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domingo, 10 de septiembre de 2017

Cuando la regulación se vuelve contra los regulados


Artículo de Rafa G. García de Cosío


Es inconcebible que en Alemania, país de la buena organización, siga habiendo aún medidas marxistas. Y no me refiero a las de Karl Marx, que era germano, sino a las de Groucho. Resulta que hemos llegado a un punto en Europa en que, no sé si por dejadez, maldad o simple superpoblación, se ha permitido que unas regulaciones se pisen entre sí hasta lograr el efecto contrario. Algo así como la Ley Seca de Estados Unidos, que solo provocó un alza en el crimen organizado.

Antes de seguir quiero avisarle, querido lector no fumador, que soy de los suyos. Detesto el humo de los cigarrillos y el ansia de los que se envuelven un pitillo o se lo sacan del bolso buscando el mechero con la mano y dejando de mirar por unos segundos a su interlocutor mientras éste le cuenta algo importante. Pero desde hace algunos años, concretamente desde que empezaron a salir en los cartones de tabaco las fotografías de heridas, quemaduras, cadáveres y sangre para ahuyentar a los nuevos fumadores, no puedo evitar cuestionar este tipo de medidas.

Para empezar, porque los legisladores parecen tomar a los consumidores por tontos (aunque en estos momentos tampoco puedo descartar que la mayoría lo sea). Y es que los legisladores europeos no son muy distintos de aquellos parlamentarios españoles, generalmente nacionalistas o comunistas descamisados, que tienen que llevar espárragos a la tribuna, fotos o banderas para que le entienda el que para a tomar café en una carretera y mira por un momento TVE. Pero otro motivo para dudar de la eficacia de estas medidas es que muchos países cuentan con otros métodos más disuasorios y mucho menos desagradables para combatir el nocivo consumo de tabaco. Australia, por ejemplo, vende paquetes a un promedio de 27 dólares y, desde hace dos años, lo hace con un empaquetado totalmente blanco, sin ningún tipo de color o eslogan y con la mínima información sobre el fabricante.

ES QUE NADIE PIENSA EN LOS NIÑOS?



Qué por qué me afecta tanto esto si no soy fumador? Tengan seguro que no es un tema que me moleste más que el humo de alguien que camina en la misma dirección que yo con tres pasos por delante. Pero sí me irrita bastante, teniendo en cuenta que los paquetes de cigarrillos no son un producto que el gran público desee esconder como las revistas pornográficas o las bebidas alcohólicas (como es el caso de Canadá o Estados Unidos). Por no esconderse, no se encuentran siquiera en el pasillo de los productos del hogar o el carbón y las barbacoas. No señor: se encuentran en la mismísima caja de los supermercados, junto a los ositos de Haribo y los Kit Kats. El sitio al que siempre miras mientras pones los alimentos en la banda y piensas lo que vas a cocinar esta noche.

Admito que es curioso que me afecte tanto el tema, ya que ni soy fumador ni, por ejemplo, tengo niños. Pero soy lo suficientemente empático para ponerme en el lugar de esos menores que, caso de acompañar a sus padres al supermercado, tengan que tragar con imágenes como las que ilustran este artículo, grabadas ayer sábado en un Penny de Frankfurt: el pie cosido de un muerto, una mujer escupiendo sangre o unos pulmones ennegrecidos.

Y es que cuando era niño, vivía como supongo que vivían la mayoría de ustedes: en una etapa tan libérrima como feliz. Pero las imágenes, lo visual, siempre fueron para un chico observador como yo lo que más me impactaba. De ahí que la única prohibición social que recuerde de verdad de chico, quitando la familia y el colegio, sea la de las películas 'no recomendadas para menores de 18'. Aquel sonidito en la tele aún analógica con el circulito rojo apareciendo en la esquina alta y derecha, justo al comienzo de una película el viernes por la noche, era como el de una bombilla que me introdujera poco a poco, cada fin de semana, en el mundo adulto. Aunque al final casi nunca fuera para tanto.

Hoy, la defensa de los derechos es un mantra que sale de tantas y tan variadas bocas que es inevitable el choque de intereses. En el caso del tabaco, lamentablemente siempre sale perdiendo el niño.




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