sábado, 17 de junio de 2017

Lo llamaron democracia



Artículo de Manuel Ramos

El jueves 15 de junio se conmemoraron los 40 años desde que se metieron aquellos papeles en urnas que comenzaron a llamar “elecciones generales”. Hoy día muchos de los cómplices de aquél acto, ya van quedando cada vez menos, intentan reivindicarlo como un avance fundamental en la historia política española. La prosperidad y el avance en las vidas de los españoles se ha asociado a la llegada de lo que ellos han llamado “democracia”, por obra y gracia de la Transición.


No cabe duda de que España ha mejorado materialmente respecto a la dictadura franquista. Disfrutamos de libertades que durante la vida de Franco no hubo. Tras su muerte en la cama parece que todo cambió y, de repente, advino la democracia. Nos dicen que nos costó mucho, no obstante. Pero la herramienta que solucionó cualquier problema fue el “consenso”, el diálogo.

Precisamente “Diálogo” es el nombre de la única entidad (una asociación hispano-francesa) que ha homenajeado al rey emérito. La noticia de ABC nos cuenta que en el trigésimo aniversario de las votaciones sí hubo un reconocimiento al campechano. El hecho de que hoy nadie se atreva en España a reivindicar su figura es sintomático. No se confía en los actores de la tan manida transición pues sus frutos no convencen y cuanto más se investiga en ella, más se da uno cuenta de la falsedad de sus fundamentos.


No hubo ruptura


Siempre se ha observado la ruptura política como algo violento. Las muertes de Hitler y Mussolini, así como los juicios de Nuremberg, vienen a la mente de cualquier franquista que le mencionan la necesidad de ruptura en España. No se trata de romper cuellos sino de romper con la legalidad franquista. Torcuato Fernández Miranda expresó la solución de continuidad entre las Leyes Fundamentales del Reino y lo que venía después. Lo resumió en la siguiente fórmula: "de la ley a la ley a través de la ley". Pasamos del franquismo a la partidocracia con la misma ley, con un heredero puesto por Franco y con un presidente Ministro-Secretario general del Movimiento.

Esto era un respiro para los franquistas que veían que mantener a una momia como Franco en el panorama internacional era insostenible. Lo incomprensible es la actuación de la oposición a Franco. El miedo que aún se tenía en el cuerpo por la Guerra Civil (miedo sin base real en 1977) sumado al oportunismo de sus jefes propició el pacto, el diálogo, el consenso: la traición. Eso es lo que la clase política celebra hoy. Que la oposición a Franco le lavó la cara al franquismo a cambio de dinero y cargos, por supuesto. Esa es la concordia, esa es la reconciliación.

El resultado no es ni Franco ni democracia, es simplemente la socialdemocracia, es decir, la nada. Con un rey felón, el pueblo se volvió traidor. Las comunidades autónomas sirven para corromper a los segundos mandos de los partidos disolviendo la nación, los poderes del Estado están todos en manos del partido de gobierno, no hay responsabilidad ni política ni penal… Cualquier palabra salida de labios de un político hoy día es pura falsedad. Simple apariencia que no tiene conexión con la realidad de la sociedad civil pues todo está estatalizado. Es el mismo sistema que con Franco. La novedad es que en vez de haber un solo dictador central hoy tenemos varios dictadorzuelos de partido que tienen que entenderse entre ellos mediante el manido consenso, el diálogo, el pacto… la traición.


No fueron elecciones, no se eligió nada


El problema básico y por el que los españoles fueron traicionados es porque no sabían en qué consistía la democracia, nunca lo han sabido. Es un error común en el mundo, fomentado por los Estados Unidos que quieren “implantar la democracia” con su afán imperialista de cualquier forma. Se pone una urna, se hacen fotos a la gente introduciendo papelitos y ya hay democracia. ¡Qué error!
Lo primero para que pueda existir una esperanza de democracia es que las elecciones sean de representantes, no de listas de partido. Cada distrito debe elegir a una persona directamente y por mayoría absoluta, si es necesario con segunda vuelta. Ese representante le debe el voto al distrito, no al partido, y por tanto defenderá los intereses reales de los ciudadanos si quiere seguir en el cargo. Tras la Segunda Guerra Mundial, EEUU fomentó en Europa el sistema proporcional y de listas de partido para facilitar que las oligarquías autóctonas controlaran rápido la población y así poder hacer negocios cuanto antes. Las reconstrucciones de los países son muy lucrativas. Lo mismo hicieron en España. Importar la doctrina alemana del Tribunal Constitucional de Bonn y abolir así cualquier asomo de representación política. Se controlaría todo desde el Estado.

