Artículo de Manuel Ramos
Se insiste mucho
estos días que “la democracia de Venezuela ha ido
degenerando“. Se entiende la democracia como una cosa orgánica, como
una manzana que se pudre en el cesto. La solución para estas democracias
orgánicas (como la llamaba el dictador Franco) siempre
consiste en cambiar a las personas que se van quedando viejas y poner a
jóvenes. La suerte de estas mal llamadas democracias sigue el camino que cada
individuo sepa andar cuando ostenta el cargo de máximo dirigente. Por
tanto Maduro, como máximo dirigente de Venezuela, ha
“degenerado” la democracia, el legado de Chávez.
Es más, la
propia Mesa de Unidad Democrática (MUD) reivindica
la constitución chavista también, acusando a Nicolás Maduro de pervertir el
texto que su predecesor y máximo líder de la revolución bolivariana impuso en
su momento. Digo “impuso” porque no hubo elecciones a asamblea constituyente
mediante representantes del los ciudadanos. Es algo tan usual en todos los
países del mundo que se ha asumido como natural la falta de una fundación
constitucional basada en la libertad constituyente. Los textos a
los que apelan los dictadores y oligarcas de todos los países siempre hacen
referencia a un acuerdo fantasma firmado en el pasado pero sin rastro efectivo.
El mito de “contrato social” de Rousseau extiende su manto
misterioso hasta nuestros días. En España ese fantasma es el “consenso del 78” , una letanía que se repite
constantemente sin que veamos exactamente cómo aplicar el consenso en la
política. Bueno, quizá el consenso es obedecer lo que dice el presidente del
gobierno.
La libertad
constituyente, presente en EEUU cuando se fundaron las reglas
de la primera democracia representativa del mundo, tiene su legado hasta hoy
día. Con sus problemas adyacentes a la corrupción humana, la inmensa obra
norteamericana consiste en fundar una constitución, primero, que está elegida
por los representantes del pueblo (porque ellos sí saben qué es un
“representante”), y segundo más importante aún, separa los poderes del Estado
(ejecutivo y legislativo). Esa clave que todos los opinadores de medios de
comunicación de masas olvidan cuando repiten una y otra vez la palabra
“democracia” es la que da la calidad de la verdadera libertad política: la
libertad constituyente.
En España hemos
tenido la suerte de que uno de los pensadores políticos más importantes, Antonio
García-Trevijano, ha aleccionado al devastado panorama intelectual con sus
conocimientos humanísticos respecto a la cuestión de la libertad política
colectiva. Él ha señalado que la base de la representación está en el distrito
y su representante, la nación se hace fuerte en su distrito y sin ese ladrillo
no se puede construir la catedral de la libertad. Antes bien se derrumbará
trayendo, como ocurría en la Grecia clásica, tiranías. Por eso
tanto los pensadores políticos británicos y colonos americanos tenían rechazo
visceral al concepto “democracia” por su asociación con el descontrol de la
masa asamblearia. Esa era la democracia que conocían ellos, la de Pericles,
la que sirvió para gobernar una ciudad-estado como Atenas, pero que
se desbordó cuando se amplió cada vez más llegando al gobierno de los tiranos,
como he dicho antes.
Por lo tanto ¿a
qué nos referimos cuando hablamos de democracia hoy? Si somos fieles a los
padres fundadores de EEUU y, antes aún, a Montesquieu, entonces
tenemos que señalar que sólo habrá democracia cuando haya separación de poderes
en el origen. Es decir, elecciones separadas y directas de los representantes
de dichos poderes con legitimidad electoral diferente, así cada uno de ellos
tendrá la libertad de enfrentarse al otro y velar por su cometido, ya sea
legislar, mantener el orden o hacer cumplir la Ley.
Esto no se da en
casi ningún país del mundo, tampoco en Venezuela. Y habiendo señalado qué es
realmente una democracia, decir de forma balbuceante que si se ponen urnas en
las calles hay democracia no hace sino manifestar la ignorancia de quien afirma
dicha necedad. Meter papeles en urnas no es “la democracia”. Con Franco
en España también se metieron papeles en urnas. Me causa rubor
cada vez que leo una noticia de que hay elecciones democráticas en este u otro
país sin libertad política. Es un burdo teatro que se sigue manteniendo para el
engaño de las masas. Es un narcótico que sólo pierde su efecto en la gente
cuando la falta de pan golpea los intestinos de los gobernados. También se usa
como careta para dar y quitar la calidad democrática según conveniencia a
determinados países. Es fácil, el los países donde nunca hubo democracia “el
consenso internacional” los denomina así porque les interesa por algún
motivo. Cuando no interesa, se les deja de llamar de esa forma y por tanto se
le puede atacar.
Los padres
fundadores de los EEUU.
De izquierda a derecha: George Washington, primer
presidente; John Adams, segundo; Thomas Jefferson, tercero;
Alexander Hamilton;
Benjamin Franklin; James Madison, cuarto presidente.
La democracia
basada en la libertad constituyente como la de EEUU no necesita el consenso
internacional. Tiene su constitución y sus cimientos en el pueblo americano que
sigue manteniendo sus reglas formales: separación de poderes y elecciones
representativas. Sólo ellos pueden cargarse su democracia, nadie desde fuera
puede afectar a su gobierno o sus normas. Esa una de las ventajas de ser libre,
puedes tomar tus propias decisiones y basarlas en tu criterio. Si el tinglado
que tienen otros países se basa en elementos materiales como el petróleo, la
deuda, el tráfico de influencias o la venta de cualquier material ilegal,
entonces ¿de qué estamos hablando? De democracia por supuesto que no. Eso es
algo mucho más sencillo pero al mismo tiempo más profundo, con unos cimientos
mejor asentados.
Publicado en "El Repúblico Libre", agosto de 2017
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