Artículo de Luis Escribano
En primer lugar debo aclarar que aunque el título haga
referencia a las ONGs, en el presente artículo me referiré a todas las entidades
sin ánimo de lucro, bajo cualquiera de las formas que puede adoptar:
asociación, fundación, cooperativa, etc.
A muchos de ustedes les extrañará una posible relación entre
corrupción y entidades sin ánimo de lucro, dado que, en
principio, parecen términos antagónicos. Y no me sorprende en absoluto, pues la
mayoría de las personas piensan y actúan bajo los principios de la buena fe y
confianza en sus relaciones con las demás, y deducir que una entidad sin ánimo
de lucro pueda actuar al margen de dichos principios resulta bastante insólito,
dado los fines de interés general o social que persiguen. No obstante, no
olviden que dichas entidades, aunque adopten la forma de personas jurídicas
-asociación, fundación, etc.-, están
creadas y gobernadas por personas físicas, y aquí radica el problema.
Dichas entidades sin ánimo de lucro persiguen fines,
en muchos casos, que suelen ser propios de la filantropía, es decir, de amor al
prójimo, de ayuda desinteresada a los demás. Entre esos fines, encontramos, por
ejemplo, la atención social y sanitaria, la promoción de valores
constitucionales, la promoción y defensa de derechos humanos, ayudar a las
víctimas del terrorismo, la cooperación para el desarrollo, la ayuda a la mujer
maltratada, promover el interés general de carácter cívico, educativo,
científico, cultural o deportivo, la promoción y protección de la familia, la
protección de la infancia, el fomento de la igualdad de oportunidades y
tolerancia, la defensa del medio ambiente, el voluntariado social, la defensa
de consumidores y usuarios, la atención a la personas en riesgo de exclusión
por razones físicas, sociales, económicas o culturales, y otros de similar
naturaleza.
Pero al estar dirigidas por personas físicas, la realidad
es mucho más cruda y compleja, tanto como la naturaleza humana. El
corrupto actúa sin escrúpulos, y si para ello tiene que disfrazarse de entidad
sin ánimo de lucro, lo hace sin dudarlo un instante, y los buenismos en
estos casos no ayudan en la lucha contra la corrupción. No debería
presumirse la “santidad” de una persona por el mero hecho de que la misma
anteponga a su nombre “San”. Por ello, es necesario vigilar y controlar
adecuadamente a todas esas entidades para ver como actúan, a fin de evitar posibles
conductas torcidas de sus dirigentes o socios.
El detalle del escaso interés de los partidos políticos
por controlar estas entidades sin ánimo de lucro que usan fondos públicos o se
benefician fiscalmente provoca ciertas sospechas. La Ley 50/2002, de
Fundaciones, establecía que corresponde al Gobierno efectuar la actualización
de las normas de adaptación del Plan General de Contabilidad a las entidades
sin fines lucrativos. Tras la aprobación del Plan General de Contabilidad y el
Plan General de Contabilidad de Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES) en 2007,
las entidades sin fines lucrativos han podido seguir aplicando la adaptación aprobada
por una norma del año 1998 (Real Decreto 776/1998), y ¡¡hasta 2011!! no
se ha actualizado (Real Decreto 1491/2011).
Como decía anteriormente, no toda entidad sin ánimo de
lucro, por el hecho de serlo, actúa con filantropía. Mi intención es resaltar
determinadas acciones de algunas de estas entidades beneficiadas que deben
alertarnos. Las posibles evasiones fiscales o las retribuciones del personal contratado en dichas entidades, que
deberían ser transparentes y debidamente controladas, son algunos ejemplos.
Porque no sería de recibo que muchas de las subvenciones, donaciones y demás
ayudas económicas que reciben, así como las bonificaciones fiscales que
disfrutan, vayan en beneficio, por ejemplo, de posibles retribuciones
“galácticas” de los dirigentes de estos entes. Y no sería admisible alegar que
lo que cobran esos directivos o personal contratado procede exclusivamente de
las cuotas de los socios cuando los ingresos totales es una mezcla de fondos
privados y públicos, especialmente si la caja es única. Pero, ¿quién controla todo esto?
Por otro lado, también debería tenerse en cuenta que muchas
de estas entidades son contratadas por las Administraciones Públicas, o
conciertan sus servicios, y si no se controlan los importes que cobran en
nóminas, o incluso si las personas contratadas por estas entidades mantienen
alguna relación familiar, de amistad o incluso ideológica, con quienes
adjudican las contrataciones públicas, nos podemos encontrar ante un campo
minado de corrupción.
