Artículo de Rafa G. García de Cosío
El domingo
pasado, cuando el escrutinio de las elecciones alemanas aún no se había
cerrado, la cadena 2ZDF emitía un programa de debate en directo con algunos
candidatos políticos conocidos, entre ellos una mujer gordita llamada Angela
Merkel. Los primeros instantes pensé que se trataba de una redifusión: seguro
que a esa hora las televisiones estaban faltas de material, o esperaban su
llegada, mejor dicho, y tenían que rellenar hueco. Pero no. El moderador dio la
bienvenida a los candidatos de los seis partidos que habían conseguido
representación parlamentaria esa noche (menos los comunistas de Die Linke, que
habían enviado a Katja Kipping), y yo no daba crédito.
No daba crédito
porque, como español acostumbrado al periodismo de alcachofa y hoynotoca, jamás había presenciado un
debate de los candidatos de unas elecciones cuando éstas acababan de salir del
horno. En mi país España, se dio la circunstancia en 2016 de que el candidato
del PP a presidente del Gobierno decidió ausentarse del debate previo a las
elecciones, con lo que ya pueden imaginarse la emoción con la que contemplé la
noticia de que ahí estaban una canciller que había perdido ocho puntos y un
candidato del segundo partido que se había dejado cinco por el camino, ambos
escudriñados por otros políticos por lo general más jóvenes y por supuesto
envalentonados ante la alegría de haber entrado en el Parlamento (FDP y AfD) o
haber subido algo sus apoyos. Cuánto hacía que no veía tanta tensión e
improvisación en un debate!
En esta
Elefantenrunde o 'ronda de elefantes', como se ha denominado al formato del
programa entre la ciudadanía, hubo un rifirrafe clave entre el jefe de los
liberales y aprendiz de Albert Ribera, Christian Lindner, y el portavoz del AfD
(su candidato, Alexander Gauland, estaba en el programa de Anne Will en la
primera cadena) Jörg Meuthen. Cuando este último criticaba la avalancha de
insultos y descalificaciones de 'racista' a su partido recordando que la AfD
apoya la llegada de inmigrantes cualificados a Alemania (lean el programa),
Christian Lindner, que veía cómo tiraban de su merienda para quitársela, lo
interrumpió diciendo que la Ley de Extranjería de la que Meuthen hablaba en ese
momento ya estaba en los ideales de la FDP desde los años 80, cuando ''la AfD
no era ni una lagrimita en las ocurrencias de Bernd Lucke [creador del AfD]'',
en palabras de Lindner. Inexplicablemente, Meuthen desaprovechó una ocasión de
oro -los moderadores no se encontraban amonestando a ninguno de los dos- para
preguntarle a Lindner por qué esa Ley no se había aprobado durante los 16 años
de Gobierno de Kohl con el FDP o los cuatro de Merkel con los liberales entre
2009 y 2013.
Muchos no pueden
esperar a que el AfD entre en el Parlamento y muestre su verdadera cara. Les
prometo que estoy deseando equivocarme; que quiero ver con mis propios ojos lo
que nos han intentado inculcar desde hace años: que en el AfD hay más radicales
que salvadores, más cantamañanas que tecnócratas. Hasta entonces, hay dos
partidos liberales en Alemania, y ambos luchan por sacudirse los ataques
recíprocos.
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