domingo, 14 de mayo de 2017

Nos gustan las etiquetas como a un tonto un lápiz


Artículo de Rafa G. García de Cosío


Esta semana, Twitter se llenaba de comentaristas expertos en política francesa. Al ser expertos españoles, muchos de ellos pertenecientes, por cierto, al Club de los Viernes, esa expertise se ha materializado básicamente en etiquetas e ideas preconcebidas, como no podía ser de otra manera.

A mitad de semana tuve que leer, por ejemplo, cómo mi admirado Philmore Mellows tachaba a Macron como reciclado del Partido Socialista francés. ''Esto era la regeneración'', tuiteó. Y todo por contar Macron con el ex premier ministro socialista Manuel Valls en las elecciones legislativas. Sí, es cierto que Valls llegó a fotografiarse una vez con Pedro Sánchez -gajes del oficio de pertenecer a la misma familia socialista europea-, pero el catalán no es en casi nada comparable al guapo mendrugo egocéntrico. Manuel Valls (hijo de catalanes) es quien dijo, en una visita a España, que la lengua de Francia era el francés, saltando por encima de las reivindicaciones de tarados batasunos y jonquerienses. También es el político al que no le tembló el pulso al expulsar a gitanos de Europa del este por problemas de orden y salud pública. Podemos, con estos ejemplos, comparar un ápice a Manuel Valls con algún tipo de vida inteligente en el PSOE? Quizá Javier Fernández sea de lo más afrancesado que haya, y temo que desaparecerá de la vida política en los próximos meses.

Otro supuesto liberal acusó a Macron de 'progre', desvirtuando el término despectivo 'progre'y comparando al presidente electo con Pedro Sánchez, cuando ambos se distinguen hasta en el propio acceso al poder. Otro tuitero aparentemente de la izquierda (o quizá de la derecha andaluza), que no daba ni nombre real ni foto de perfil de carne y hueso, me escribía diciendo que Macron era un 'tránsfuga', como los de Ciudadaños' (sic). El novamás, vamos. Qué son los españoles sin la dosis diaria de prejuicio mezclado, no agitado.

Yo creo que al igual que hay siempre una urgencia de tachar a tal o cual pueblo (árabes, negros, sudamericanos) de algo porque el análisis más profundo es complicado y cuesta entenderlo, hay una cierta urgencia en España de comparar a los políticos del extranjero con los locales para entender el país, la cultura o el estado de la economía. Son las mismas personas que luego confunden al presidente de una república presidencialista con el de una república parlamentaria, y eso molesta.

No: Emmanuel Macron no es ni Albert Rivera, ni Juan Ramón Rallo ni François Hollande. Quítenselo de la cabeza.

No es el primero porque, a diferencia del catalán, el francés ha llegado al Poder por el voto directo de una primera y segunda vuelta. Rivera tiene un discurso que se disuelve como un azucarillo que pacta en Madrid con el café y en Andalucía con el Cola Cao. De hecho, se diferencian el uno y otro incluso en el discurso, pues Macron fue empleado de banca de inversión (J'en suis fiere, estoy orgulloso, dijo sonriendo en el debate a cinco) y en España sería inimaginable oír siquiera a nadie del PP decir en un debate con candidatos de IU, Podemos, PSOE o ERC que fue empleado de banco a mucha honra. Sin contar con el programa que aquí resumía esta semana Paco Romero, nada menos que un recorte de 60.000 millones de euros y 120.000 puestos de funcionarios. Los etiquetadores no parecen darse cuenta de que, en toda la V República, si ha habido un solo presidente con la mínima intención de convertir Francia en una nueva Alemania, ése es Emmanuel Macron. 

No es liberalismo puro, al estilo Rallo, pues sigue siendo un político francés, que no es moco de pavo. Tranquilos estén los seguidores de Melenchon, pues impuestos van a seguir pagando, pero para que sean los más ricos los que lo hagan, primero habrá que atraer a los ricos. Por cierto, no esperen, en general, ver a ningún político del gusto de Rallo en Europa o, for that matter, en todo el mundo: el economista dejaría de vender libros y de aparecer en televisión reclamando que el mundo liberal nunca es suficiente.

No es tampoco el 'sucesor' de Hollande. Quizá no se haya enterado aún la tropa crítica anti-Macron porque el verdadero sucesor de Hollande cosechó un pírrico 6% en la primera vuelta: su nombre era Benoit Hamon. Macron no ha ganado unas elecciones prometiendo un impuesto del 75%, como hizo Hollande, sino precisamente lo contrario. Y eso es todo un logro en un país tan igualitarista como Francia. Ese mismo impuesto del 75% fue criticado hace tres años por el mismo Macron (antes de convertirse en ministro de Economía) como ''Algo propio de Cuba, pero sin el Sol''. 

Dicho esto, sean pacientes y acostúmbrese a esperar a que el criticado ascienda al Poder. Los 100 primeros días ofrecerán algo más que postureo, sea para bien o para mal.


http://www.eldemocrataliberal.com/search/label/Rafa%20G.%20Garc%C3%ADa%20de%20Cos%C3%ADo

No hay comentarios:

Publicar un comentario