viernes, 27 de octubre de 2017

Nunca más


Artículo de Luis Marín Sicilia


“Evitar confrontaciones personales es una enseñanza que jamás debe olvidarse”

“Nunca más deben alentarse confrontaciones latentes entre españoles”



Ayer vivimos en toda España una situación esperpéntica que se prolongó más de veinticuatro horas y que confirmó lo que ya sabíamos: que cuando se siembran vientos se recogen tempestades y que no hay nada más nocivo para el interés general que poner al frente de la gestión del mismo a personajes de escasa solvencia moral y nula capacidad intelectual.

Hoy se debate en el Senado la aplicación del artículo 155 de la Constitución a la comunidad autónoma catalana ante el incumplimiento reiterado de las obligaciones que el propio texto constitucional le impone. Es la desobediencia a la legalidad, la infracción reiterada, compulsiva y afrentosa a nuestras normas de convivencia, lo que ha puesto en marcha la aplicación del citado precepto porque el Gobierno tiene la obligación de rescatar a Cataluña de la arbitrariedad en que la han sumido sus gobernantes.

En ese "sí pero no" y "no pero sí" que, según sople el viento de la radicalidad, inspira a Puigdemont, éste puede adoptar alguna decisión que influya más o menos en el nivel de desgobierno y desobediencia, pero ello solo puede modular o graduar el rango de las decisiones a aplicar como consecuencia de la tramitación del artículo 155 y la forma más o menos rigurosa o flexible que utilice el Gobierno para restaurar el interés general y la legalidad del orden constitucional quebrantado en aquella comunidad. La ambigüedad calculada, a la que tan propensos son los nacionalismos, no puede volver a situarnos una vez más, con medidas tramposas, al borde del precipicio.

Varias conclusiones convienen extraer de cuanto ha acontecido en el nordeste español. La primera, tener muy claro que en el trasfondo de la agitación había intereses indudables para desestabilizar Europa, provocándole a medio plazo una herida mortal que acabaría con la Unión Europea. Las agitadoras presencias de personajes como Assange, los provocadores troles que invadieron Internet desde lugares sospechosos, los recuerdos bálticos y kosovares, la actitud de políticos de Osetia del Sur y la peculiaridad del personaje, hacen recaer múltiples sospechas en el interés del líder ruso Putin en debilitar a la Unión Europea.

En segundo lugar debe quedar meridianamente claro que la manipulación imprudente y tramposa de nobles sentimientos identitarios es una irresponsabilidad que pone en riesgo la convivencia que tanto tiempo, sacrificios y esfuerzos costó construir, abriendo heridas que nadie, ni en España ni en Europa, quiere ver reproducidas.

Evitar confrontaciones personales es una enseñanza que jamás debe olvidarse. El desgarro de vecinos, amigos y familiares que el desafío secesionista ha provocado deberá coserse con paciencia, respeto y comprensión, recuperando los valores que tan buenos resultados produjeron en la Transición.

Es necesario también desmontar las falacias frentistas, dejando claro que todas las Comunidades Autónomas tienen reconocidos y garantizados sus principios y valores culturales e identitarios, que deben servir para enriquecer al conjunto del país y no para alentar exclusiones. Insistir en demandas que, en la práctica, generan fronteras interiores es instaurar en España un mapa medieval tan disparatado en el siglo XXI que terminaría afectando a la paz y al progreso del continente europeo.

Nunca más deben alentarse confrontaciones latentes entre españoles. No puede volver a repetirse que desde una región determinada, como ha ocurrido ahora en Cataluña, se acuse a las demás, primero de desapego y malquerencia, después de ladrones que les roban y, por último, de maltratadores que les pegan. Porque todos tienen su propia dignidad que no puede zaherirse con tamaños improperios impunes.

Y por último, y sobre todo, debe quedar claro que el imperio de la Ley es elemento fundamental y definitorio del concepto de democracia, la cual debe respetar la jerarquía normativa de las distintas reglas que regulan nuestra convivencia. Ni un pleno municipal puede derogar normas de las Comunidades Autónomas, ni éstas pueden ampararse en la democracia formal del voto para incumplir las normas generales y constitucionales a las que deben su propia razón de ser. La jerarquía normativa no puede vulnerarse impunemente porque, desde el mismo instante que eso se tolerara, la democracia y la convivencia desaparecerían.

En resumen, estos días, estos meses, estos años de desasosiego, confrontación e impunidad no pueden volver a repetirse. Nunca jamás. El separatismo, con la complacencia del populismo podemita, ha desafiado las normas de convivencia en su afán de acabar con el orden constitucional. Cada uno ha quedado retratado en esta crisis dura y dolorosa y habrá de apechugar con sus consecuencias. Pero los ciudadanos queremos dejar de sentir el vértigo al que nos llevan unos políticos que no están a la altura que merecemos. Queremos que dejen de producirnos el vértigo y la ansiedad que, con su frivolidad, nos coloca al borde del precipicio. Y eso no estamos dispuestos a que se repita. Nunca más. Porque en un Estado de Derecho si no se respeta la Constitución nos abocamos al abismo.

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