Artículo de Manuel Ramos
El jueves 15 de junio se conmemoraron los 40 años desde que
se metieron aquellos papeles en urnas que comenzaron a llamar “elecciones
generales”. Hoy día muchos de los cómplices de aquél acto, ya van quedando cada
vez menos, intentan reivindicarlo como un avance fundamental en la historia
política española. La prosperidad y el avance en las vidas de los españoles se
ha asociado a la llegada de lo que ellos han llamado “democracia”, por obra y
gracia de la Transición.
No cabe duda de que España ha mejorado materialmente
respecto a la dictadura franquista. Disfrutamos de libertades que durante la
vida de Franco no hubo. Tras su muerte en la cama parece que todo cambió y, de
repente, advino la democracia. Nos dicen que nos costó mucho, no obstante. Pero
la herramienta que solucionó cualquier problema fue el “consenso”, el diálogo.
Precisamente “Diálogo” es el
nombre de la única entidad (una asociación hispano-francesa) que ha
homenajeado al rey emérito. La noticia de ABC nos cuenta que en el
trigésimo aniversario de las votaciones sí hubo un reconocimiento al
campechano. El hecho de que hoy nadie se atreva en España a reivindicar su
figura es sintomático. No se confía en los actores de la tan manida transición
pues sus frutos no convencen y cuanto más se investiga en ella, más se da uno
cuenta de la falsedad de sus fundamentos.
No hubo ruptura
Siempre se ha observado la ruptura política como algo
violento. Las muertes de Hitler y Mussolini, así como los juicios de Nuremberg, vienen a la mente
de cualquier franquista que le mencionan la necesidad de ruptura en España. No
se trata de romper cuellos sino de romper con la legalidad franquista. Torcuato Fernández Miranda expresó la
solución de continuidad entre las Leyes Fundamentales del Reino y lo que venía
después. Lo resumió en la siguiente fórmula: "de la ley a la ley a través de la ley". Pasamos del franquismo
a la partidocracia con la misma ley, con un heredero puesto por Franco y con un
presidente Ministro-Secretario general del Movimiento.
Esto era un respiro para los franquistas que veían que
mantener a una momia como Franco en el panorama internacional era insostenible.
Lo incomprensible es la actuación de la oposición a Franco. El miedo que aún se
tenía en el cuerpo por la Guerra Civil (miedo sin base real en 1977) sumado al
oportunismo de sus jefes propició el pacto, el diálogo, el consenso: la
traición. Eso es lo que la clase política celebra hoy. Que la oposición a
Franco le lavó la cara al franquismo a cambio de dinero y cargos, por supuesto.
Esa es la concordia, esa es la reconciliación.
El resultado no es ni Franco ni democracia, es simplemente
la socialdemocracia, es decir, la nada. Con un rey felón, el pueblo se volvió
traidor. Las comunidades autónomas sirven para corromper a los segundos mandos
de los partidos disolviendo la nación, los poderes del Estado están todos en
manos del partido de gobierno, no hay responsabilidad ni política ni penal…
Cualquier palabra salida de labios de un político hoy día es pura falsedad. Simple
apariencia que no tiene conexión con la realidad de la sociedad civil pues todo
está estatalizado. Es el mismo sistema que con Franco. La novedad es que en vez
de haber un solo dictador central hoy tenemos varios dictadorzuelos de partido
que tienen que entenderse entre ellos mediante el manido consenso, el diálogo,
el pacto… la traición.
No fueron elecciones, no se eligió nada
El problema básico y por el que los españoles fueron
traicionados es porque no sabían en qué consistía la democracia, nunca lo han
sabido. Es un error común en el mundo, fomentado por los Estados Unidos que
quieren “implantar la democracia” con su afán imperialista de cualquier forma.
Se pone una urna, se hacen fotos a la gente introduciendo papelitos y ya hay
democracia. ¡Qué error!
