Artículo de Miguel Ángel García
Que ser un
delincuente, sume en democracia, dice mucho de la calidad del sistema ¡y lo que
es peor! de la calidad de la sociedad que mantiene ese sistema. Ya sean
delincuentes políticos –políticos que delinquen por su condición del cargo que
ocupan, no por sus ideas políticas–, o ya fueren delincuentes que se sirven de
otros para amasar grandes capitales de forma ilegítima, y de ahí su
calificativo de criminal, que, paradójicamente, contrasta con el de triunfador.
En España, mientras más y mejor robas, más arriba estás en el escalafón social,
cuanto más mentiroso y estafador seas en el ámbito político, más tiempo estarás
en el cargo.
Siempre hemos
dicho, imaginado o creído, que más democracia habría cuantas más voces se oyeran
y más criterios se debatieran. La pluralidad de opiniones afecta a más
personas, siempre, porque cada persona es un mundo diferente al que tiene al
lado. Con lo cual, cuantas más ideas distintas se planteen, más fácil será
contentar a más gente. Dicho así, en un sistema sano y equilibrado, la lógica y
el sentido común, nos dirían que cuantos más partidos políticos representen a
más individuos, más sana estará o estaría esa democracia.
Nada más lejos
de la realidad. A más atomización en el mundo de la política, más complicada la
gobernabilidad. Por el contrario, allá donde el sufragio está más polarizado,
más avanzadas están esas sociedades.
Si hacemos de
esto una proposición teórica dentro de lo que es el juicio político, veremos
que la polarización, nos llevaría al gobierno de dos (demócratas y
republicanos; social demócratas y demócrata cristianos; laboristas y
conservadores etcétera). Es decir, muy cercano, por no decir rozando, el
gobierno unipersonal, o de partido único en la alternancia en el poder. Por el
contrario, el gobierno atomizado y lleno de propuestas y partidos, nos conduce
a la anarquía y el caos, lo que no deja de ser una verdadera paradoja.
Oí ayer a un
empresario de la hostelería catalana decir, al ser entrevistado por una de las
cadenas de televisión nacionales, que para que llegara una normalización social
y económica de la situación que ahora se vive en Cataluña, todo pasaría porque
tras las elecciones del 21 de diciembre, hubiera una estabilidad en el gobierno
fuera el que fuera. Venía a decir que le daba lo mismo que fueran
independentistas como que fueran lo contrario, pero que hubiera estabilidad.
Llegados a este punto, me pregunto una sola cosa, porque me imagino que
el sentir de la inmensa mayoría de catalanes, es la misma que la de este
empresario. Entonces, repito, mi pregunta sería: ¿Se duda de la responsabilidad
de los políticos una vez que son nombrados? Sí. ¿Por qué es perniciosa la
atomización si no lo es en su génesis y verdadero significado? Porque los
políticos, esas pequeñísimas minorías que nos representan, no saben hacer su
trabajo. Porque las responsabilidades que se les encomiendan, no las cumplen.
Porque los compromisos que adquieren de servir al ciudadano, a su región o a su
país, se lo pasan por el arco del triunfo una vez que se sientan en sus
poltronas. Porque son incapaces de dialogar, de llegar a acuerdos, de negociar,
de transigir, de adaptarse, de ceder, de tolerar hoy yo mañana tú. Porque más
importante que la ideología, es el funcionamiento del partido. Porque hay
grupos de presión detrás y por encima de ellos que les dicen qué es lo que
tienen que hacer… Y esto, y así, no es una democracia, lo diga Agamenón o su
porquero.
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