Artículo de Rafa G. García de Cosío
Imagínese que usted, autónomo español, recibe la carta de Hacienda en la que le comunican el pago de los impuestos del año pasado, y ve que los funcionarios lo han desglosado en una tabla de la siguiente manera: Impuesto sobre la renta, contribución al Fondo de Liquidez Autonómica (que rescata actualmente a la rebelde Cataluña) e impuesto de la Iglesia. Le parece raro, verdad? Pensaba que lo del FLA lo pagaba otro, Rajoy, quizá, de su bolsillo, pero ahora despierta y ve que es usted mismo. Usted, señora, que ayer no quiso llevarse el sofá más caro de IKEA porque no le llegaba. Luego se pregunta, consultando la Constitución, si es normal eso de pagar un 'impuesto a la Iglesia', ni que hubiéramos vuelto al feudalismo. Usted que siempre había podido elegir entre la casilla de la Iglesia o la de proyectos de ONG.
Pues por raro que le parezca, así ha sido mi Steuerbescheid (aviso de pago de impuestos) de 2016. Conste que no voy a desvelarles en ningún momento cuánto gano ni cuántas horas trabajo anualmente. Únicamente que al ser mi primer año trabajando como autónomo en Alemania, la Hacienda germana me ha reclamado el pago completo de lo que debo de 2016, y lo ha dividido todo en tres partes: Impuesto sobre la renta (3.968,00€), Fondo de Solidaridad (218,24€) y el impuesto de la Iglesia católica (317,44€). Puedo imaginarme que lo que más les llama la atención son estos dos últimos pagos, que paso a precisarles ahora.
El mal llamado Fondo de Solidaridad fue un impuesto especial establecido tras la caída de la Alemania comunista, para el empuje y desarrollo de los llamados 'nuevos Bundesländer' (Thüringen, Sajonia, Sajonia-Anhalt, Brandenburgo, Mecklenburg-Vorpommern). A pesar de que muchos alemanes protestan actualmente por la injusticia de pagar un suplemento de 'solidaridad' para unas regiones que ya han alcanzado un nivel de desarrollo superior a muchos países del este de Europa, este impuesto no ha ocupado, sorprendentemente, ningún debate público en la última década. Uno se consuela sabiendo que en el oeste gana tres o cuatro veces más que un enfermero o un médico de la Alemania oriental, pero también hay que considerar los costes de vivir en unas regiones que, sin ser tan pobres como Andalucía, ofrecen viviendas y servicios a precios ridículos.
Pero para un español exhausto por el debate político en torno a Cataluña, este impuesto gana un interés especial. Creo que en España los contribuyentes, y en especial los separatistas que creen en una Cataluña independiente y en la UE, deberían conocer este impuesto y realidad alemana a fondo para poder juzgar luego el por qué de las reivindicaciones nacionalistas. Y es que me sorprende enormemente que el nacionalismo catalán haya basado sus objetivos básicamente en dinero, o que el mismo gobierno español justifique también con dinero su negativa al referendum con el argumento de las cantidades de rescate del FLA dedicado a Cataluña, sin aportar ninguna razón o matiz más al debate. No debería ser más importante, queridos compatriotas de ambos bandos, qué se hace con el dinero que de dónde viene? En 2012 me decía un separatista catalán en Nueva Zelanda que ellos prestaban generosamente 'a España', pero ''si no se lo gastaban luego en piscinas en Extremadura'' (sic). El tío debió haberse llevado un buen zasca cuando salió lo de Pujol. Y mientras, en Alemania? Nadie en el oeste ataca pública y diariamente al este, y lo mismo al revés.
En cuanto al impuesto de la Iglesia católica, les resultará particularmente raro dado que Alemania es una república con muchos más musulmanes que la tradicional España, pero sobre todo con una comunidad cristiana dividida en protestantes y católicos. Aparte de los nada despreciables ateos y agnósticos, cada vez más. Pues bien, resulta que Alemania, por su especial modo de entender la realidad, la justicia y la congruencia, cobra automáticamente a los católicos y protestantes (no a los musulmanes, que financian solos sus mezquitas) una cantidad anual para financiar a las distintas diócesis y sus proyectos. Es importante remarcar que no basta con ir a la oficina de Hacienda y decir que ya no cree en Dios ni va a misa los domingos, porque el Estado solo acepta un certificado de apostasía. Y ahí muchos prefieren seguir siendo contribuyentes a pecadores.
Personas que me conocen bien me preguntan por qué pago un impuesto sobre la renta tan bajo. Lo cierto es que no es nada bajo, pero además hay que decir que los alemanes desgajan del pago de los impuestos ciertos servicios públicos que en España consideramos secularmente como 'gratuitos' porque no vemos su factura en ninguna parte. En Alemania, estos servicios se pagan mensual o trimestralmente: estoy hablando, por ejemplo, de la sanidad o la televisión pública.
Han leído bien. En Alemania, la Sanidad está abierta a todos aquellos que tengan un seguro. Todos los hospitales son privados, si bien hay seguros públicos y privados, además de multitud de Vereine (asociaciones) y comedores para las personas sin recursos. La gran ventaja de esta liberalización de los seguros es nada menos que cada uno puede escoger el que mejor le convenga. Como autónomo, esta factura sale bastante cara, porque no tengo una empresa que me pague el 50% del coste, sino que tengo que abonar yo enteramente el precio. Pero ese alivio a las arcas públicas, a diferencia de la deficitaria sanidad española, se refleja luego en mejores prestaciones por otro lado.
Mis impuestos no son nada bajos. Pero son bastante transparentes. Y ayudan a entender y darse cuenta del precio de las cosas.
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