Artículo de Luis Marín Sicilia
“El 'pedrismo' quiere introducir su concepto de España como nación de naciones o Estado plurinacional como bálsamo que
acabe con el separatismo”
“El separatismo es insaciable y jamás se dará por satisfecho 'si sigue
formando parte de España'. Las fieras no se amansan con caricias”
Un "nuevo Psoe", según su secretario general y líder incontestado, nació el pasado domingo, entre el fervor de una militancia satisfecha con haber enterrado a la vieja guardia, esa que llevó al centenario partido a escribir la más larga y fructífera página de la modernización y el progreso de España. Se vuelve, pues, a la narrativa del enfrentamiento, al antagonismo social, a la trincheras y a la división entre buenos (los nuestros) y malos (los otros). Solo hay que disputar a los podemitas el carácter de "herederos" del 15M o, si no fuera posible, unirse a ellos en ese afán adanista de "descubrir" a tanto corrupto y a tanta política podrida como pulula por la que llaman "vieja política".
Quedan muchas dudas sobre la capacidad del engolado dirigente para cicatrizar las heridas abiertas en su organización, sobre si abandonará el doble lenguaje plagado de ambigüedades y ambivalencias, sobre si tendremos al Sánchez de la ida, el de las prisas, el del "no es no", el del pacto encubierto con separatistas, o vendrá un líder de vuelta pragmático, reflexivo y prudente que entienda la diversidad del país desde su unidad política y que sepa distinguir las pulsiones de sus militantes de las inquietudes de sus votantes potenciales.
La primera lectura sobre la propuesta territorial no puede ser más preocupante. En contra del sentido de la historia, del orden constitucional, del propio concepto de nación y del sentido tradicional del credo socialista, el "pedrismo" quiere introducir su concepto de España como nación de naciones o Estado plurinacional como bálsamo que acabe con el separatismo, ignorando que, con ello, lo que hace es dar más hilo a la cometa del secesionismo que dispondrá de un concepto que facilite sus pretensiones.
Creo que nunca se habrá arrepentido suficientemente Zapatero de aquella promesa de "respaldar todo lo que venga de Cataluña". Ahí comenzó la actual deriva... y ahí se inició el hundimiento del socialismo catalán, que pasó de 53 diputados a los 16 actuales. El separatismo es insaciable y jamás se dará por satisfecho "si sigue formando parte de España". Las fieras no se amansan con caricias.
El mayor dislate es el que pretende Sánchez: compatibilizar el artículo segundo de la Constitución con el reconocimiento de varias naciones. ¿Cómo puede ser ello posible, si se dice expresamente que la nación española es única e indivisible? La referencia que dicho artículo hace a las nacionalidades y regiones y a su autonomía no es sino el reconocimiento a la identidad de cada una y a la solidaridad entre todas ellas. Si las autonomías se hubiera querido reconocer como naciones sobraba la diferenciación entre nación y nacionalidad. Por ello es ridículo pretender que dicho artículo, implícitamente, reconocía la plurinacionalidad al hablar de nacionalidades. Si la ley distingue, debemos distinguir nosotros, según un viejo axioma jurídico.
En contra del criterio de notables socialistas, en contra de los dictámenes de los mejores estudiosos y jurisconsultos, en contra de lo que la razón y el buen sentido político concluyen, el nuevo Psoe quiere hacer de España una nación de naciones, sin darse cuenta que está jugando con fuego utilizando un concepto político de indudable trascendencia. España nunca ha sido una nación de naciones desde hace casi cinco siglos y medio. Y Cataluña jamás ha sido reino, nación ni estado. Solo, como dice el profesor Elorza, tal dislate puede deberse al "caos intelectual del partido socialista".
Cuando, a preguntas de Patxi López, Pedro Sánchez definió, dubitativamente, a la nación como un sentimiento, abría la veda para que, de prosperar tan insolvente idea, España se descompusiera en decenas de naciones. Pretender, para vestir el muñeco de la incompetencia intelectual, definir a la nación por la cultura, la identidad o la lengua es de tal mediocridad que, en cualquier país serio (y confío que España lo será llegado el caso), el promotor de tal idea quedaría descalificado para dirigirlo.
Algunos estudiosos como Andrés de Blas opinan que el término nacionalidad puede ser equivalente al de nación cultural, y con tal carácter sin valor normativo interpreta el Tribunal Constitucional la expresión contenida en el preámbulo del Estatuto de Cataluña. Alfonso Guerra ha sido suficientemente claro en este tema: "si hablamos de plurinacionalidad hay que decir cuántas son". Y si son un sentimiento preparemosnos para tener más de cincuenta. ¿Es gobernable un país desde el sentimiento?
En ciencia política, el concepto de nación se identifica con el titular de la soberanía. En España, como en todas las naciones libres, solo hay una nación cuyo sujeto de soberanía es el conjunto de los españoles. Tan no se debe jugar con estos conceptos que los movimientos secesionistas estadounidense, como en Texas o en California, y los de Baviera en Alemania, tienen muy claro que lo importante no es ser estados, pues todos ellos lo fueron previamente al surgimiento de la nación americana o alemana. Lo importante es ser nación porque ello los hace sujetos de soberanía. Ello explica que los recientes movimientos californianos ("Calexit" les llaman) proclamen que son "una nación y no un Estado".
Ignoramos si Pedro Sánchez intenta contentar, por interés personal y electoral, además de a los socialistas catalanes, a los independentistas vascos y catalanes y a los podemitas para alcanzar la gloria de dormir en La Moncloa. Si es así traicionará la historia y el sentimiento solidario de la izquierda española. Como dijo Solé Tura, ponente constitucional, "la modificación del artículo 2 de la Constitución rompería el consenso constitucional y podría derrumbar todo el edificio", obsesión perseguida por secesionistas y podemitas.
Quienes ignoran la historia suelen ignorar los conceptos. Estos nuevos "adanes", que se creen llamados a un nuevo mundo harían bien comprobando que un Estado Federal es incompatible con la plurinacionalidad, como es perceptible en Alemania, Suiza, EEUU y todos los estados de tal estructura, algunos con varias lenguas, como Suiza, o varias culturas, como EEUU.
La mayor traición del nuevo Psoe al socialismo histórico la realizaría Pedro Sánchez si insiste en la deriva emprendida. Habría que recordarle las palabras del presidente del Gobierno de la República Juan Negrín que en Consejo de Ministros celebrado en Barcelona en 1938, dijo literalmente, según recuerda el ex Fiscal General Eligio Hernández, "no estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos retoñe en Barcelona un separatismo estúpido y pueblerino. No hay más que una nación: ¡España!".
Dado que un partido como el Psoe es fundamental para la estabilidad democrática y el progreso social en España, convendría que Pedro Sánchez se aclarara, dejara de jugar con fuego, antepusiera la cohesión del socialismo a las prisas por llegar a La Moncloa y, tras estudiar historia, política y constitucionalismo, despejara de una vez por todas las incertidumbres contestando con claridad aquella pregunta que le hizo su hoy compañero de aventura Patxi López: "Pedro, pero ¿tú sabes lo que es una nación?". Pues en esas estamos.
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