Artículo de Rafa G. García de Cosío
Esta
semana, Twitter se llenaba de comentaristas expertos en política francesa. Al
ser expertos españoles, muchos de ellos pertenecientes, por cierto, al Club de
los Viernes, esa expertise se ha
materializado básicamente en etiquetas e ideas preconcebidas, como no podía ser
de otra manera.
A mitad de semana tuve que leer, por ejemplo,
cómo mi admirado Philmore Mellows tachaba a Macron como reciclado del Partido
Socialista francés. ''Esto era la regeneración'', tuiteó. Y todo por contar
Macron con el ex premier ministro socialista Manuel Valls en las elecciones
legislativas. Sí, es cierto que Valls llegó a fotografiarse una vez con Pedro
Sánchez -gajes del oficio de pertenecer a la misma familia socialista europea-,
pero el catalán no es en casi nada comparable al guapo mendrugo egocéntrico.
Manuel Valls (hijo de catalanes) es quien dijo, en una visita a España, que la
lengua de Francia era el francés, saltando por encima de las reivindicaciones
de tarados batasunos y jonquerienses. También es el político al que no le
tembló el pulso al expulsar a gitanos de Europa del este por problemas de orden
y salud pública. Podemos, con estos ejemplos, comparar un ápice a Manuel Valls
con algún tipo de vida inteligente en el PSOE? Quizá Javier Fernández sea de lo
más afrancesado que haya, y temo que desaparecerá de la vida política en los
próximos meses.
Otro supuesto liberal acusó a Macron de
'progre', desvirtuando el término despectivo 'progre'y comparando al presidente
electo con Pedro Sánchez, cuando ambos se distinguen hasta en el propio acceso
al poder. Otro tuitero aparentemente de la izquierda (o quizá de la derecha
andaluza), que no daba ni nombre real ni foto de perfil de carne y hueso, me
escribía diciendo que Macron era un 'tránsfuga', como los de Ciudadaños' (sic).
El novamás, vamos. Qué son los españoles sin la dosis diaria de prejuicio
mezclado, no agitado.
Yo creo que al igual que hay siempre una
urgencia de tachar a tal o cual pueblo (árabes, negros, sudamericanos) de algo
porque el análisis más profundo es complicado y cuesta entenderlo, hay una
cierta urgencia en España de comparar a los políticos del extranjero con los
locales para entender el país, la cultura o el estado de la economía. Son las
mismas personas que luego confunden al presidente de una república
presidencialista con el de una república parlamentaria, y eso molesta.
No: Emmanuel Macron no es ni Albert Rivera, ni
Juan Ramón Rallo ni François Hollande. Quítenselo de la cabeza.
No es el primero porque, a diferencia del
catalán, el francés ha llegado al Poder por el voto directo de una primera y
segunda vuelta. Rivera tiene un discurso que se disuelve como un azucarillo que
pacta en Madrid con el café y en Andalucía con el Cola Cao. De hecho, se
diferencian el uno y otro incluso en el discurso, pues Macron fue empleado de
banca de inversión (J'en suis fiere, estoy orgulloso, dijo sonriendo en el
debate a cinco) y en España sería inimaginable oír siquiera a nadie del PP
decir en un debate con candidatos de IU, Podemos, PSOE o ERC que fue empleado
de banco a mucha honra. Sin contar con el programa que aquí resumía esta semana Paco Romero, nada menos que un recorte
de 60.000 millones de euros y 120.000 puestos de funcionarios. Los
etiquetadores no parecen darse cuenta de que, en toda la V República, si ha
habido un solo presidente con la mínima intención de convertir Francia en una
nueva Alemania, ése es Emmanuel Macron.
No es liberalismo puro, al estilo Rallo, pues
sigue siendo un político francés, que no es moco de pavo. Tranquilos estén los
seguidores de Melenchon, pues impuestos van a seguir pagando, pero para que
sean los más ricos los que lo hagan, primero habrá que atraer a los ricos. Por
cierto, no esperen, en general, ver a ningún político del gusto de Rallo en
Europa o, for that matter, en todo el mundo: el economista dejaría de vender
libros y de aparecer en televisión reclamando que el mundo liberal nunca es
suficiente.
No es tampoco el 'sucesor' de Hollande. Quizá
no se haya enterado aún la tropa crítica anti-Macron porque el verdadero
sucesor de Hollande cosechó un pírrico 6% en la primera vuelta: su nombre era
Benoit Hamon. Macron no ha ganado unas elecciones prometiendo un impuesto del
75%, como hizo Hollande, sino precisamente lo contrario. Y eso es todo un logro
en un país tan igualitarista como Francia. Ese mismo impuesto del 75% fue
criticado hace tres años por el mismo Macron (antes de convertirse en ministro
de Economía) como ''Algo propio de Cuba, pero sin el Sol''.
Dicho esto, sean pacientes y acostúmbrese a
esperar a que el criticado ascienda al Poder. Los 100 primeros días ofrecerán
algo más que postureo, sea para bien o para mal.
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