jueves, 13 de julio de 2017

Cuando el lenguaje traiciona aviesas intenciones





Artículo de Antonio Higueras Aranda


Ley de Sostenibilidad en la Sanidad Andaluza


  • La tormenta que se avecina avanza siguiendo un sigiloso curso parlamentario para un parto legislativo, que saldrá de cuentas en el próximo septiembre
  • Han descubierto dos poderosos instrumentos gestores: uno, la libre designación y dos, la precariedad laboral de las bases para que estén firmes y silentes
  • A ver quién es capaz de derogarla después, una vez puesto el ventilador de los medios del sistema de propaganda

Hace un siglo que la más novedosa y escandalosa perspectiva de los entresijos de la mente fue introducida en la Psiquiatría por Freud. Sus hallazgos pueden diariamente verificarse por cualquiera que se atreva a observar lo que con frecuencia hacemos nosotros y el resto de los sapiens. Sirva como ejemplo que, para introducir un poco de cordura en nuestra razón, tenemos que soñar con monstruos; o que para conocer realmente a alguien, mejor lo analizamos desde lo justamente opuesto a sus manifestaciones en superficie. Así el disfraz de puritanismo puede encubrir a no pocos pervertidos; algunos pacíficos contienen explosiones volcánicas o los valientes se ven impelidos a validar diariamente su debilidad. 

Este sutil sistema defensivo del que somos ajenos es necesario para sortear laberínticas complejidades internas; pero su inmanejabilidad escandalizó la supremacía del humano extasiado en sentirse el vértice de la pirámide. A esto, el pensador de Moravia y sus seguidores vinieron a denominar mecanismos de defensa y, entre su diversidad, describieron un amplio repertorio de ellos. Entre los más ocultadores está la formación reactiva en el que deseos, temores o impulsos, quedan salvaguardados bajo conductas radicalmente opuestas. Quizás desde esa perspectiva nos decepcionaremos menos ante los que han hecho de su profesión administrar el bien social con carnet que pretenden validar cien años de honradez o sentirse los adalides de los intereses públicos. Muchos de ellos -lo vemos a diario- pudieran ser grandes depredadores de los ajeno en beneficio propio, tras el barniz de esa conducta aparentemente dirigida a los nobles causas. Pero es que aprovechando una grieta, un descuido en la coraza se deja entrever lo que en realidad subyace en lo más profundo de sus motivaciones. 


Otras manifestaciones a prestar atención, frente a la desconfianza en la que nos han ido sumiendo, son los conocidos lapsus linguae o los actos fallidos delatores, que con frecuencia pasan por simple equivocaciones o inofensivos enunciados en los que se desliza lo latente. Esto es lo que nos ha alertado de la llamada “Ley de garantías y sostenibilidad del Sistema Sanitario Andaluz”. Conociendo la trayectoria de los autores de los ERE, cursos de formación, entramados de Empresas Publicas, fundaciones pantalla de opacidad manifiesta, promesas incumplidas, redes clientelares y más que sospechas de numerosos ilícitos -conociendo a sus autores y su afán por perpetuarse- no nos dejamos embaucar por corales mediáticas. Fieles al pacto de la subvención, éstas cumplen su tarea de alejar toda sospecha o cuando menos, no dedican el mínimo esfuerzo a ser ese cuarto pilar de salvaguarda pública en democracia. Baste seguir determinadas trayectorias de líneas editoriales o sus zigzagueos a golpe de financiación institucional.


Vayan de fondo estas reflexiones para frustrarse menos con las expectativas que nos generan muchos de los que se sientan en los escaños o en las costosas instituciones que debieran proteger los intereses colectivos frente a los más canallas. Desde el disfrute del logrado nicho de impunidad, repletos de beneficios, que no hubieran obtenido en el esfuerzo de una PIME o en unas oposiciones garantistas, se convierten en nuestra amenaza en vez de nuestros leales administradores temporales. Algunos medraron y echaron los dientes o el busto en las intrigas de sus partidos hasta esos puestos de listas endogámicas que garantizan el codiciado sillón. Por eso no escatiman esfuerzos de sostenibilidad ni desviaciones de financiación del partido que les dio destino y a los entramados clientelares que los perpetuaran. Muchos alevines se pondrán en cola y sin salirse de la misma, habrán medrado lo suficiente para cuando se quede libre un sillón y a veces, una simple banqueta. 

