario.
El corazón de Tabarnia, Barcelona, aporta a las arcas de la
Generalidad el 82,3% de los ingresos de toda Cataluña, pero sólo recibe el
64,9%.
Eso significa que por cada 100 euros que paga la Ciudad de los Prodigios al
gobierno catalán, le esquilman 17,4%. Unas balanzas fiscales más negativas entre
Tabarnia y la Cataluña nacionalista del interior, que las de Cataluña respecto
al resto de España. El déficit fiscal de los tabarneses se convierte así en
expolio fiscal. De ahí, que en Tabarnia, a imagen y semejanza de los
nacionalistas, se sientan robados y exijan el derecho a decidir para separarse
de la Cataluña nacionalista, ser insolidarios con el resto de catalanes, menos
productivos y subsidiados. Vivirán mejor, tendrán menos cánceres y comerán
helado de postre cada día. O eso decían los separatas del oasis catalán
hasta la huida de empresas en masa. No es extraño que los tabarneses exijan su
propio oasis. La cosa más natural del mundo, ¡jeje!
No hay mejor cuña que la de la propia madera. Donde las dan, las
toman. La ley de Claridad de Quebec como amenaza de divisibilidad. Un bumerán
como respuesta al abuso. La inversión de uno de los valores cristianos más
universales: ama a tu prójimo como a ti mismo. O si quieren en versión
kantiana, no hagas con el otro lo que no quieres que hagan contigo. Ya
ven lo que esconde la broma inocente de Tabarnia.
Por si las razones insolidarias no fueran bastante, la ley
electoral esquilma a las zonas cosmopolitas más productivas,
modernas y no nacionalistas, que encajan con Tabarnia. Respecto a las últimas elecciones del 21D, por cada persona
que votó en Lérida (en total 16.008, el valor de un escaño), en Barcelona
(38.496) han de votar casi dos personas y media más (2,40), y respecto a Gerona
(23.963), Barcelona ha de votar más de una persona y media (1,60).
Amparados en esta coz a la máxima democrática de “un hombre, un
voto”, los nacionalistas se han beneficiado desde la Transición de la ley
electoral española, que el Parlamento Catalán nunca quiso revisar. La única ley
española (LOREG) que, teniendo legitimidad para hacerla más justa, nunca
quisieron cambiar.
En medio de este incendio en las redes, una chirigota de los
Carnavales de Cádiz, ha otorgado a su público “el
derecho a decidir” si le cortaban el pelo a Puigdemont o su cabeza. Y el pueblo,
acogiéndose al derecho a decidir, decidió democráticamente cortarle la cabeza.
Cómo para tomarse a chirigota el dret a decidir…
¡Qué tiempos tan extravagantes nos ha tocado vivir! Ahora tienen
más valor y eficacia unas risas que todos los argumentos racionales del mundo.
Lo que no pudo rebatir la matemática, el dato empírico o el Imperio de la Ley
contra el dret a decidir, lo puede una chirigota de Cádiz inspirada en
una comunidad autónoma digital.
¿QUÉ NO ES TABARNIA?
Tabarnia no es lo que dice ser, sino su reverso. Su ser
consiste en negarse para afirmarse en su negación. Su enunciado sólo es un
instrumento para denunciar la impostura, para desnudar las falacias del
nacionalismo por elevación.
Tabarnia surgió de la desesperación ante el insoportable abuso de
una casta separatista fanatizada, cuyo odio anegaba cada átomo de la vida
social. Su delirio había alcanzado ya hasta las relaciones entre amigos, a la
propia familia y empezaba a destruir la paz social. En el camino había dejado
exclusión cultural y lingüística, había roto los lazos afectivos con el resto
de españoles, había desmantelado la economía, reducido el turismo, ahuyentado
la inversión, y miles de empresas huían ante la falta de seguridad jurídica.
Nos querían sacar de Europa, nos querían arrojar al infierno, costase lo que
costase. Una casta de delincuentes sin conciencia de serlo, lo eran en su
peor versión, la de acabar con las leyes democráticas, que nos habíamos dado
todos, para obrar con total impunidad. No hablo sólo de políticos y
propagandistas camuflados de periodistas, señalo a la inmensa mayoría que les
votaba. Tras un falso velo de la ignorancia (John Rawls), satisfacían
sus instintos supremacistas en las urnas.
Por contraste, Tabarnia no es todo eso, sino la conciencia de su
impostura. Si Tabarnia se afirma desde su mayor renta per cápita frente a la
Cataluña interior, rural, no es por soberbia ni insolidaridad, mucho menos por
desprecio clasista a payeses y ciudadanos bucólicos, pues ellos, como los
tabarneses son iguales ante la ley, ciudadanos libres e iguales en derechos y
obligaciones, vivan donde vivan del territorio español. Un campesino, un
payés que labra la tierra con su tractor no es mejor ni peor que un ingeniero o
un repartidor de pizzas de Tabarnia, todos han de colaborar con sus
impuestos a la justicia social, sin atribuirse privilegios por vivir en un
territorio donde el PIB sea mayor. Toda generalización es falsa, en este caso,
además, deja a la intemperie tanto a constitucionalistas que viven y trabajan
en la Cataluña interior como a españoles de otras comunidades que cometen el
error de confundir a los nacionalistas con todos los catalanes, sin percibir
que dejar a su arbitrio a los nacionalistas (“¡que se vayan de una puta vez y
nos dejen en paz”!) es abandonar a su suerte a miles de catalanes que se
sienten tan españoles como ellos, pero sufren sus consecuencias más que ninguno
de ellos.
Tabarnia sólo es la sombra de la mala conciencia, no la
oportunidad de emular la obscenidad de los separatistas. Si el veneno
separatista mata la solidaridad social, Tabarnia es idéntico veneno en manos de
los médicos que, a dosis adecuadas, cura.
