Artículo de Luis Marín Sicilia
“Vengo sosteniendo que el invento de las primarias no conduce, tal como
está articulado, a nada bueno que corresponda la opinión de los militantes
partidarios con las inquietudes del electorado”
“Los militantes eligen a radicales, los ciudadanos prefieren moderados”
“En estos días se han puesto de manifiesto, por analistas políticos
acreditados, las contradicciones y los cambios de planteamientos y estrategias
por parte de Sánchez”
“La impresión de los observadores neutrales es que el extravagante
Sánchez, camaleónico y transformista (valga la redundancia), pretende
encumbrarse como líder de un partido histórico, sin más vitola que una serie
demagógica de proclamas simples y populistas”
Es extravagante el que hace cosas raras. Cuando sus acciones
se salen habitualmente de una norma o de una conducta, el personaje en cuestión
se sumerge en la extravagancia como elemento definitorio de su personalidad.
Sin entrar en polémicas internas, ajenas por completo a
quien es simple observador de la realidad, Pedro Sánchez es un político
extravagante, un líder de la nada que es incapaz de hacer una autocrítica de su
propia trayectoria pública. No la hizo tras los dos descalabros electorales,
que llevaron a su partido a cosechar los peores resultados desde la Transición,
ni tampoco supo interpretar el porqué de una pérdida de apoyos del órgano
supremo de su partido que lo llevó a presentar la dimisión.
El debate entre los tres candidatos a liderar el PSOE habrá
que interpretarlo en clave interna de confrontación partidaria, por lo cual las
conclusiones deben sacarlas los llamados al cónclave socialista. Sin embargo,
las consecuencias de su elección sí que afectarán al conjunto de los
españoles, ya que estamos hablando de un partido de larga trayectoria que, como
sus homólogos europeos, optó por el realismo de la socialdemocracia como base
de la prosperidad de la ciudadanía a la que servía.
Si la militancia socialista opta por Sánchez, ¿podemos
asegurar que el PSOE será fiel a su trayectoria socialdemócrata, o más bien
podemos pensar en que disputará a Iglesias la supremacía del populismo de
izquierdas? La trayectoria serpenteante del personaje no resulta clarificadora
sobre el particular, pareciendo lo más verosímil la deriva hacia posiciones
radicales por parte del "socialismo sanchista". Que esta es la
apetencia del populismo podemita lo
acredita la encuesta que Público, su diario de referencia, realiza entre sus
lectores, los cuales, en un 91 %, apuestan por la victoria de Sánchez.
Vengo sosteniendo que el invento de las primarias no
conduce, tal como está articulado, a nada bueno que corresponda la opinión de
los militantes partidarios con las inquietudes del electorado. Todos los
militantes, por definición, son radicales en su ideología, circunstancia que
los aleja del mayoritario sentimiento moderado de los ciudadanos occidentales.
Los militantes eligen a radicales, los ciudadanos prefieren moderados. Ello
explica los reveses del socialismo en el Reino Unido y en Francia.
Curiosamente, Pedro Sánchez, después de haberse calificado
antes liberal, después socialdemócrata, otrora de centro izquierda y después de
la izquierda a secas, dejó dicho que "el centro nunca ha existido", afirmación
tan gratuita y desquiciada como acredita el nuevo presidente de Francia,
Enmanuel Macron, que supo motivar a una mayoría moderada alrededor de un
programa tan simple como poner a Francia en marcha, es decir, en la vía del
progreso, el avance y la eficacia, sin apósitos ideológicos interesados. Mi
impresión es que el exsecretario socialista español no tiene claro ninguno de
los conceptos que baraja, ya que lo único que ansia es el poder, sin ni
siquiera tener el pudor de plantearse si es que acaso tiene la preparación
suficiente para tal reto.
En estos días se han puesto de manifiesto, por analistas
políticos acreditados, las contradicciones y los cambios de planteamientos y
estrategias por parte de Sánchez. Así mientras decía querer romper la barrera
de la comunicación, se negaba a contestar preguntas. Mientras defendía "el
giro a la izquierda y el pacto con Podemos" ahora dice que no, que solo
quiere "el PSOE del cambio, el reformista y no el rupturista". Al
defender a Cataluña como una nación y la España plurinacional, se olvidó de
aquella enorme bandera con la que, junto a su mujer, compareció en público. Y
hoy habla solo de "nación cultural". Para autocalificarse de ser la
izquierda, decía que la derecha es la Gestora de su partido y Susana Díaz.
Es el PSOE quien tiene ante sí el terrible
"morlaco" de aclarar lo que quiere ser de mayor, como diría el
clásico. Lo tiene difícil, de todas maneras, porque, como ha dicho uno de sus
candidatos, "nunca se vio este nivel de insultos y agresividad" entre
socialistas. Algunos, como Sánchez, pretenden ajustar cuentas y dirimir su
futuro personal, sin entender que pueden dar al traste con uno de los elementos
básicos del equilibrio institucional. Allá ellos, porque pueden salirse de un
espacio que existe, que es amplio y que, aunque transitoriamente, por su
suicidio colectivo, quede vacante, lo ocupará quien sepa liderar, como ha
hecho Macron en Francia, a una ciudadanía que huye de radicales mesiánicos como
de la preste.
La resolución de la crisis a la que un imberbe, en términos
políticos, como Pedro Sánchez, ha llevado a su partido es competencia de su
propia formacion política. Cualquiera que sea el resultado va a ser largo y
complicado mantener la cohesión de la misma. La gente de Sánchez, y él mismo, abjuran
de lo que personas como los anteriores secretarios generales representan en el
PSOE. Y critican a Felipe González, a Zapatero, a Rubalcaba. Y a Varas, a
Fernández, a García Page y a tantos y tantos que tiene la experiencia de
gobierno y la identidad política que los llevó a gobernar en sus respectivas
jurisdicciones.
La impresión de los observadores neutrales es que el
extravagante Sánchez, camaleónico y transformista (valga la redundancia),
pretende encumbrarse como líder de un partido histórico, sin más vitola que una
serie demagógica de proclamas simples y populistas. Y que, por mucho que su
extravagancia le lleve ahora a negarlo, su ambición de poder solo puede
ser realizada con un pacto con los otros populistas de Podemos, que están encantados
con tal posibilidad. Entre otras cosas porque saben que el nuevo PSOE de
Sánchez les va a durar menos de lo que le ha durado la IU del ínclito Garzón.
Como ya pronostiqué hace tiempo, se confirmaría la profecía de
la convergencia de Pedro y Pablo como apóstoles del populismo, dada la
coincidencia del primero, mediante su conversión, a las tesis del segundo.
CODA.- El problema
del PSOE no es solo que el "rey del no", a tenor de las encuestas,
pueda volver a liderarlo. El problema es que no seducen los otros dos
candidatos a hacerlo: Susana Díaz no es ejemplo de buena gestión, y para ello basta
con ver cómo va Andalucía. Patxi López, por su parte, es un dirigente sectario
y desagradecido que ha dejado al socialismo vasco reducido al mínimo respaldo
popular.
Así las cosas, vienen
tiempos complicados y todo por la cerrazón de un perdedor que no supo aceptar
sus reveses electorales. Y lo más lamentable es que, cuando estábamos iniciando
la recuperación económica y el empleo, la legislatura puede ponerse imposible y
tengamos que acudir, otra vez, a las urnas... salvo que "el hombre que
sabe aguantar" consiga gobernar con la misma serenidad y decisión con la
que evitó un rescate que todos daban por inevitable.
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