Lo peor es que su prodigalidad de gastos y desatino no les preocupa porque ellos administran y sustraen los bienes ajenos. No deja de ser un gran fallo del sistema, que cuando por sus torpezas generan deudas millonarias, no pagan: pagamos nosotros, recibiendo un doble castigo. Las sentencias indemnizatorias de los que se aventuran en lo Contencioso nunca se sufragarán en detrimento de sus retribuciones o patrimonio. En Andalucía, el régimen cristalizado por las urnas, con casi la misma duración que el que se legitimó a sí mismo. Nos esquilma en su propio beneficio y en una tupida “tela de araña” que tendría que ser de obligada lectura en nuestros planes educativos. Para los que parezca desmesurado, que vean nuestro posicionamiento en los rankings educativos, sanitarios y empresariales; así como nuestros costes impositivos. 



De un lado las referencias freudianas y de otro, nuestro desmoralizador panorama político, en especial el descompuesto sistema sanitario público, al que en una pirueta acrobática convirtieron en eslogan de “joya”, es más que preocupante. Frente a esa doble perspectiva, nos legitimamos como observadores, como pacientes, como profesionales y como financiadores. Con más años de sanidad pública que los veteranos del Palacio de San Telmo -o de los instalados en algunos de los recovecos de refugium peccatorum del SAS- les decimos sin miedo: que nos engañan, que son unos pésimos gestores públicos y que su torpeza solo se desvanece cuando gestionan la red clientelar en perjuicio del vagón de cola del resto. Ellos que son los únicos responsables en los últimos cuarenta años que no ha habido relevo y con algunas ayudas puntuales, ahí siguen. 

Recientemente, le da soporte un partido emergente -de los que se les llena el pregón de anticorrupció-, que está dando sus peores versiones en nuestra tierra ¡Cómo no! ¡Bienvenidos al paraíso de las mediocridades! Cualquier cosa menos poner la maquinaria en marcha desenmascarando el entramado sistema en el que se han instalado a la sombra de nuestra tentadora siesta. Tomamos nota.



Con este panorama es tradicional que en épocas estivales aparezca algún nubarrón por el horizonte, aprovechando el descanso del personal que anda distraído con los espetos o cargando baterías escolares y laborales. La tormenta que se avecina avanza siguiendo un sigiloso curso parlamentario para un parto legislativo, que saldrá de cuentas en el próximo septiembre. Mientras el personal deshace las maletas de la playa o anda acoplando nuevo curso a la prole, sacarán su paloma cargada de más poder. Pero a alguien que estrenaba cargo sanitario se le escapó la indiscreción a una pregunta comprometida: “todo se va a arreglar en septiembre”, -respondió refiriéndose al caos en el que nos sumergieron con sus descerebradas fusiones-. Sí, todo se va a arreglar en septiembre cuando tengamos nuestra nueva Ley de garantías y sostenibilidad del Sistema Sanitario Público de Andalucía, que a sorbo de zumo de naranja ciudadana pretenden aprobar con veraneidad y sigilo. La LGSSSPA condensa en sus 36 artículos y disposiciones que le siguen, todas las maldades que el Régimen ha sido capaz de ir aprendiendo para su perpetuación, y así dar amparo legal a lo que han sido meros “experimentos” –como frívolamente califica uno de los responsables del desastre granadino, ahora dando conferencias como un Al Gore sanitario-. Para cuando la oposición despierte de su letargo anual, la Sanidad Pública Andaluza quedará atada y bien atada legislativamente. 

Ya crearon el aparato megalómano del SAS que autoconsume más energía de la que produce, siendo incapaz de sacar con una mínima periodicidad las convocatorias de plazas que, al menos, era capaz el antiguo régimen ¡Pues no! Ni saben, ni quieren porque han descubierto dos poderosos instrumentos gestores: uno, la libre designación y dos, la precariedad laboral de las bases para que estén firmes y silentes. Quién iba a pensar que harían buena la Administración centralizada del caudillo golpista.



