Artículo de Antonio Higueras
El día 10 de octubre fue un día como otro cualquiera, habría pacientes ingresados en Unidades de Agudos, otros en el seno de una familia y otros, esperando ser atendidos en una fugaz consulta o en una estancia residencial. Es un día más; pero abundan las actividades conmemorativas o pronunciamientos como éste, que fieles a la cita anual, reflexionamos sobre quiénes necesitan más cuidados de los autodenominados profesionales de la Salud Mental.
Se podría dirigir la atención hacia los logros bioquímicos del entramado de redes neuronales que dan soporte a nuestro psiquismo; a proyectos impensables hace apenas unas décadas, que conjugan logros de Neuroimagen Funcional con modelos cibernéticos, para tratar de comprender cómo pensamos y sentimos, pero pocas veces nos preocupamos de qué grado de sintonía mantenemos con quienes nos demandan ayuda.
Hace escasos días, una asociación de pacientes -“En Primera Persona”-, que viene despertando conciencias con actividades creativamente reivindicadoras de sus derechos, se concentraban en las inmediaciones del Hospital del Campus de la Salud de Granada. Habían escogido ese lugar, porque en la Unidad de Psiquiatría de Agudos, a escasos metros, se concentraba la mayor densidad de desviaciones del acercamiento empático de los profesionales hacía quienes transitan por sus peores momentos de equilibrio emocional.
Denunciaban el abuso de contenciones mecánicas y, por qué no, su prohibición. En otros países se ha legislado al respecto, habiendo medidas alternativas. Aquí, resulta más fácil avisar a seguridad para atar de pies y manos a alguien en una situación crítica. Los miembros de la citada asociación, escenificaban una performance en la que varios pacientes gritaban “tengo miedo”; “estoy desesperado” y otras expresiones de angustia. Al instante, unos personajes embatados de blanco los rodeaban y los inmovilizaban con cintas de embalaje, para después dejarlos cubiertos con una sábana mientras permanecían gritando.
En la escena siguiente, reivindicando la alternativa a la medida, eran liberados y los de la bata blanca los abrazaban consolándolos afectivamente hasta que se calmaban. Una excelente representación en las proximidades de un hospital donde ocurren diariamente escenas reales de “contenciones mecánicas” porque las contenciones emocionales quedan excluidas al otro lado de la “pecera”, o mampara acristalada, con la que se blinda enfermería en su control, observando pantallas de cámaras invasoras de privacidad. Nadie ha puesto fin a esa conculcación tan flagrante del derecho a la intimidad. Y como coartada a la deshumanización, se esgrimen, como siempre, demagogias de seguridad. Cómo si no hubiésemos estado décadas de proximidad, aunque puede que una mala conciencia de escasa profesionalidad les lleve a protegerse. Eso sí.
En las vísperas de este Día Mundial de la “Salud Mental” se denunciaban las cámaras, las mamparas de enfermería y las contenciones mecánicas. Añadiríamos el abuso farmacológico específicamente dirigido al lucro derivado del marketing de los medicamentos más costosos, y no por ello, más eficaces. En el fondo, se alzaban pancartas, que demandaban literalmente: “Por un trato humanitario en Salud Mental”. Triste reivindicación para esta etapa de la Psiquiatría envuelta en supuesta cientificidad en el 2017.
Antonio Higueras Aranda
Profesor Titular de la Universidad de Granada
Jefe de Servicio de Psiquiatría del Servicio Andaluz de Salud
Jefe de Servicio de Psiquiatría del Servicio Andaluz de Salud
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