Artículo de Rafa G. García de Cosío
En
estas últimas semanas han pasado muchas cosas muy graves en España, con
bastantes momentos de confusión, algunos actos de cobardía y, sobre todo, mucha
desinformación. La intranquilidad se ha mezclado con el miedo, la soberbia con
la impaciencia y la amenaza con la desesperación. No tengo ni idea de por donde
empezar, pero tengo claro que quiero ahorrarles comentarios sobre cosas que
ustedes ya saben de sobra.
Porque
ustedes han oído de todo: la dejadez de los Mossos durante el referendum, la
manipulación de las cifras de heridos, los comentarios de Pablo Iglesias, las
valoraciones del Gobierno, las ofertas del ministro, los rechazos del Govern,
las amenazas de la CUP, los tuits de Jordi Évole, las denuncias de VOX, los
artículos de intelectuales, el discurso de Borrell, las inexistentes cargas
policiales, el artículo 155, la Constitución, el 78, la DUI, Franco y Rufián.
De nada de eso quiero hablar en primer lugar, porque ya han leído bastante. Sí
les quiero decir algo de los corresponsales extranjeros, un tema capital estos
días y, sin embargo, inexistente en los medios.
LOS
EXTRANJEROS VEN A ESPAÑA COMO UN PAÍS CENTRALISTA
Lo
más maravilloso de vivir en el extranjero como periodista es poder analizar la
opinión publicada y la pública cuando surgen momentos como este en el que tu
país lleva ocupando portadas más de dos semanas seguidas. Opinión pública, por
cierto, es una asignatura oficial de la carrera de Periodismo en la Universidad
Complutense de Madrid, y una de las más interesantes. Ahí se aprende, por
ejemplo, que según algunos topos los partidos políticos (con el PSOE a la
cabeza) llevan a cabo barómetros electorales cada tres o cuatro días.
El
otro día, escribí un correo electrónico a Leo Wieland, corresponsal alemán
durante varios años del conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung en España.
Wieland está casado con una navarra, y ha vivido en Jaén, acumulando una
sabiduría envidiable sobre nuestra tierra. Siempre que le escribí para denunciar
falsedades o medias verdades en su periódico me respondió de manera
condesdendiente y mostrándome sus disculpas, que yo siempre apreciaba. Pero
esta vez, a comienzos de mes, Wieland no contestó. Según la Wikipedia, se
jubiló a finales del año pasado. Su puesto ahora lo ocupa un cretino llamado
Hans-Christian Rößler que, al parecer, quiere superar al colega Thomas Urban,
del progresista Süddeutsche Zeitung, en sandeces.
En
resumidas cuentas, los reportajes de Rößler han carecido del más mínimo
contexto, tituladas con fotos de antidisturbios sacando la porra ante la
avalancha de cachorros de la CUP y escribiendo siempre sobre 'Katalanen', y no
separatistas, con la gran diferencia que hay entre ambos términos. España, otro
palabro sustituido por 'Madrid', habría impedido votar a los catalanes, quienes
el lunes 2 de octubre se encontrarían, siempre según Rößler, con la noticia de
una victoria del 90% de los votos en el referendum. Una noticia de la que,
obviamente, se hicieron eco todas las radios en las señales horarias que
interrumpen esa música que sabe a gloria cuando sales del trabajo en coche.
Pero
lo mejor de todo era leer los comentarios a las noticias, no solo del FAZ, sino
también del Süddeutsche Zeitung. Raro era el alemán que no acusaba a la
centralista España de lo que pasaba en Cataluña, así, tal cual. Una vez más, la
dificultad de comprender la complejidad de lo que significa un Estado
autonómico, único caso en el mundo, llevaba a los lectores germanos a tirar por
el camino del medio y alabar las virtudes de un Estado descentralizado como el
alemán, del que supuestamente carecemos en nuestro país.
EL
ESTADO AUTONÓMICO Y LOS SOBORNOS TEUTÓNICOS
Por
más que me esmere, no encuentro un ejemplo comparable al modelo de Estado de
España. Con los alemanes suelo utilizar el ejemplo de Italia, un país
centralista que reconoce cinco autonomías en su Constitución. Pero no es
suficiente. Cómo explicarles que un Estado que ha cedido soberanía en todos los
aspectos posibles, en todas las administraciones de la vida misma (sanidad,
seguridad, justicia, educación, infrastructuras y en algunos casos recaudación)
se reserva aún el derecho inalienable de la soberanía nacional? Esto es algo
que no entienden ni en Malasia, donde tienen una monarquía turnista.
Pero
que nadie piense que España ha llegado hasta aquí porque la unión, la fundación
del Estado fue forzado y no negociado o acordado. Ni siquiera de esto pueden
presumir los alemanes. El otro día leía en un periódico importante alemán cómo
el rey de Prusia Guillermo I y su canciller Bismarck sobornaron al rey bávaro
Luis II (loco por construir lujosos castillos) para elegir al primero como
emperador alemán. Y la verdad, si a esto sumamos las guerras de religión,
la represión de la revolución liberal de 1848 y el nacionalsocialismo o las dos
guerras mundiales, uno todavía se pregunta cómo el nacionalismo regionalista
afectó más a España que a Alemania. Un milagro del que me alegro, por otra
parte, como residente de este país maravilloso.
Lo
que nos hace únicos en España, por cierto, no es solo este sistema
extraño del sistema autonómico. Es la rareza de que el regionalismo
centrípeto (como la UPN navarra) sea extremadamente minoritario y que el
centrífugo (como ERC, la CUP o la antigua Convergencia) se presenten como una
auténtica metástasis y que además hayan gozado de gran prestigio entre la
población. En cualquier otro país de Europa, sobre todo Francia, Italia o
Alemania, el regionalismo es identificado inmediatamente como un movimiento
que, sin ansiar abiertamente la independencia, es conservador, reaccionario,
defensor de los privilegios y de la autonomía fiscal (Liga Norte en Italia, CSU
bávara en Alemania), contrario a la igualdad que garantiza un Estado que mira a
todos sus ciudadanos por igual, vivan donde vivan.
ACEPTAMOS
PULPO
En
España se aceptó el pulpo de un Estado autonómico, que es un oxímoron en sí
mismo, como animal de compañía. Y ese pulpo lo tenemos ahora a la gallega. Sí,
he dicho al comienzo de este artículo que no hablaría de aquello sobre lo que
ustedes leen desde hace días, pero el presidente Rajoy y el líder catalán
Puigdemont (saben ustedes que Putsch en alemán significa golpe de Estado? esto
es ideal) merecen unas palabras, sobre todo para aquellos lectores que siguen
este portal desde Sudamérica.
Me
preocupa la normalidad con la que se ha aceptado esa declaración de
independencia 'en diferido' de Puigdemont, pero más me inquieta la activación,
que no aplicación, del artículo 155 por parte del Gobierno de Rajoy. Soy el
único al que le chirría este detalle? Pueden ustedes activar la mantequilla sin
untarla? Activar el coche sin arrancarlo? Activar la renta sin declararla? Si
por la noche se nos informa de lo 'inadmisible' de la declaración de
Puigdemont, cómo es que al día siguiente se activa un artículo y no se aplica?
Y, por último, cómo es posible que el ex primer ministro catalano-francés,
Manuel Valls, se moje más en Twitter en favor de la Constitución que el propio
Gobierno español en pleno?
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