Subvenciones y ayudas a estas entidades, contrataciones,
conciertos, etc., así como beneficios fiscales y de otras índoles, podrían
acabar en testaferros de entidades creadas ad
hoc por políticos y demás empleados públicos, nóminas disparatadas,
evasiones fiscales, colocaciones de familiares de políticos y empleados
públicos, siendo estas entidades favorecidas por las Administraciones en fraude
de Ley.
Y no debe extrañarnos que así ocurra, porque ya han sucedido
casos. Existen tramas organizadas, porque al igual que ocurre con las ayudas
sociolaborales (caso ERE, formación para el empleo, etc.), ayudas sociales y
otros tipos de ayudas públicas, no hay
mejor amparo para el corrupto que aprovecharse del paraguas que le ofrecen la
solidaridad humana, la confianza y la buena fe de los demás.
No hace mucho escribí un artículo sobre lo que ocurrió con
la Fundación
Forja XXI (véase artículo aquí),
entidad que se encuentra en un Juzgado con un agujero de varios millones de
euros, en cuyo protectorado había políticos de varios partidos y empresarios
conocidos, y que ha estado presidida por insignes miembros de la jerarquía de la Iglesia
católica. Y para que nadie desvaríe, haré un inciso: por el hecho de
autoetiquetarse de budista, católico, ecologista, feminista, representante de
organizaciones sociales, etc., no debería presumirse un halo de “buenismo
social” a esas personas. Sólo su comportamiento revelarán el grado ético y
verdadero compromiso con la sociedad, y por ello deben vigilarse
adecuadamente las acciones de las mismas cuando hay dinero público en
juego.
Les pondré otro ejemplo para aclararlo. La Cámara de Cuentas ha denunciado numerosas irregularidades en la gestión de los fondos públicos que el
Servicio Andaluz de Salud transfiere al Consorcio Sanitario Público del
Aljarafe en base al concierto establecido -modalidad de contratación pública-,
fondos que recibe la Entidad Provincia Bética de la Orden de San Juan de Dios para su gestión.
¿Por el mero hecho de tratarse de una entidad de la Iglesia católica ha de
presumirse que toda la gestión con esos fondos es correcta? Obviamente no. Sólo un control exhaustivo de los gastos puede
revelar si la gestión de esos fondos es acorde o no con la normativa aplicable
y con los fines perseguidos por la entidad, y sólo con su control puede
conocerse si esos fondos públicos están siendo utilizados adecuadamente. ¿Y si
resulta que los directivos del Hospital de dicho Consorcio están cobrando
importes astronómicos, muy por encima de lo que están cobrando los directivos
de los Hospitales del SAS y de las Agencias sanitarias? Los auditores de la
Cámara de Cuentas solicitó esa información sobre el ejercicio de 2012 y no se
le facilitó. ¿Qué actuación ha realizado el SAS o la Consejería de Hacienda y
Administración Pública al respecto? Que se conozca, ninguna.
En otros países, donde la corrupción es también uno de sus
más graves problemas (y cuidado con la espiral en la que ha entrado España),
están aprobando medidas para luchar contra la corrupción de supuestas entidades
sin ánimo de lucro. En Colombia y México, por poner dos ejemplos
actuales, las mafias corruptas utilizan este tipo de entidades para
aprovecharse de sus beneficios fiscales, ayudas económicas públicas y evadir
impuestos, y sus Gobiernos están dando pasos para controlarlas, con mayor o
menor acierto.
En España, ¿qué está ocurriendo? Sabemos que empresas,
partidos políticos, sindicatos, entidades bancarias y
demás organizaciones, han creado en los últimos años entidades sin ánimo de
lucro (fundaciones, etc.), en principio con fines lícitos. Pero, ¿están siendo
controladas realmente cuando reciben fondos públicos o se benefician de
bonificaciones fiscales (IVA, etc.)? ¿Se conoce con total transparencia cómo
gastan estos fondos públicos cuando se benefician de ellos? Aunque ingresen
parte en concepto de cuotas de sus socios o afiliados, si otra gran parte
proceden de fondos públicos o de beneficios fiscales, debería controlarse el
gasto de dichas entidades.
Si embargo, mucho me temo que, en el caso de
Andalucía, la Administración gobernada por Susana
Díaz está mirando para otro lado, aprovechándose de la buena fe de los
ciudadanos que dan por hecho que todas esas entidades sin ánimo de lucro (asociaciones,
fundaciones, cooperativas, etc.) están debidamente controladas o están actuando
debidamente. Sin embargo, existen casos que demuestran lo contrario.
Una vez más, los ciudadanos son esquilmados a base de
impuestos, tasas y cánones, mientras los corruptos campan a sus anchas con el
beneplácito de los políticos que se dedican, como buenos buhoneros, a vendernos
sus “mercancías” deterioradas.
Extraordinaria exposición!!! Muchas preguntas ....sin respuesta.
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