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jueves, 6 de abril de 2017

Unidades de Gestión Clínica: cuando los curritos evalúan al jefe

Artículo de Federico Relimpio

Liderazgo, es la palabra. O el concepto. Lleva un tiempo de moda, y hay chorros de tinta escritos sobre el tema.

Tranquilos, que no teorizo más acerca del asunto. Ya tienen más que suficiente con lo que hay, y más que vendrá, no les quepa la menor duda.

Hoy me lo traigo a la Salud. A la Sanidad Pública. A la nuestra. La española, que tiene sus peculiaridades, como todo el mundo sabe.

Empiezo por liderazgo que, como todo el mundo sabe, viene de líder, que es un anglicismo. “Leader”, que viene del verbo “to lead”: guiar, conducir. Por tanto, el que guía, el que conduce.

Voy al grano, que detecto ya a los impacientes: nuestro SNS se conforma inicialmente de un modo funcionarial y rígido, y ahí sigue. Difícil que sea de otro modo. Su estructura mental es… canovista? Algo que parece remontarse al siglo XIX, en cualquier caso, a la época de los tinteros y las puñetas. Jefes, jefecillos y jefezuelos, desprovistos de poder real, pero adornados de un ringorrango indispensable, tanto en provincias como en la capital. Puñalás para un ascenso que te da dos perras y el derecho a mirar a tres o cuatro por encima del hombro. Ná de ná, en el fondo. Un poquito para un ego arrastrao, después de tanto estudiar.

No funcionaba; no funcionó nunca. Lo sanitario marchaba con labor de los de abajo – como ahora –. Engañando al de arriba: que no se entere, buscándole las vueltas, encabronándolo un poquito, pero no demasiado. Tiempos aquellos: era bello, subversivo. Todos los jefes, franquistas. Y los de abajo, rojos o rojuelos. Pasaría el tiempo, y estos llegarían a jefes… de Unidad de Gestión Clínica. Y ya no les hizo tanta gracia la subversión. “El que se mueva no sale en la foto”.

Porque ellos eran el progreso, lo verdadero. La luz, la sostenibilidad del Sistema. Bueno, la verdad es que no sé como se vende esto en CCAA menos “izquierdosas”, o de derechas de toda la vida, como Castilla y León o Cantabria. Llegó la época de nuevos conceptos y nuevos métodos. Acabo de decir uno, “sostenibilidad”, pero hay otros muchos. “Gestión por objetivos” y “gestión por competencias”. No entro en el tema. Me excede y me agota. Ya te lo explican ellos, mucho mejor. Hoy va de líderes, la cosa.

De la pachorra del funcionariado a las evaluaciones demoledoras, un insufrible tercer grado – que no terminan en despido, pese a todo, aunque sí nos despiden la autoestima a los talones, y más bajo aun -. Una apisonadora de novedades y conceptos con la que se te remacha poco menos que el Sistema te regala el sueldo y que te tocas la entrepierna – sin asignación de género -, aunque tú no tengas tiempo ni para ir a hacer un pis. Una vuelta de tuerca continua en que, conseguido un objetivo tras el otro, nada vale ni nada es suficiente. Nunca, la sonrisa ni la palmada en el hombro. Pero de esto hemos llorado hasta la saciedad todos estos años, y de nada sirve. Así que hoy intentaremos algo diferente.

El descontento – o cabreo – profesional es como deshojar la margarita: me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere… Quiero decir con esto que el grupo adepto-entusiasta del Sistema dirá que miento, que exagero intencionadamente. Que propongo la vuelta a la pachorra, a la zona de confort, y que azuzo con el fantasma de un mobbing generalizado – pese a que admitirán que algún caso habrá de lo que digo – . Y les responde uno que más ganamos si abordamos el espinoso tema de una puñetera vez, y de modo directo. Que se lo preguntemos a la gente ya, y nos dejemos de marear la perdiz. Pues eso.

Lo primero, lo relevante de la pregunta. Es decir, si la alta responsabilidad del Sistema Sanitario Público – la ciudadanía, en el fondo – tiene algún interés en el bienestar de sus trabajadores, o le da exactamente igual, que esto es lo que hay y os aguantáis, como la aplicación en Andalucía de las treinta y siete horas y media – felizmente finiquitadas -.

Si la respuesta es positiva, es decir, si me interesa que un enfermero – un poner – no se arrastre amargado por su sala, sabedor de que antes o después trasladará su amargura a su trabajo, tendré que saber cuántos y cuánto. A contar, que tanto les gusta a esta gente que nos gobierna. Primero, vamos a ver cuántos agobiados tenemos, y luego vemos cómo de deprimidos estamos, mediante el empleo de herramientas válidas, que en ello es experta la EASP, ¿No?

Pero claro, viene la siguiente: el miedo. El pánico. La atmósfera de cangue cerval que supieron implantar estos durante esta última época – ¿también exagero? -. ¿Cómo conseguimos que la gente responda con un mínimo de sinceridad sabiendo que tu jefe o jefa tiene mecanismos para enterarse de todo lo que escribas? Lo mismo: herramientas válidas, que para ello está IAVANTE – ¿No sirve para eso? -. O lo externalizamos bajo siete claves. Un cuestionario verdaderamente anónimo y periódico que permita saber muchas-muchas cosas. Y lo pasamos tantas veces como lo consideremos. O mejor, de rutina, como nuestra evaluación anual.

¿Cuál es el sentimiento predominante con el que usted acude a diario a su trabajo? ¿Ilusión? ¿Determinación? ¿Compromiso? ¿Energía? ¿O más bien miedo y desesperanza? ¿O mejor se metería en la cama y no saldría hasta el viernes por la tarde? ¿Le tiemblan las piernas al oír su voz, al sentir cercana su presencia? ¿Se siente respaldado en sus decisiones, con ganas de hacer cosas? ¿O piensa que nada tiene sentido, que todo lo hace mal y que nada merece la pena, que usted es una nulidad? ¡Exprésese con sinceridad, hombre!

No les aburro más, que esto está más que inventado. Las empresas serias lo están haciendo desde hace décadas. Empresas líderes en su sector, que quieren equipos sanos, dirigidos por líderes de verdad, y no por gente tóxica. Empresas que pasan regularmente por algo conocido como “evaluación de clima interno”, para detectar precozmente el mapa del cáncer sistémico, por así decirlo. Todo con el objeto de librarse de la trepa, del chuleta o del abusador encubierto, pues es bien conocido que esas situaciones son muy difíciles de detectar, imposibles de probar y, cuando se instauran, generan unos daños terribles. Para todos. Y en nuestro caso, además, para el ciudadano. Para el ciudadano enfermo, vaya.

No podrá hablarse en propiedad de Unidades de Gestión Clínica sin que el jefe de equipo – evaluador – sea evaluado adecuadamente por sus subordinados. Es una cultura que existe en otros sectores, insisto, y los resultados son excelentes.

Les cito aquí un ejemplo de una peli de Costa-Gavras, uno de mis autores de culto, refiriéndose a la banca:

-¿Cómo me despides? ¡He cumplido con creces todos los objetivos! ¡Mi sector ha generado este año unas ganancias récord!

-En lo que tienes el récord es en el odio de tus subordinados… No es preciso que vuelvas el lunes.

P.D. Un ambiente tóxico y desmotivador en Sanidad Pública es el marco en el que se desarrolla la segunda parte de mi novela KOL Líder de Opinión (clicar aquí).



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