Artículo de Antonio Higueras
Ignoramos la patente, pero hemos
asistido a su creación y progresiva desviación con fines de instrumento para
estructurar un sistema sanitario, parasitado y dirigido por un partido afectado
de los males que atacan casi cuarenta años de poder.
A quienes no conocen las
Unidades de Gestión Clínica (UGC), les simplifico: no gestionan un solo euro. O
al menos, no más que cualquier médico usando el talonario de recetas. Entonces
¿Qué son y para qué tanto empeño en el SAS para implantarlas a todo lo largo y
ancho del mapa sanitario andaluz? La respuesta es simple, para controlarlo en
base a poner al frente a leales servidores, a los que ese eufemismo de la “libre designación”, es decir el dedo
prevaricador los escoge por diferentes motivos: sumisión, militancia
partidista, mediocridad acrítica, vulnerabilidad laboral, avidez de puesto sin
optar a él en libre competencia y, las menos
veces, por capacidad. Bajo la cursi denominación de “cargos intermedios”
(o intermediocres) se pide sobre todo sumisión y obediencia. Si piensan poco y
hablan menos, mejor su perfil.
Cualquier Servicio Sanitario
Especializado o de Primaria, es básicamente un conjunto de profesionales
-funcionarios públicos-, que debieran haber accedido por concurso oposición que
garantice los principios de capacidad y mérito
en libre y pública concurrencia, mediante un procedimiento objetivo y plural
que juzgue esas competencias. El SAS,
como Administración Sanitaria, no ha servido (o mejor, sí) para llenar
Andalucía de precariedad laboral
acumulando años y años sin convocatorias, para que desde la vulnerabilidad de los contratados,
eventuales, interinos o en Comisiones de Servicio (otra perversión) se llenen
los servicios asistenciales. Así se explican los silencios de la supervivencia
(es fácil ponerse en su lugar). Estas son las bases asistenciales.
Faltaban quienes dirigiesen ese
contingente de profesionales. Desde el comienzo de la Seguridad Social en su
prestación sanitaria, los Servicios Hospitalarios, se estructuraban como
cualquier Órgano de la Administración, es decir, de forma jerarquizada. Es
simple, un Jefe de Servicio, accedía por concurso oposición nacional, le
seguían Jefes de Sección con idéntico acceso. Ambos ocupaban su puesto de forma
estable y desde una nítida carrera profesional, dirigían con legitimidad los
Servicios. Pero sus conocimientos y solidez de puesto les hacían ser poco
manipulables a la pléyade de cargos que inundaron la nueva Administración al
albur de esta politizada Sanidad Andaluza (SAS) ¿Qué idearon? Pues una figura
que sonara bien (nunca falta un ampuloso título para un descosido) “Directores
de Unidades de Gestión Clínica” (DUGC), que como aludo con frecuencia, son
“sombreros” o “pamelas” para ser colocados sobre las cabezas de los Jefes de
Servicio no sometidos, nombrándolos de forma prevaricada, con los méritos antes
expuestos, y a dedo disfrazado de concurso. Desde nuestro puesto de Jefe de
Servicio de Psiquiatría, he tenido el honor de tener tres de esas pamelas
oportunistas.
Cada uno nos sentimos
legitimados en el análisis de la historia, pero en nuestro caso es verificable
el haberlo protagonizado. En el comienzo del lanzamiento propagandístico de las
UGC, era difícil configurarse como tales en los Servicios. En el nuestro, con
el antecedente de una sola UGC en Sevilla, y atraídos por los iniciales
señuelos de trabajar por objetivos; que dichos objetivos emanaran en un 80% del
debate y elaboración por todos los profesionales del Servicio (Administración;
Enfermería y Facultativos – hasta la limpiadora participó-) y que todos
aportásemos una cantidad a esa bolsa económica en función de nuestro nivel
retributivo, para después distribuirla en función de rendimientos, era
ilusionante. Para más datos, el mejor evaluado fue el Administrativo, al que le
correspondió el primer puesto de retribuciones por méritos reconocidos por
todos. Ni el que les narra como Jefe de Servicio y DUGC entonces de una de las
primeras de Andalucía, ni la Supervisora de Enfermería como Subdirectora,
gestionamos un solo euro, ni para personal, (que no fuera aplicar las
productividades) ni para bienes o instalaciones. Es decir, no gestionamos nada
y seguimos dirigiendo técnicamente a los profesionales (como siempre), esta
vez, orientados a unos objetivos -entre los que estaba una encuesta de
satisfacción de los pacientes que habíamos tratado-, y otros que no detallo,
pero igual de entusiastamente emergidos del equipo de profesionales. Los pocos
implantados desde el SAS, fueron asumibles.
Al año siguiente, proliferaron
las UGC, y los objetivos impuestos,
sobre los que discrepábamos y sigo discrepando, como establecer una vergonzosa
estancia media determinada, que incentiva poner en la calle a pacientes sin
terminar de curar su proceso (lo que ocurre de forma más acentuada en la
actualidad, sin que nadie discrepe) o limitar nuestras prescripciones de
fármacos, amén de recibir órdenes para enviar profesionales a cursos de la
EASP, porque había que alimentarla. El resultado fue, que tanta energía
gastamos en convencer a la Dirección para que nos concediesen la UGC, como para
tratar de salirnos de lo que ya pintaba como fraude manipulador. Esa fue
nuestra experiencia y nuestro delito por movernos de la foto para la larga
serie de represalias. En otra ocasión narraré las presiones mafiosas y las
calumniosas denuncias de una de las “pamelas” para sostener su puesto al
relevarnos. La sumisión y sonrisa a cambio de una pervertida productividad está
garantizada en más de 1200 UGC, y por su alegalidad, la “Ley de Sostenibilidad
de las múltiples desviaciones sanitarias”, pretende darle cobertura bajo la
única y exclusiva forma de organización a lo largo y ancho del mapa sanitario
andaluz. Los partidos de la oposición tienen la oportunidad de frenar el
desatino, y Ciudadanos, en
particular, de mostrar otra identidad, de lo que hasta ahora es el balón de
oxígeno de un sistema descompuesto. La Ley que pretende “sostener” ésta y otras
desviaciones” ya está desenmascarada. Será interesante ver los
posicionamientos. Muchos profesionales ya nos estamos pronunciando y la
población, también se hará oír.
Antonio Higueras
Aranda
Profesor Titular de la Universidad de Granada
Jefe de Servicio de Psiquiatría del Servicio Andaluz de Salud
Miembro de la Asociación Justicia para la Sanidad
Se puede decir más alto pero no mas claro. Y ademas se suelen rodear de facultativos similares que no hagan sombra. Futuro mas mediocre si cabe.
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