Fíjense lo claro que lo tenían los colonos en América que, incluso antes de la independencia de Gran Bretaña, decían “no taxation without representation” (no pagamos impuestos si no tenemos representantes”). Si al menos los españoles supiéramos qué es tener un representante, podríamos comenzar con algo. Podría haber una asamblea constituyente donde de verdad la constitución la hagan los españoles y no seis personas encerrados en un cuarto durante varios días. Los “padrinos” de la “Constitución” pasaron luego dicho documento por delante a los españolitos para que dijeran “sí” a eso. Ea, ¡vaya tela el trabajo que nos ha costado la democracia!


España no tiene constitución


Según el artículo XVI de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) “Una sociedad en la que la garantía de los derechos no está asegurada, ni la separación de poderes determinada, no tiene Constitución. Entonces, ¿qué es lo que se aprobó en 1978? En términos jurídicos es una Carta Otorgada. El rey, por medio de sus secuaces, aprueba un documento que ha sido pasado previamente a plebiscito. Ni lo han redactado los representantes de la nación, ni se ha debatido, ni ha habido libertad constituyente. Por supuesto, no se separan los poderes del Estado en su origen.

Continuar diciendo que en España hay democracia y que tiene constitución es continuar con la mentira y la traición a la libertad política producida hace 40 años. Y pensar, como entonces, que si queremos llegar a tener democracia en España se puede hacer reformando las instituciones que tenemos hoy es intentar volver a engañar a los españoles otra vez. Pero ese engaño tiene el problema de que ya no hay miedo a una guerra civil, aunque algunos quieran revivir las ascuas de odios ancestrales. Los españoles de hoy día no son los de la transición. Tienen ideas más atrevidas, osadas más bien, sobre el sujeto de la nación. Muchos creen en el paradigma orteguiano de que España es un proyecto sugestivo de vida en común. Es decir, que todo depende de la voluntad, se puede votar todo: la existencia de Dios, que todos seamos guapos y ricos… etc.

La falta de separación de poderes durante la dictadura fue acompañada de una buena gestión económica que hizo despegar materialmente a los españoles. No había tanta corrupción, pero tampoco había tantas libertades. La falta de separación de poderes en la partidocracia hace necesaria la corrupción para que la mentira siga adelante y, muy a pesar del desastre económico que implica la corrupción rampante y la asfixia de industrias y empresas, España va adelante. ¡Imaginen si hubiera democracia! España se pondría a la cabeza del mundo en muchos campos en los que ahora se ve capada por sus políticos.


La solución, la Libertad Constituyente


Para que podamos llegar a tener de verdad una constitución que separe los poderes y consolide un sistema electoral representativo, tenemos que pasar por un período de Libertad Constituyente. Dicho período comenzaría por la disolución de las cámaras actuales, convocatoria de elecciones para una asamblea constituyente, elaboración de dicha constitución durante un tiempo no superior a un año, votación, aprobación y disolución de dicha asamblea.

Dicho así suena fácil, pero primero hay que saber qué es tener un representante. Esa es la base de cualquier democracia representativa, el abono necesario para que florezca luego la separación de poderes. Por eso nos marean con partidos, listas, financiación estatal, “de la ley a la ley” … Que nada se salga de los parámetros establecidos por la transición. Así la oligarquía seguirá controlando el poder y la nación, la sociedad civil, seguirá sometida como en todos los países europeos. El Estado ha conseguido su forma más perfecta de dominación: hacer creer que la soberanía está en el pueblo, en la nación, cuando en realidad la detenta el Estado.

Hasta entonces, los demócratas seguiremos luchando para que se abra ese período de Libertad Constituyente. Aunque no podamos averiguar cómo será ese camino, lo averiguaremos recorriéndolo, como aprenden los niños, equivocándonos. Sin miedo a la libertad política, que ese sí que es un miedo cerval que aún atenaza a los españoles. Liberémonos del miedo y apostemos por la libertad.


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