Artículo de Antonio Barreda
El cortijo de
desmorona, se cae desde Despeñaperros a Sierra Nevada. Nada es eterno. Y los
regímenes llegan a su fin, tarden más o tarden menos. Lo ocurrido en la
Andalucía del régimen llenará los libros de historia. Una región controlada
desde un palacio. Una región comprimida en un mapa sin fronteras. Ha llegado el
día donde los andaluces digan basta, digan se acabó como acaban las estaciones,
como empiezan las revoluciones. El ojo del régimen que todo lo ve está cerrado,
ausente de no querer mirar más lo que fue un proyecto el 4 D y que acabó como
un cortijo, con sus señoritos y sus gañanes, con sus tierras infinitas y su
pertinaz sequía.
Todo lo que sale
del Sur llega al Norte, pero no todo lo que sale del Norte llega al Sur. Susana
se quedó a medio camino, nunca llegó al Norte, perdida por los campos donde los
suyos le indicaron con el dedo, perdida en mitad de los olivares donde están
escondidas la memoria verde y blanca. Los caminos de salida se desdibujaron de
su futuro más allá de los muros de San Telmo. El palacio fue prisión y fue
torre donde el poder acabó enterrado. Los jardines que se veían desde la
ventana fueron la imagen de lo que nunca llegó a ser porque fue flor perdida.
El boja trae los
nombres. Los edictos de palacio y los cargos repartidos. Lo paralelo domina
donde no hay trabajadores de palacio. Y allí reparten ínsulas, marquesados y
títulos. Allí nombran a virreyes y a ediles en listas que son ya casi
infinitas. Y las cremalleras se hacen de papel alternando nombres y géneros.
Pero los nombres no cambian en más de veinte años. Envejecen en la papeleta
mientras los hijos heredan los cargos y los puestos de los padres. Ya son tres
generaciones de dirigentes y de puestos a dedo. Ya son muchos los que han
pasado de la cuna al coche oficial, de la triste cocina de casa a los
restaurantes con estrella Michelín.
Ahora recuerdan
una historia que fue parte de ellos, que vivió dentro de su familia. Y la
llaman memoria mientras hacen listas y exhuman. Los que la escribieron está,
muchos de ellos, en las viejas fotos de familia, en los arrugados archivos
familiares que están en el fondo de los armarios con fuerte olor a naftalina.
Nada importa. Nadie les importa. En su nombre escriben, en su nombre reclaman,
en su nombre llegaron a los tronos de palacio. Y las fosas se quedan en los
mapas quietas como columnas de piedra. El olvido anida en los campos y las
listas, eternas, envejecen en los archivos de la memoria.
Los campos se
secan. La reforma agraria se perdió tras el 28 de febrero. Y llegó Europa y
regó los campos de dinero y de subvenciones, al cultivo y a la explotación. Y
los mismos que se repartieron esto desde la lejana época de San Fernando son
los que detentan la propiedad mientras la burguesía tuvo que esperar a
Mendizábal y Madoz para tener su parte de la tierra y del agua, que no tenían
por derecho de sangre. Son los mismos, con los mismos nombres de entonces, con
los mismos escudos y blasones colgados por toda Andalucía. Nada cambia. Y a los
braceros hay que contenerlos con subvención y con peonadas, algunas falsas,
para que no se levanten y reclamen. Han aprendido a comprar la antigua hambre
del jornalero.
Veinte siglos
contemplan las viejas heridas. Son las mismas que cuando el almuédano llamaba,
que cuando llegó el norte que conquistaba, que cuando las cortes de Cádiz se
llenaron de artículos y derechos incumplidos, que cuando el antiguo régimen
llenó de estiércol todo el calendario del siglo XIX. Lo mismo con otros apellidos y con otras
caras. Son los mismos que dejaron fuera a la mitad que tenía las manos llenas
de cayos y de grietas, y que llenaban las estaciones de la emigración con
maletas de cartón y zapatos de trapo, para trabajar para otros amos y otras
tierras.
Sacaron la
ilusión a la calle en diciembre y nos engañaron después del 28 de febrero.
Movilizaron al pueblo para sus intereses y luego se olvidaron de las calles en
el parlamento. Las avenidas emocionadas de entonces hoy callan, mudas de un
recuerdo que pudo ser y que se quedó en un falso mesías. Aquellos balcones
llenos de banderas están hoy vacíos. Nadie recuerda que un día se levantaron y
se hicieron histórica. Nadie recuerda lo que votaron. Olvidaron el 1.1 de su
primer artículo de su estatuto de Autonomía. Andalucía, como nacionalidad
histórica y en el ejercicio del derecho de autogobierno que reconoce la
Constitución, se constituye en Comunidad Autónoma en el marco de la unidad de
la nación española y conforme al artículo 2 de la Constitución.
Muy buen artículo. No debemos olvidar tanto que debemos reclamar. Gracias por el gran trabajo que hacéis día a día. Andalucía despierta.
ResponderEliminarMuy bien escrito. Soy de esa generación que salió el 4 de Diciembre, y de la misma que hoy estamos desencantados , enfadados y gritando. Felicidades por vuestro buen hacer. YEAAAHHH
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