Artículo de Antonio Barreda
El contador del poder nos sitúa ya en el año II de su mandato en
la cúspide del gobierno de la Junta de Andalucía. Un Griñán agotado, perseguido
por la alargada sombra de los ERE, se fue y nombró a Susana heredera. Fue la
elegida tal y como los visigodos nombraban a sus reyes. Con ella llegaba la
generación de los ninis del PSOE al poder. Los de la clandestinidad, los de la
foto de la tortilla, se jubilaban acosados por los sumarios judiciales. Chaves
y Griñán, dos hijos de exmilitares del antiguo régimen, pasaban a la
clandestinidad del PSOE. Vidas paralelas. Nadie ya recordará ni pronunciará sus
nombres en el partido. Nadie ya reivindicará una herencia que los suyos mismos
consideran ahora envenenada.
Las juventudes socialistas fueron la cantera de los nuevos
funcionarios del partido. Y reivindican en su nombre todos y cada uno de los
hechos de la clandestinidad para justificar cada uno de sus cargos. La Ley de
Memoria ha olvidado, convenientemente, a los que se jugaron las piernas de
verdad, a los que vendían el Mundo Obrero con ojos en la nuca, a los que se
afiliaban a unas Comisiones Obreras perseguidas, a los que corrían delante de
los hombres de gris, a los que se alzaban en los tajos hablando de democracia,
de amnistía y de libertad. Y esa herencia no ha sido trasmitida, pero sí
reclamada para justificar las altas nóminas de los ninis de la política.
La ambición de Susana no era Andalucía. Quería más, quería aún
más. Las líneas de los mapas la situaban más arriba. Y fijó sus ojos en la
silla de Pedro. Y movió hilos, nombres y acólitos para descabalgarlo. Las dos
elecciones perdidas contra Mariano eran un lastre. “El no es no” se hizo
entonces lema, más un lema que Susana no compartía. Y el solio del PSOE se
movió desde el Sur. Los barones, viendo la cacería, se posicionaron con el
pulgar hacia abajo cuando la bronca se hizo barrio bajera en el Comité donde
Pedro hizo de César en la escalera del senado.
La gestora y Mario, que no era aquel grande, el de Sila, se
hicieron con el poder y con la gloria. Mariano llegó a la Moncloa con berrinche
en el Parlamento. El pasteleo se hizo carne entre los nuevos jerarcas del
partido y el PP en Madrid. La gestora hablaba igual que hablaba Susana. Y los
afiliados se manifestaban contra los suyos en la sede Federal. Las conciencias
de los mayores no olvidaban la postguerra ni la represión, y los recuerdos
proyectados en blanco y negro hicieron que el juego de la memoria histórica se
volviera contra ellos. Susana empezaba a perder la batalla. Una cosa era
justificar y otra gobernar. Y los simpatizantes habían bebido ya del veneno de
la propaganda institucionalizada.
Por eso, la gota ácrata que una vez definió González cuando lo de Borrell
se mezcla con fuerza en los de abajo, donde un voto vale igual que el voto de
Susana. Los barones conspiraron sin el respaldo de su propio pueblo. La cadena
feudal con las que ataban a las mayorías estaba rota en Despeñaperros. Y
tiraron con fuerza desde Madrid de unos eslabones rotos que ya no manejaban.
Los yugos se olvidaron y la propia gleba se hizo mayor contando el tiempo para
votar, esperando con su nombre escrito en el ostracón. Y a Susana le dijeron
alto y claro que no la querían. Y abandonó el federal de Ferraz escondida tras
los cristales de un coche oficial. Descalabro sobre todo en Cataluña, donde
hasta los hijos de la emigración le dieron la espalda. Y esta que no aparezca
en la campaña de las catalanas le dijeron a Iceta.
Susana volvió a su reino del Sur. A retomar lo que había
abandonado para conquistar el Norte. Había olvidado la máxima que dijo González
cuando el AVE del 92. Todo lo que sale del Norte llega al Sur, pero no todo los
que sale del Sur llega al Norte. Las tropas que aquí ya se habían repartido
feudos, marquesados y ducados volvían con las manos vacías y con la vergüenza
del que pierde, porque los Pepe Caballos, esos que apuntan nombres eternamente,
abundan en el partido. Y toda la oposición de Susana se fue entera a ocupar
cargos en la ejecutiva federal. Ya no era un aldabonazo de aviso, era una señal
de guerra en toda regla.
Susana vio, mientras se entretenía conspirando en Madrid, como
Granada entera se levantaba contra su política de recortes sanitarios. La joya
de la corona le había estallado en la cara. Un nuevo habitante de los medios
empezaba a rebelarse. Apareció de las redes sociales Spiriman que llevó tras él
a toda Granada a pedir dos hospitales completos. Nadie esperaba que la paciente
gleba andaluza se sublevara. Pero la protesta se extendió por Huelva, por
Málaga, por Sevilla, por Jaén, por los pueblos y comarcas de toda Andalucía. Y
por las redes apareció con Luís Escribano y Antonio Barreda a explicar El
Cortijo, para abrir los ojos a unos andaluces que andaban todavía ciegos. Y
luego más casos y cosas que pasaban por toda Andalucía.
