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domingo, 5 de noviembre de 2017

Gracias y aguante, Lamela


Artículo de Rafa G. García de Cosío 


Ni Tejero fue condenado por subirse a una tribuna de oradores para dirigirse a unos diputados en un Parlamento democrático, ni Puigdemont puede organizar un proceso separatista por recibir un mandato de su cámara, ni yo puedo saltarme un semáforo en rojo porque toda mi familia -que viaja conmigo en coche- haya votado democráticamente que desde la autonomía que nos dan nuestras cuatro ruedas podamos hacerlo.

Estas obviedades, que han empezado a entender en Europa desde hace semanas (la prensa belga caricaturiza a Puigdemont con terroristas, los alemanes han dejado de narrar el circo español y los franceses van ya a otra cosa mariposa), aún se discuten en nuestro país. Que es un país con una gran confusión sobre lo que significa la palabra igualdad (igual da) o derechos de los ciudadanos. Pero, en ese ambiente de negación y relativismo de las leyes, avivado sin duda por unos medios de comunicación que se aprovechan de la gran incultura, una jueza se ha atrevido a dictar un auto con una rapidez y seguridad sólo vista hasta ahora en Alemania contra miembros de la NSU. Lo que en otros países habría sido normal (aunque no se habría llegado tan lejos como en España, por la inexistencia en el Mundo de un precedente de sistema autonómico que abarque a todas las regiones), aquí llegó por sorpresa por la impunidad a la que estamos acostumbrados.

Y digo por sorpresa porque dudo mucho que, de conocer el resultado del auto, los siete exconsejeros de la Generalidad encarcelados se hubieran presentado en la Audiencia este pasado jueves. Está claro que ha habido un problema de coordinación brutal dentro del Gobierno destituido de Cataluña. La huída de Puigdemont aceleró las condenas en Madrid, y estas condenas han llevado a Puigdemont a plantear lo que le habría resultado mucho más fácil de haber estado con todo su Gobierno en Bruselas: pedir a Europa un juicio en Bélgica y pretender mostrar a toda la Unión que existe una persecución a todo un Gobierno regional en conjunto. En serio cree el prestigioso abogado de Puigdemont que Bélgica o cualquier estado miembro estudiaría siquiera juzgar al colaborador de un delito en un país mientras se juzga a los demás colaboradores en otro? Como si se hubiesen podido celebrar los juicios de Núremberg en Salzburg y Ginebra, así, en plan Eurocopa.

La jueza Lamela, que es lo más parecido a Alaya que hemos visto en España en los últimos años, ha sido muy valiente. Sabrán que la Audiencia Nacional no es cualquier cosa. Tampoco tiene la politización de juzgados de instrucción, el Constitucional o el Supremo. En mis tiempos de universidad, la Audiencia Nacional era en cualquier asignatura de Derecho el tribunal especial encargado de delitos de terrorismo. No en vano, en los 90 todos los casos juzgados allí eran relacionados con ETA. Los miembros de la Audiencia están allí por antigüedad. No veo bien que se publique la foto de los jueces de un juzgado tan importante. Qué vida se les está dando? Yo cada vez que veo la foto de la juez Lamela, me echo a temblar pensando en la libertad que le queda en un país con tantos radicales, y en el que no es tan difícil burlar la ley, sino también cualquier medida de seguridad. La bomba en el coche de Aznar, en abril de 1995, no fue detonada con mando a distancia sino gracias a un cable de 150 metros conectado al sistema eléctrico. Nadie lo había visto.

Cuando líderes mediáticos como Jordi Évole o miembros (y alcaldes) de Podemos no solo no acatan la prisión incondicional al Gobierno destituido de Cataluña sino que encima la critican y difaman a España, están también poniendo en peligro la vida del fiscal general y de la jueza Lamela. Han pasado tres días de la condena y aún estoy sorprendido, como muchos de ustedes, por la dureza -y acierto- de una medida a la que no estamos acostumbrados. Pienso a veces que pueda ser un truco, que se libere a estos políticos presos en pocos meses, porque algún lumbreras haya llegado a la conclusión de que en realidad era un escarmiento. Pero me asusta pensar que el fin de la sorpresa, que ya de por sí es un sentimiento que da nervios, dé paso de nuevo a la indignación, que también confunde y pone muy nervioso.

Le doy las gracias, jueza Lamela, por haber dado un paso más hacia la normalización de la vida en un país tan revuelto como el nuestro. Que haya contribuido a que lo que en otros países se habría evitado mucho antes pero corregido de la misma manera, sea poco a poco tomado como normal en el nuestro. Y le animo a que aguante. Esto no va a acabar tan pronto! Porque no hemos llegado aún a esa normalidad.



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