Artículo de Rafa G. García de Cosío
La semana pasada el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, acusó en la cumbre siciliana del G7 a Alemania de ''exportar demasiado'', para luego acabar tuiteando a comienzos de esta semana que ha vuelto a Washington después de apretarle las tuercas a Europa y criticar de nuevo a Alemania como ''muy mala'' en política comercial.
Que un país exporte mucho solo puede molestarle a aquel que, o bien exporta menos, o bien importa mucho más de lo que debe. Este es, obviamente, el caso de Estados Unidos con respecto al país dirigido por Angela Merkel. De otro modo no lo acusaría de nada. Las exportaciones son, esto lo sabe hasta un votante red neck, la clave del éxito en cualquier país: vender a otros un producto en cantidad con una cierta calidad y un determinado coste que te permitan posicionarte como líder en el mercado, además de ingresar más de lo que gastas comprándole a los demás. Al contrario no se puede crear riqueza.
El caso de Nauru
Hay un país llamado República de Nauru, situado en el Pacífico. Tiene una población de 10.000 habitantes. Ninguno de ellos podría acusar nunca a Alemania de exportar demasiado, porque su balanza comercial con el país germano muestra un superávit de 5-1. Según datos de la oficina alemana de estadísticas y su ministerio de Economía en 2014, el año anterior Alemania había exportado pararrayos al país insular por valor de 2.000 euros, mientras que Nauru había conseguido hacer caja con Alemania (hasta 12.000 euros) al vender a sus turistas 5 pantalones, 19 camisas y hasta 1684 sombreros. Los sombreros, claramente el producto estrella de Nauru.
Puede legítimamente Estados Unidos reprocharle a un socio histórico como es Alemania que exporte demasiado? Si nos ceñimos al principal producto de exportación de los alemanes, el coche (17% del total), podríamos preguntarnos si la muy favorable balanza comercial de Alemania con respecto a Estados Unidos no se puede achacar más bien al gusto de los americanos por los vehículos de marca Audi, BMW, Mercedes-Daimler, Volkswagen y Porsche. Muchos de ellos, sin duda, votantes de Donald Trump. Por cierto, Alemania también pierde con países como Rusia o Noruega, por la elevada importación de recursos naturales, sobre todo gas.
Además, Trump mentiría a sus ciudadanos si dijera que Estados Unidos es el país más perjudicado por esas exportaciones. Es cierto que EEUU es el segundo socio comercial de los alemanes, pero los americanos solo representan un 7,9% de todos los destinos de las exportaciones germanas. En primer lugar está Francia (9,5%), país que en 2012 se apuntaba un déficit comercial de 40 mil millones de euros. En total, toda Europa acapara el 71% de las exportaciones alemanas.
Todo apunta a que Alemania se haya convertido en el nuevo chivo expiatorio de los males de Estados Unidos, toda vez que Trump ha redescubierto a los chinos como socios preferentes en Asia, o al menos como dragón al que es mejor no despertar. Si es así, dedíquense mejor, amigos americanos, a algo más lucrativo para hacer a América 'great again'. Por ejemplo a vender sombreros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario