Artículo de Rafa G. García de Cosío
Para salir de la
bella pero despoblada región de los Fiordos Occidentales rumbo al
sur, en Islandia, hace falta coger la carretera 60 hacia Reykjavik y
atravesar un paisaje montañoso y marciano con baches dignos de recibir
nombres como los de la Luna.
Al descender la
cordillera con una preciosa vista al Mar de Groenlandia, hay un desvío inmediato
hacia la derecha para coger el ferry a Stykisholmur, o bien se puede seguir
adelante hacia la capital del país por una carretera que sigue serpenteando
durante cientos de kilómetros. En ese mismísimo cruce en el medio de la nada,
digno de película del salvaje oeste, se encuentra una gasolinera junto al hotel
Flokalundur.
Esta semana
aparqué para ir al servicio, y antes de bajar del coche vi cómo una furgoneta
Renault de alquiler para "campers", con
una famosa bandera estelada de Cataluña en cada uno de los
dos retrovisores, se establecía justo a nuestro lado. Se bajaron un
hombre y una mujer, bien superados los 50 años, y hablando en castellano (o eso
o el catalán me parece más fácil de lo que pensaba).
Durante al menos
un par de minutos estuve observando a la clientela que salía y entraba en el
hotel-restaurante. Nadie echó una mirada siquiera a la furgoneta, ni un asomo
de curiosidad. Ni siquiera mi novia, alemana, que siempre me pregunta por el
origen de las banderas en los espectáculos de caballos, pareció interesarse por
esta furgoneta predicadora de la buena nueva separatista.
Esta semana he
llegado a la conclusión de que el ridículo internacional de la Generalidad,
sumado a las catetadas de sus siervos separatistas por el mundo en
particular, es lo mejor que le puede pasar al resto de los españoles. Mientras
el "procés" no pase nunca de ser algo folclórico reducido a las
banderitas y la propaganda hacia el extranjero, una propaganda en mi
opinión seriamente dañada por los guiños contra el turismo este
verano, los españoles no tenemos por qué preocuparnos.
Las encuestas de
los últimos meses ya hablan de una caída importante del independentismo. A este
ritmo, y con la cobardía de los líderes catalanistas, el movimiento
separatista catalán se diluirá como el azucarillo de la Confederación de
Estados Unidos, y pasará a mero regionalismo provincial en una región además
menos próspera que antes y, por tanto, mucho más insignificante.
Ojalá!!! Estos indepes hace ya muuuucho tiempo que son más plastas que las moscas cojoneras.
ResponderEliminarNo te fíes. Si repasas la Historia de Cataluña, siempre ha sido ruin y mezquina (hasta en la etapas de mayor éxito catalán: Los Roger de Lauria y de Flor, los mercenarios; Rafael Casanova, el cobarde; Lluis Companys, el sedicioso, etc), entre ellos y con los demás. Buscarán siempre lo que más le beneficie a costa de dañar a los demás. Soy mitad de Gerona y mitad de Sevilla, criado simultáneamente en ambas regiones y con ambos idiomas, y por tanto 100% español. A los catalanes hay que darle caña de españa, son unos cobardes (salvo cuando conquistaron la costa oeste de América del Norte, con baretina y por el Rey de españa: excepción que confirma la regla). Adeu siau, noi.
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