Susana retomó entonces el trono de San Telmo y llamó a todos a su
mesa redonda. Había que retomar el Sur. Crisis de gobierno y nuevos señores
para los “ministerios” del Sur. Más PSOE y menos independientes. El perfil del
partido se imponía a la ciudadanía. El toque de corneta sonó desde Huelva a
Almería. Las tropas debían estar mandadas por buenos oficiales. Y para eso se
convocaron el congreso regional y luego todos los provinciales. Los de Pedro a
la nevera era la orden del día que se repetía siempre. Aquí no hay repartos de
poder, ni repartos que no sea las ínsulas que yo entregue, dijo alto y claro
Susana. El de Dos Hermanas que tome nota para los restos. Que a partir de ahora
es el perdedor en Sevilla. La venganza es amarga e implacable con los que ganan
por ahí arriba.
Susana empezó a poner orden en un Sur donde ya se habían repartido
los cargos por si ella ganaba la corona de emperatriz, pero no hubo descorches
de botellas sino fría derrota. No hubo relevos en las provincias, ni cargos en
el Norte a repartir. Y un manto de nieve cubrió los campos donde debía estar el
sol. Sintieron en sus propias carnes lo que sintió el propio Terencio Varrón en
la aciaga tarde de la triste jornada de Cannas. El senado no sería nunca de
ellos, ni vestirían jamás las togas de los sagrados padres de la patria porque
nunca representarían al pueblo. Las escalinatas de San Telmo se llenaron de
llantos, plañideras y lamentos por todo el Potosí que habían perdido.
Susana dijo a los suyos que había que volver a ganar en el Sur. Y
el Boja se llenó de nombres, de gente y de subvenciones. Bienaventurados todos
los subvencionados porque ellos heredarán Andalucía. Las agendas oficiales
empezaron todas a llenarse de visitas, de inauguraciones y de viajes como si
fuera todo ya una precampaña. Las agrupaciones se llenaron de órdenes, de
movilización y de autobuses a llenar. Los medios adictos empezaron a sacar las
viejas máquinas de escribir para loar al régimen, para tomar nota de todas las
bondades que debían repartir por todas las hojas, por todas las ondas. Había
que llenar de Sur el Sur. Todos los días. A todas horas.
Susana miró el caso ERE de lejos. Las líneas de defensa ya apuntan
a otros, el que yo no sabía porque nadie me lo dijo. Si a Chaves y a Griñán no
los señala la Justicia, volverán a ser rehabilitados por el politburó, por el
Comité Central. Disfrutarán entonces de gloriosas dachas y de jubilación de
oro. Pero si pierden será el Stalingrado del PSOE en Andalucía. El VI ejército
del Sur derrotado por las togas. Serán eliminados de todas las agendas del
partido y sus retratos descolgados de todos los despachos del partido. Los
historiadores recordarán durante dos siglos lo que pasó en esta Andalucía.
Susana vira a la izquierda desde que perdió en Madrid. El ascenso
de Teresa desde la nada aun escuece entre los suyos. Nadie a mi izquierda. Hay
que ocupar todo el espacio a la izquierda desde el centro. Hay que envolverse
en la bandera y reclamar todo al Norte. Hay que volver a confrontar, que esa
estrategia dio mayorías absolutas en Andalucía. Y también volver a recordar el
retorno de la legislatura de la pinza. Que eso nunca falla en Andalucía. Una
estrategia marcada con la que pretenden descabalgar a Ciudadanos de sus apoyos
y mandarlos al frío mármol del gallinero del parlamento. La política de usar y
tirar ya la han practicado Susana y los suyos, que se lo pregunten a los
desaparecidos del P.A. y al ingenuo Valderas y a Maillo a los que cambió como
quien se cambia de camisa.
Susana va a llenar el parlamento de Leyes y luego los Boja de
Decretos. Pronto vendrán los días de vino y rosas. De momento ya va a llegar la
Renta Mínima de inserción, que contará en cuatro años 819 millones de euros
hasta el 2021, que beneficiará cada año a 45.000 personas, 120.000 en los
cuatro años de vigencia. Y que consistirá en una aportación de entre 419,52 y
779,87 euros mensuales por 12 meses prorrogables por periodos de seis si
persisten las circunstancias. Pero se olvida de que lo que quieren los
andaluces no es esta renta mínima, lo que quieren es trabajo para poder salir
de la pobreza y la exclusión social. Sus políticas económicas han marginado a
barrios enteros, a comarcas enteras.
Susana así nunca va a solucionar lo que se indica en el informe
publicado por la Red Andaluza de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social
(EAPN-A) del pasado mes de octubre, sobre pobreza y exclusión, que casi 3,5
millones de andaluces, nada menos que el 41,7 por ciento de la población (de
8.497.841 personas), vive en situación de riesgo de pobreza según la tasa
Arope. Pese a haber disminuido 1,5 puntos, aún se continúa a una distancia de
13,8 puntos de la media de España (27,9%). Además, la distancia entre los
ingresos de una persona pobre y el umbral de la pobreza, es decir, la brecha de
la pobreza, se sitúa en Andalucía en un 32,3 por ciento, lo que indica que el
conjunto de personas pobres de la comunidad necesita de media un suplemento de
ingresos del 32,3 por ciento (2.651 euros) para salir de la pobreza y la
exclusión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario