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sábado, 25 de noviembre de 2017

Desatinos de género


Artículo de Miguel Ángel García


El ser humano nace como un espécimen animal, y por consiguiente, desprovisto de todos los recursos que con el tiempo le irán diferenciando del resto de animales, de los más importantes: la semántica, que es, el conocimiento del significado de las palabras, con las que a la postre, irá configurando todo el armazón, todo el esqueleto mental, de lo que será el pensamiento, el raciocinio, los sentimientos, del hombre o la mujer. O sea, todo lo que en sí somos porque así lo hemos definido. Sin la palabra como el conocimiento básico para poder pensar, el ser humano no pasaría del estadio de animal irracional, al de racional de manera individual: que razona, que piensa.

Sin la semántica el ser humano sería incapaz de pensar porque no podría darle nombre a las cosas al carecer de conceptos. Los tendría que ir creando. Alguien que naciera en la selva más profunda y fuera allí dejado y alimentado por animales sin conocer ningún idioma ni oír palabra alguna, seguramente sobreviviría ya de adulto, tan solo por el principio animal del instinto de supervivencia que se encuentra en la ley natural, en definitiva, nuestros genes, pero sería incapaz de pensar, porque para pensar, se requiere de términos y significados que le den forma de razón a todo aquello que es pensado.

El pasado día nueve, en un editorial de El País, podíamos leer cómo el Tribunal Constitucional de Alemania: “Ha dictaminado que el legislativo debe, antes de finalizar 2018, aprobar una ley que permita inscribir a un recién nacido como de sexo inter, diverso o cualquier otro término que defina su identidad sexual”. Sencillamente de locos.

Se editorializa también, diciendo: “La identidad sexual es un elemento fundamental de la persona, y como tal merece total protección. Hace ya mucho tiempo que la ciencia ha demostrado que la asignación binaria de sexos no refleja la diversidad de identidades sexuales que existe”. Esto, desde mi punto de vista, es más una opinión que un hecho empírico. Por muchos intentos que he hecho por leer textos solventes de científicos que así lo apoyen, no he conseguido más que dar con opiniones de gente más o menos interesada en el tema, pero ningún texto científico, que ratifique este hecho.

Seguramente lo habrá, no digo que no, pero no está desde luego en la comunidad científica –en toda la comunidad científica–, este asunto tomado como algo verdaderamente importante, sino que han sido factores exógenos los que han influido en todo este desbarajuste en el que hoy nos encontramos, y, dependiendo de todo tipo de intereses: personales, sociales, políticos, económicos, e incluso científicos; así podemos leer cosas como estas: “se ha conceptuado la transexualidad en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM). Veremos que los sucesivos cambios de denominación y de criterios diagnósticos obedecen a las presiones recibidas por los redactores del manual por parte de científicos, académicos, organismos políticos y asociaciones por los derechos “trans”. Fruto de estas tensiones se ha reconceptualizado la transexualidad en diversas ocasiones, pero se han mantenido las connotaciones mórbidas de la categoría diagnóstica. Abordaremos asimismo el debate sobre la patologización de la transexualidad, que está dominado por dos discursos contrapuestos: el que justifica su inclusión en el DSM porque cree que de este modo se garantiza el acceso a la terapia hormonal y quirúrgica, y el que la critica porque considera que el diagnóstico contribuye a la estigmatización de las personas “trans”.

Hay, desde luego, un debate sobre todo esto. Eso es innegable, pero de ahí, a que se obligue desde los estamentos judiciales a los legislativos a que han de hacer leyes que consistan en esto o en lo otro, va un trecho largo. Por un lado. Por otro, que me parece verdaderamente inadecuado, que, del mismo modo que hay tantos trans o inter o lo que sea, que se quejan amargamente de que a ellos les asignaron un sexo y/o un género al nacer que luego de adultos, han visto que no era el suyo, el que ahora, sin ningún tipo de regla o miramiento por parte de los progenitores y padres biológicos, como de los que siendo del mismo sexo adopten un hijo, sean ellos quienes determinen de qué sexo o género, será su hijo nada más nacer, al elegir, sin tener en cuenta ni la biología ni nada, qué género va a tener su vástago según ellos determinen y así lo inscriban.



1 comentario:

  1. ¿A quién le interesa la que se implante la ingeniería social?
    ¿Qui prodest?
    ¡Mal rayo les confunda y les haga gustar su propia medicina!

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