Artículo de Ángel Campos
De un tiempo a
esta parte, los taxistas de las principales ciudades de nuestro país están en
pie de guerra contra las aplicaciones que permiten la contratación de servicios
de taxi al margen de los tradicionales. Me refiero a las plataformas de Uber y
Cabify que, según los taxistas, atentan contra la libre competencia. De hecho
esta pasada semana se ha vivido una jornada de huelga que ha paralizado el
servicio de taxi en las principales capitales españolas. Y todo por la lucha de
los que están por impedir que las cosas evolucionen, al objeto de mantener su
estatus.
Y es que es
normal que los taxistas tradicionales tengan miedo ante la irrupción de estos
nuevos servicios y luchen contra la evolución de la tecnología. Ellos, que han
accedido a prestar un servicio adquiriendo una licencia (bastante cara), no
están dispuestos a que les quiten parte de su pastel. Pero es curioso porque
haciendo huelga provocan que mucha gente que no había usado hasta ahora Uber o
Cabify se vean obligados a hacerlo, convirtiéndose, a partir de ahora, en
clientes de la competencia contra la que luchan pues el servicio es mucho más
eficaz y económico.
Lo que le está
ocurriendo a los taxistas es lo que, históricamente, le ha pasado a muchos
sectores, y uno de los ejemplos más cercanos lo tenemos con las tiendas de
discos, condenadas al cierre tras la irrupción del mp3 y de Spotify o ITunes…
Pero no es nada nuevo, ya en la antigüedad, cuando se inventó el arado tirado
por bueyes las personas que tiraban del arado tuvieron que dejar su trabajo,
aunque esta evolución creara muchos más trabajos, desde el cuidador de los
bueyes hasta los que se beneficiaron del aumento de la producción de la
agricultura.
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