Lo primero para que pueda existir una esperanza de
democracia es que las elecciones sean de representantes, no de listas de
partido. Cada distrito debe elegir a una persona directamente y por mayoría
absoluta, si es necesario con segunda vuelta. Ese representante le debe el voto
al distrito, no al partido, y por tanto defenderá los intereses reales de los
ciudadanos si quiere seguir en el cargo. Tras la Segunda Guerra Mundial, EEUU
fomentó en Europa el sistema proporcional y de listas de partido para facilitar
que las oligarquías autóctonas controlaran rápido la población y así poder
hacer negocios cuanto antes. Las reconstrucciones de los países son muy
lucrativas. Lo mismo hicieron en España. Importar la doctrina alemana del
Tribunal Constitucional de Bonn y abolir así cualquier asomo de representación
política. Se controlaría todo desde el Estado.
Fíjense lo claro que lo tenían los colonos en América que,
incluso antes de la independencia de Gran Bretaña, decían “no taxation without representation” (no pagamos impuestos si no
tenemos representantes”). Si al menos los españoles supiéramos qué es tener un
representante, podríamos comenzar con algo. Podría haber una asamblea
constituyente donde de verdad la constitución la hagan los españoles y no seis
personas encerrados en un cuarto durante varios días. Los “padrinos” de la “Constitución”
pasaron luego dicho documento por delante a los españolitos para que dijeran “sí”
a eso. Ea, ¡vaya tela el trabajo que nos ha costado la democracia!
España no tiene constitución
Según el artículo
XVI de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) “Una sociedad en la que la garantía de los
derechos no está asegurada, ni la separación de poderes determinada, no tiene
Constitución”. Entonces, ¿qué es lo que se aprobó en 1978? En términos
jurídicos es una Carta Otorgada. El rey, por medio de sus secuaces, aprueba un
documento que ha sido pasado previamente a plebiscito. Ni lo han redactado los
representantes de la nación, ni se ha debatido, ni ha habido libertad
constituyente. Por supuesto, no se separan los poderes del Estado en su origen.
Continuar diciendo que en España hay democracia y que tiene
constitución es continuar con la mentira y la traición a la libertad política
producida hace 40 años. Y pensar, como entonces, que si queremos llegar a tener
democracia en España se puede hacer reformando las instituciones que tenemos
hoy es intentar volver a engañar a los españoles otra vez. Pero ese engaño
tiene el problema de que ya no hay miedo a una guerra civil, aunque algunos
quieran revivir las ascuas de odios ancestrales. Los españoles de hoy día no
son los de la transición. Tienen ideas más atrevidas, osadas más bien, sobre el
sujeto de la nación. Muchos creen en el paradigma orteguiano de que España es
un proyecto sugestivo de vida en común. Es decir, que todo depende de la
voluntad, se puede votar todo: la existencia de Dios, que todos seamos guapos y
ricos… etc.
La falta de separación de poderes durante la dictadura fue
acompañada de una buena gestión económica que hizo despegar materialmente a los
españoles. No había tanta corrupción, pero tampoco había tantas libertades. La
falta de separación de poderes en la partidocracia hace necesaria la corrupción
para que la mentira siga adelante y, muy a pesar del desastre económico que
implica la corrupción rampante y la asfixia de industrias y empresas, España va
adelante. ¡Imaginen si hubiera democracia! España se pondría a la cabeza del
mundo en muchos campos en los que ahora se ve capada por sus políticos.
La solución, la Libertad Constituyente
Para que podamos llegar a tener de verdad una constitución
que separe los poderes y consolide un sistema electoral representativo, tenemos
que pasar por un período de Libertad Constituyente. Dicho período comenzaría
por la disolución de las cámaras actuales, convocatoria de elecciones para una
asamblea constituyente, elaboración de dicha constitución durante un tiempo no
superior a un año, votación, aprobación y disolución de dicha asamblea.
Dicho así suena fácil, pero primero hay que saber qué es
tener un representante. Esa es la base de cualquier democracia representativa,
el abono necesario para que florezca luego la separación de poderes. Por eso
nos marean con partidos, listas, financiación estatal, “de la ley a la ley” …
Que nada se salga de los parámetros establecidos por la transición. Así la
oligarquía seguirá controlando el poder y la nación, la sociedad civil, seguirá
sometida como en todos los países europeos. El Estado ha conseguido su forma
más perfecta de dominación: hacer creer que la soberanía está en el pueblo, en
la nación, cuando en realidad la detenta el Estado.
Estoy de acuerdo. Es la tesis de don Antonio García Trevijano.
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