Faltaba una Ley que sonara bien, que tuviese muchos párrafos de evanescencias que todo el mundo suscribiría pero que sutil y camufladamente escondiera entre líneas sus peores elementos de soporte para la máquina partidista. Hasta ahora se las arreglaban a golpe de Resoluciones, Decretos o a la brava. A ver quién es capaz de derogarla después una vez puesto el ventilador de los medios del sistema de propaganda. Así, casi sin despeinarse, consolidarán las llamadas Unidades de Gestión Clínica (UGC), en las que se dimensionan bien algunos egos, que accediendo digitalmente con la mayor de las perversiones administrativas, ya se ha dicho: “la libre designación” -que cualquier Administración reservaría para casos excepcionales-, aquí es convertida en el mayor de los méritos, junto a la genuflexión o el apoyo partidista. Instalados en las UGC, no gestionaran nada, pero se habrán colocado en el vértice de una maltrecha carrera profesional -de ahí la denominación de “sombreros o pamelas” que, según el caso, se colocarán sobre la cabeza de Jefes con otros méritos-; y posiblemente de mayores capacidades profesionales que eso es lo amenazante.

Ellos suele nutrir de fragilidad las filas de los dirigentes sanitarios o de los cargos intermedios. No solo no gestionaran nada porque para eso está el palacio del centralismo sevillano. Serán títeres bien amarrados del lugar anatómico adecuado para tener las filas en perfecto estado de sumisión. De premio, algunas migajas de la llamada productividad. Damos fe de la experiencia más frustrada de cuantas expectativas depositamos en sus orígenes cuando fuimos unos de los pioneros en dirigir una de esas UGC, tan vacías de contenido como desvirtuadas en sus fines. Por eso a los dos años de engaño, libremente, pero no sin dificultades ni exentos de represalias la abandonamos. Y ahora, cuando han generado este caos organizativo, aprovechan la coyuntura para terminar de darle el soporte legal que les faltaba, al menos en Asistencia Especializada. 


Pero ya puestos, pues a extender el experimento que tantas prebendas ha dado, a toda la Sanidad: desde la Prevención a la Promoción de la Salud (Art. 24), y por qué no a todo el espectro asistencial (Art. 26) La misma arma para todos los frentes. Su sombra se extenderá con dimensión de interniveles y extensión de intercentros (si no queríamos sopa o in-fusiones, tomaremos dos tazas). Consolidando el descubrimiento de la más desnaturalizada de las unidades funcionales de la Administración: “las UGC”, con su sometimiento del personal, con los Jefes a dedo, con los incentivos para comprar y trampear voluntades, construirán todo el Órgano Sanitario.


No es esa la única maldad que esconde el adormecedor documento sabiamente envuelto en papel de regalo estival. No se les escapa “la creación de la estructura central para la gestión de compras”, ni la capacidad gestora de las Agencias Públicas pródigamente diseminadas, o el manejo oneroso de las empresas farmacéuticas (Art. 13)- con sus promociones y agradecimientos-. Tampoco, el encauzamiento de las caudalosas vías de financiación de la Investigación. Ni la arrogancia de sancionar y acreditar el conocimiento desde su fantasmal Agencia de Acreditación, parasitada de no pocos inmerecidos. No se les ha escapado un detalle, llevan 40 años de oficio. Léanselo para no aburrir con el articulado pero no se deslumbren con las palabras que suenan a sinfonía querubínica. Busquen las trampas y los peligros. Es un ejercicio transcendente porque se derivarán no pocas consecuencias. 

Por ello, después de tantos años de experimentos costosos y corruptos -tan malos que nos colocan en los peores lugares de la clasificación frente a otras Comunidades-, ahora hacía falta reunir todas las argucias aprendidas y camuflarlas en una Ley que dice llamarse de “Garantías y Sostenibilidad”, y como por última vez apelaremos al análisis dinámico, al lapsus linguae intentemos desenmascarar lo latente, lo velado: ¿A quién va a “garantizar” y a quién va a “sostener” la Ley? Todavía queda tiempo para despertar a los de dentro y fuera de San Telmo. ¡Confiemos más en los de fuera!


Antonio Higueras Aranda*


(*) Es miembro de la Asociación Justicia para la Sanidad.

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