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viernes, 6 de octubre de 2017

La estabilidad perniciosa



Artículo de Manuel Vicente 


Y lo malo, paradójicamente, es que es verdad.

Recientemente la presidenta de la Junta, Susana Díaz, presumía ante un grupo de empresarios portugueses de la estabilidad política imperante en Andalucía frente a la crisis institucional que existe en el conjunto de España debido al golpe de Estado que está dando el Gobierno autonómico catalán, una de cuyas consecuencias menos importantes es la imposibilidad de que el PP cuente en el Congreso de los Diputados con los votos suficientes para aprobar los Presupuestos Generales del Estado, con lo que ello supone de dificultad para poner en práctica su política económica.

Ciertamente, para la actividad económica es condición conveniente que exista estabilidad en las instituciones políticas puesto que las inversiones tienen en la incertidumbre a uno de sus enemigos más peligrosos. El dinero es muy miedoso.

En ese círculo pernicioso se encuentra Andalucía actualmente: tenemos que lamentarnos de lo que, en teoría, debería ser motivo de satisfacción. Porque lo que realmente se beneficia de la estabilidad institucional no es el desarrollo económico de nuestra Comunidad, que sigue estancada en los últimos puestos de todos los indicadores socioeconómicos de cuantos estudios se realizan tanto a nivel nacional como europeo (En una reciente conferencia organizada por el Observatorio Económico de Andalucía sobre competitividad de las regiones españolas, embargaba la tristeza al comprobar que el único cuadro económico en el que Andalucía aparecía en primer lugar hacía referencia al desempleo (http://www.oeandalucia.com/economia-del-conocimiento-y-competitividad-de-las-regiones-espanolas/), sino el régimen socialista que permanece anclado en las instituciones políticas gracias a que siempre encuentra a un tonto útil que le mantiene.

En esta legislatura 2015-19, el PSOE con los peores resultados de su historia, exceptuando el 'bienio de la pinza', y sin necesidad de gobernar en coalición, está disfrutando de la más plácida tranquilidad gracias al incondicional apoyo de Ciudadanos, una formación que más que bisoña se está comportando como pueril al intentar mantener una imposible dualidad de socio opositor. Su afán desmedido por 'colgarse medallas' y atribuirse éxitos más o menos merecidos desvela una estrategia de confianza en que los electores andaluces tendrán en cuenta en las próximas elecciones su contribución a la estabilidad política, con lo cual están ignorando la capacidad de la poderosísima maquinaria propagandística que la Junta pone al servicio exclusivo del PSOE. Resulta increíble que Juan Marín y cía no hayan consultado la evolución electoral del extinto Partido Andalucista y de Izquierda Unida después de haber servido de sostén al régimen socialista andaluz.

Aún así no es esto lo más surrealista de lo que está pasando en la política de nuestra Comunidad. Colocadas en una imaginaria balanza de puerilidad la estrategia de Ciudadanos y la del PP andaluz, el fiel se mantendría impertérrito, como si con él no fuera la cosa. El último movimiento de Juanma Moreno de renunciar a su escaño del Senado, y ahorrarse así un inútil viaje a Madrid sólo para votar lo que le digan, pone de manifiesto que sus índices de conocimiento y valoración de los andaluces siguen sin despegar. Muy amante de hacer política en función de encuestas, estaría bien que la dirección de la calle San Fernando mostrara un sondeo, aunque sólo fuera uno, en  el que se refleje una mínima probabilidad de que la suma de sus escaños con los de Ciudadanos llegue a los 55 votos que precisa tener en el Parlamento para formar Gobierno.

Para colmo de sus males, su baza del Impuesto de Sucesiones ha quedado diluida como azucarillo con el acuerdo, vergonzoso pero difícil de desmontar, entre PSOE y Ciudadanos, que hace creer a los andaluces que tamaña injusticia social ha desaparecido, lo cual ha desactivado uno de los motivos que más movilización ciudadana ha provocado en las calles andaluzas en los últimos meses. A partir de aquí, la poderosa maquinaria propagandística que el PSOE maneja desde la Junta sepultará una justa queja social cuyo recorrido no alcanzará al año 2019 cuando es de prever que se celebren las próximas elecciones autonómicas. Se trata de esa misma maquinaria que está mostrando a la presidenta Susana Díaz como gran adalid de la defensa de la unidad de España y del protagonismo de una Andalucía fuerte silenciando a un Pedro Sánchez, líder nacional de su partido y por tanto responsable de marcar las directrices de la formación, que ha establecido en el PSOE una estrategia radical diferente que tiende más a la claudicación ante los golpistas y a la construcción de una España federal que ni él mismo sabe en qué consistiría.

La reciente moción sobre la crisis catalana aprobada en el Parlamento en la que el PSOE andaluz ha confluido con el PP, incluso desobedeciendo las consignas de la dirección federal socialista, pone de manifiesto la imposibilidad de los populares de marcar una estrategia de oposición de desgaste a Susana Díaz. A día de hoy, sólo las manifestaciones ciudadanas por la degradación del sistema sanitario andaluz suponen algún quebradero de cabeza para la presidenta, aunque esa movilización social no corresponde a una instigación 'pepera' sino podemita, salvo honrosas excepciones como los casos de Granada y Huelva, donde se afanan por quedar al margen de connotaciones políticas. Lo que nos faltaba a los andaluces es que los 55 escaños necesarios en el Parlamento andaluz para la formación de Gobierno sólo pudieran formarse con la suma de PSOE y Podemos.




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