Artículo de Manuel Vicente
Probablemente el doctor
Jesús Candel y el funcionario Jaime González no se conozcan de nada, pero
tienen algo en común aparte de la valentía de enfrentarse al todopoderoso
régimen socialista andaluz que apabulla a todo aquel que osa a contrariarle.
Aunque no son los primeros, Candel y González han coincidido en el tiempo en
ser objeto de sendas campañas de escarnio público acusados de machistas por
acosar psicológicamente a mujeres por el “mero hecho de serlo” (sic). Lo que
esboza esta coincidencia es una peligrosa tendencia que se presumía desde hace
tiempo que iba a ocurrir: el uso del autoritarismo de género -eufemísticamente
le llaman “perspectiva de género”- para realizar gruesas acusaciones contra
aquellos hombres molestos para el régimen.
No tengo el honor de
conocer a estos dos proscritos del régimen ni estoy enterado de sus andanzas
profesionales o laborales, asimismo estoy seguro de que dispondrán de buenos
abogados que les defenderán allá donde corresponda, por lo que no soy yo quien
tenga que salir a la palestra para enfatizar su honorabilidad; simplemente me
limito a constatar la evidencia de que a los hombres andaluces nos espera un
futuro muy próximo al que describía Bertold Brecht en su renombradísimo poema
“Ahora vienen por mí pero es demasiado tarde”. Pregúntenle, si no, al
socialista Juan Fernando López Aguilar, otrora ministro de Justicia que bebió
de la medicina que dejó envasada en la Ley de Violencia de Género.
Más allá de ser hechos
puntuales, los casos de Jesús Candel y de Jaime González pueden proliferar con
la entrada en vigor del recién aprobado en el Congreso Pacto de Estado contra
la violencia de género, en el que se retuerce el argumentario aún más y se
extiende la presión hacia los hombres con
el supuesto falaz de proteger a las mujeres de asesinos machistas. El
símil del embudo es bastante apropiado para este asunto: en la parte ancha
tenemos todos los comportamientos por los cuales un hombre puede ser catalogado
como “maltratador machista” mientras que la parte estrecha estará reservada
para las conductas femeninas. A partir de ahí, el maltratador machista perderá
todos sus derechos durante toda su vida nada más le sea impuesto ese marchamo
con tinta indeleble.
Con la aprobación de la
Constitución, en España se estableció el carácter reeducador del sistema
penitenciario de tal manera que las condenas privativas de libertad tienen como
propósito último el de la reinserción social del penado. Este principio no le
será aplicado, sin embargo, a aquel sobre quien el autoritarismo de género
detenga su mirada. Si algún día, estimado lector, tiene la mala suerte de
cruzarse por la calle con la ciudadana Inés del Río no se le ocurra dispensarle
un mal gesto ni una mala palabra; cuídese de ser denunciado por comportamiento
machista ya que usted perderá todos los derechos que ella sigue disfrutando
pese a ser condenada a más de 3.000 años de cárcel por los asesinatos que
cometió durante su pertenencia a la banda terrorista ETA.
Recientemente, en un
acto público, el orador hacía una pregunta retórica: ¿con todos esos
beneficios, qué mujer se va a resistir a presentar una denuncia por violencia
de género aunque sea falsa? Inmediatamente me contesté: “muchas”. De la misma
manera que estoy convencido de que muchos hombres, sobre todos padres de hijas,
asumiríamos una presunción de culpabilidad si eso sirviera para salvar vidas
femeninas. La sociedad tiene dosis de sensatez que los políticos no son capaces
de calibrar. Es la sensatez de una madre de dos varones que exclama que a sus
hijos jamás les denunciarán por violencia de género mientras esté viva porque
ya se encargará ella de ajustar cuentas con sus nueras.
Se trata de la sensatez
de una sociedad que huye de las atrocidades que cometen sus políticos a través
de legislaciones que pretenden implantar una batalla entre hombres y mujeres
como si no hubiera madre de hijos ni padre de hijas. Quizá métodos de
defenderse de insensateces legislativas que pretenden hacer de la maldad una
cualidad exclusivamente masculina.
La Ley Integral de
Violencia de Género quebrantó el principio de presunción de inocencia en el
ámbito doméstico o de pareja. Ahora el Pacto de Estado lo extiende a todo
ámbito social.
“Primero
se llevaron a Jesús Candel,
pero como yo no era
Candel, no me importó.
Después se llevaron a
Jaime González
pero como yo no era
González, tampoco me importó...”
Muy buen artículo. Gracias Manuel Vicente.
ResponderEliminarGran negocio la ideología de género, que gracias a las victimas mantiene a instituciones, asociaciones y cargos al amparo de una ley que lejos de protegerlas, fomenta el odio entre sexos con medidas que no llegan a quien realmente lo necesitan y que maquiavélicamente fomenta la violencia y justifica su existencia a demás de vulnerar la presunción de inocencia del varón. Victimas de violencia hay en ambos sexos paradójicamente y por desgracia la igualdad existe también en este asunto, claro que para ellos no existe el instituto para el hombre, ni el observatorio del hombre etc, Todas las victimas deben ser atendidas priorizando a los niños ancianos y personas con minusvalia por ser más vulnerables.
ResponderEliminarPues como hombre, este artículo me parece una bazofia.
ResponderEliminarSe puede defender la honorabilidad de dos hombres, sin desprestigiar una ley que por primera vez define la #violenciadegénero, leala usted entera señor Vicente. Los objetivos de la ley son legítimos, las actuaciones con mala fe de algunas mujeres no.
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