Y en su práctica política, Tabarnia no es una República al
modo y manera de la Cataluña separata, ni pretende la separación de España,
sólo la aspiración a convertirse en una nueva Comunidad Autónoma, separada
del resto de Cataluña y formada por municipios de Barcelona y Tarragona.
Una aspiración constitucional, como alcanzaron en la Transición la Comunidad de
Madrid, Cantabria o la Rioja respecto a Castilla, por ejemplo. Tal estatuto
permitiría a los Tabarneses librarse del yugo nacionalista y vivir sin
adoctrinamiento escolar, con libertad lingüística, bajo el amparo de la
Constitución española y la Unión Europea, a salvo de aventureros separatistas,
y unidos de nuevo al resto de españoles por lazos afectivos y solidaridad
económica, compartiendo sin complejos la historia común que hemos heredado de
nuestros antepasados.
¿QUÉ DEBE SER TABARNIA?
Tabarnia es pura ficción, una realidad virtual surgida de la
interacción de voluntades a través de las Redes Sociales. Darle también
realidad empírica, física, política y jurídica puede ser una aspiración. Toda
obra humana es convencional, ¿por qué Tabarnia no puede llegar a ser una
nueva Comunidad Autónoma?
Antes que nada, debe ser lo que ya es, una realidad virtual como
instrumento para neutralizar al separatismo. Lo cual no quiere decir que se quede solo
en eso, o que su realidad sea sólo ficción. Nos sirve incluso para ampliar la
teoría de los tres mundos de Karl Popper.
Platón concebía una realidad dual, el mundo de las ideas (el de los
conceptos, el del conocimiento, el de las ideas puras y ontológicamente
reales), y el mundo sensible (el físico, el de las apariencias y el cambio). Popper
añadió un tercero. Para él existen 3 categorías de realidad, la del mundo
físico, la de los objetos, sean de la naturaleza que sean; la de la realidad
subjetiva provocada por nuestra mente, nuestras emociones y pensamientos; y la
del conocimiento objetivo surgido de la interacción entre el mundo de los
objetos y de la subjetividad de la mente, y que cuaja en la cultura, una
tercera realidad que comprende el avance de la humanidad y construye
civilización.
Pues bien, con la irrupción de Internet, ha irrumpido una realidad
paralela a la de los objetos, el mundo digital, que compite con ella, a
menudo distorsionando la realidad del conocimiento objetivo de Popper.
La posverdad es un ejemplo. Esta cuarta realidad aumenta la entropía, crea
confusión, enturbia la teoría de la falsación teorizada por el propio Popper,
que nos garantiza la objetividad y la ciencia.
Desde ese universo nuevo y alucinante, Tabarnia se nos revela como
una realidad paralela para competir con la realidad física, política y jurídica
de la Comunidad Autónoma de Cataluña.
Su ficción tiene la capacidad de competir con la realidad, y como
tal, transmutarse en realidad jurídica, tan legítima en el mundo de la realidad
cultural creada por nuestras instituciones democráticas como la comunidad
autónoma que los nacionalistas quieren desgajar de España. Incluso adherirse a
ella territorios ahora no incluidos en el perímetro de Tabarnia, pero que ya
han mostrado su disposición a hacerlo. Como el caso de LLívia.
Por todo ello, si además de ficción digital, puede sustanciarse en
una nueva comunidad autónoma, antes que nada, debe huir de cosificarse en una
ideología política. Tabarnia debe ser un espacio de juego, un escenario
político, la forma donde puedan beber partidos de izquierda, de centro, o de
derechas, con esta u otra religión o sin ninguna, en cuyo seno puedan convivir
monárquicos y republicanos, con una lengua o la otra en total libertad, y todos
tengan al Estado Social y Democrático de Derecho como la referencia
indiscutible, a España como su nación, y a Europa como su referencia
cosmopolita de futuro. Si alguien pretendiese reducirla a una baza electoral, habría
comenzado su ruina.
Y del mismo modo que ninguna ideología, religión, clase social,
modelo lingüístico, etc. han de monopolizar su reclamación, todos los partidos
políticos, asociaciones, plataformas cívicas, etc. que la consideren una buena
herramienta para neutralizar al nacionalismo, deberían dar su apoyo a la
aspiración futura de convertirse en una Comunidad Autónoma. Mientras el statu
quo sea este Estado de las autonomías, todos los territorios tienen derecho
a gritar ¡Viva Cartagena!, y que Dios nos coja confesados. Desde esa posición, Centro
izquierda de España (dCIDE), que considera el actual Estado de las
Autonomías inviable por la falta de lealtad al Estado y por la sangría
económica que representa, dará su apoyo. Pero antes que ninguna otra cosa,
Tabarnia debe ser alegría, ironía, divertimento. Que ya nos tocaba.
P.D. El martes, a las 11 h. se presentará en rueda de prensa
Tabarnia. Su presentación correrá a cargo de su portavoz, Jaume Vives,
ya saben, el joven del balcón de Balmes que contrarrestó la tabarra de las
cacerolas separatas con el ¡Y viva España! de Manolo Escobar, el
catalán tranquilo, Joan López Alegre, y Miguel Martínez.
Debería haber sido sorpresa la conexión en directo on line
con el Presidente de Tabarnia en el Exilio, Albert Boadella, pero la
prensa canalla lo ha filtrado, una evidencia más de que la Cataluña interior
nos persigue. Seguro que Albert Boadella se está frotando las manos. Si
hemos de morir, que sea de risa.
Antonio Robles, Profesor de filosofía, periodista, escritor y
portavoz de dCIDE.
Ojo
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