Artículo de Antonio Montero
Antonio Montero es Doctor en Química, colabora con el Departamento de Física Aplicada de la Universidad del País Vasco y con la revista "Enseñanza de las Ciencias" que editan las Universidades de Valencia y Autónoma de Barcelona; es miembro destacado del Club Liberal 1812 de Málaga.
Han pasado algunos días desde el homenaje rendido a Albert Boadella por el Club Liberal 1812 de Málaga y me pregunto ¿y ahora, qué? Y acuden a la memoria recuerdos de “My Sharona” del grupo Knack y "These Boots are made for Walking" de Nancy Sinatra, canciones que lanzaron a sus intérpretes a lo más alto de las listas de éxito del mundo, que aún las oímos y nos electrizan o llenan de nostalgia, pero que fueron una especie de raya en el agua y sus protagonistas parecieron morir de éxito. Los primeros, tras los siguientes trabajos, recogieron reacciones adversas de la crítica hacia el grupo y éste se disolvió en un ambiente de disputas internas. La hija de Sinatra trabajó en una cadena de televisión de su padre, posó para la revista Playboy y un variado elenco de actividades pero nunca revalidó el éxito de “Estas botas son para caminar”.
Se recordará el homenaje a Albert Boadella en Málaga, su paso por el Pimpi, su rueda de prensa clarificadora, su elegante intervención en el Real Club Mediterráneo aquel jueves de octubre del 2017, pero ¿el Club Liberal 1812 de Málaga volverá a las listas de éxito?
Hasta ahora el Club ha tenido intervenciones irrelevantes en la ciudad, con honrosas excepciones, más por el mérito de los visitantes que de los anfitriones. Los anfitriones se parecen más a fumados viejos roqueros a los que sólo la embriaguez de cada día, junto al recuerdo de las viejas aspiraciones, que frustraron sus representantes y no sus borracheras de éxitos por llegar, les mantienen vivos. Ser unos Rolling Stones, en la metáfora musical permanecer en el candelero ocupando lugares destacados en las listas de éxito y sobre todo mantener la esperanza/certeza entre los seguidores de que el siguiente acto será otro éxito, implica una renovación profunda en el estilo, renovar el repertorio, cambiar lo caduco y casposo por ideas frescas, para los que quieran oírlas, y abandonar las cantinelas para la autocomplacencia y el pavoneo estériles y por qué no decirlo en ocasiones ridículo, falaz, mediocre y casi siempre huero.
Ha llegado la hora de que nuevo compromiso, equipo, voluntades, aportaciones, sean conceptos compartidos en el quehacer cotidiano por parte de los socios. Esperar que la inercia del pasado éxito sea suficiente para mantenerse en el candelero o que el albur de un silbido haga que la flauta mágica nos deleite no es otra cosa que la ingenuidad de los vanidosos.
La organización, para un foro de debate que aspira a ser faro de la sociedad malagueña en el más amplio sentido, debe reflejar lo que queremos para la sociedad. Esto es difícil porque hemos aprendido a ser obedientes y ante la duda referirnos, prioritariamente, a la redondez de nuestro ombligo. Ideas como trabajo en colaboración, nadie es más que otro si no hace más que otro, con frecuencia, en la práctica, no pasan de eufemismos para endulzar la pachorra, el abandono en la indiferencia, la capacidad para tragarse una apisonadora con un buche de agua. Y si se atraviesa el umbral, se da un paso al frente, en un acto de valentía siquiera fugaz, enseguida llegan las preguntas/reflexiones: «yo, ya ¿para qué?», «A mi edad tengo hechos todos los deberes». y de nuevo las tribulaciones de la mediocridad vendrán a situarnos en el interior del caparazón del que, a una edad, ¿para qué salir?
Hay socios -y, por qué no decirlo, quienes querrían serlo- con propuestas que ofrecer a los ciudadanos cansados de los estrechos y sectarios cauces que ofrecen los partidos políticos. Las ideas liberales, para muchos, incluso dentro del Club, son como las socialistas pero llevadas a cabo por otras personas de intereses menos estrechos y partidistas. La idea de lo público que necesita de un Estado -benefactor, pero Estado- para sacarla adelante es una especie de virus inoculado y para el que el antídoto liberal necesita de muchos administradores avezados.
Liberalismo y Socialismo son irreconciliables porque ¿cómo se concibe la síntesis de la propiedad privada, principio capital del Liberalismo, con la estatalización de los medios de producción, es decir, la negación de la propiedad privada, idea clave del socialismo?
El Club Liberal, puertas adentro y hacia el exterior, debe brindar ideas alternativas a las de un Estado que subdividido en diecisiete parlamentos más uno central, regula y regula dejando cada vez menos cauce a la actividad emprendedora -ojo: esta noción se ha prostituido; no significa igual cuando la emplea la clase política que cuando la usan los ciudadanos.
La ciudad de Málaga está en el punto de mira de grupos de inversión por su potencialidad de futuro. A la vez adolece de problemas que pretenden encorsetar esa potencialidad, y el Club Liberal sigue de perfil. Sigue de perfil frente a problemas como el del trazado del Metro en la ciudad; el urbanismo en enclaves estratégicos y -¿por qué no decirlo?- polémicos; la pérdida de calidad en servicios públicos como enseñanza y sanidad, en los que se invierte un dinero que no luce, y así sucesivamente.
No debemos confundir la tarea, no se trata de servir de guías personales para los ciudadanos a la hora de escoger una opción política en el momento de unas elecciones; se trata mucho más de explicar a la ciudadanía las bondades o inconvenientes de unas y otras opciones de urbanismo, sanidad, etc. Lo que los administradores estatales y los aspirantes (políticos en la oposición) no hacen.
Casi todo está escrito; el Mediterráneo ya no puede descubrirse -si acaso, limpiarlo-, pero las viejas estructuras organizativas, concebidas para dejar patente la jerarquía y el pábulo si el triunfo se tercia en el camino, sirven para lo que fueron concebidas, y el hábito hace al monje. El próximo éxito necesita un equipo de personas que, de forma colegiada, dispongan una organización renovada en el interior que dé cobertura a la creatividad e iniciativa en la que es necesario comprometer a todos los miembros del Club 1812.
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