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domingo, 16 de abril de 2017

Un nazi viene a verme



 ''Himmler, un hombre nazi aparentamente afable''

Artículo de Rafa G. García de Cosío

Hemos abusado definitivamente del calificativo de nazi. En todo el mundo, pero especialmente en Europa, donde, si hacen ustedes el esfuerzo de leer los periódicos de los últimos lustros, rara es la noticia sobre una nueva ley u orden gubernamental que no haya sido criticada como nazi o fascista. Tanto por la izquierda como por la derecha. Y ya dijo Philmore Mellows con mucho acierto en Twitter los días en que Donald Trump llegó al Poder: ''Criticamos tanto con la palabra nazi, que el día que nos vuelva a gobernar uno de verdad, nadie le dará importancia''. Efectivamente, yo, que confieso haber utilizado el palabro nazi para criticar a nacionalistas catalanes, vascos o miembros de Podemos, no daba crédito antes de ayer viernes ante el ataque que sufrí por primera vez por un verdadero neonazi en territorio alemán. 

Llevo casi siete años viviendo en este magnífico país, exceptuando un pequeño intervalo de año y medio en otros países. Y resulta increíble el nivel de desarrollo alcanzado en apenas unas décadas no sólo económico, sino también político, social, científico y en otros muchos campos que ya he comentado en multitud de ocasiones en este periódico. Comparada la Alemania de 40 años después del fin de la Guerra con la España de 2015, nadie diría que los dos países han sabido digerir la historia heredada de sus dictaduras de la misma manera ni aplicar las lecciones correspondientes. Siempre me han chocado las noticias de quema de centros de refugiados en Alemania o ataques de bandas terroristas neonazis como la NSU, porque son realidades que rebotan a gran velocidad con mis observaciones del pueblo alemán. Un pueblo que siempre, sin excepción, baja la cabeza y el tono de voz si se habla del periodo comprendido entre 1933 y 1945; y que da cobijo a debates infinitos sobre la autorización o no para la reedición (comentada y con citas!) del Mein Kampf de Hitler 70 años después de su absoluta prohibición. Un pueblo, en definitiva, mucho más abierto a la inmigración que otras naciones con nivel parecido de inmigrantes entre su población, como Canadá, Australia o Nueva Zelanda. De esto que digo estaba plenamente convencido hasta este viernes, cuando tuve la sensación de estar encarnando a algún personaje judío en alguna película barata con un nazi increpándome durante diez minutos en un papel estudiado y representado durante meses.


El ataque

Todo empezó en la cola del Euro Mir, montaña rusa del parque de atracciones Europapark, al Sur de Alemania y a pocos kilómetros de la frontera francesa. En una de esas colas de una hora, a eso de las cinco de la tarde, un hombre de unos 50 años, algo más alto que yo, con camisa, gafas y cara de funcionario despistado se coló de mala manera por delante de las narices de mi novia y mía. Iba acompañado por un chaval de tez morena y mucho más joven que él. Mi novia y yo nos miramos extrañados, y reaccionamos como suelen hacerlo todos los alemanes ante una injusticia: ''hallo?''. Este saludo irónico suele ser suficiente en cualquier situación para despejar el mal, por menor que sea (perdonen ustedes este defecto mío incurable de respetar al máximo a los animales, las colas de espera y la naturaleza, por este orden).

Sin embargo, este hombre respondió veloz a nuestra interpelación, produciéndose el siguiente diálogo, fehacientemente tatuado en mi memoria, que ahora mismo es la de un fugitivo de Auschwitz:

- Qué pasa? Llevo aquí 10 minutos. Tienes un problema?
- No, problema ninguno. Solamente lo veo divertido.
- Ah, sí, divertido? Tú sí que eres divertido. Tú eres un gilipollas.

Lo primero que me chocó no fue el gilipollas, que sería algo considerado grave en Sevilla. Lo que me impactó desde el principio fue el Du (tú), pues el tuteo entre adultos desconocidos en Alemania ya es una línea roja extremadamente difícil de cruzar. La palabra gilipollas, apenas 5 segundos después de dirigirme a él por primera vez, sólo me indicó que me enfrentaba a una especie desconocida de psicópata, o, cuanto menos, de sujeto deprimido o acomplejado.

Mi reacción automática fue la de mirar al niño pequeño y negro (no sabré nunca si iba con él o no, pero estaba situado entre el energúmeno y su acompañante, mirándome con cara triste) y preguntarle al maleducado de las gafas si no podría tranquilizarse por la presencia de niños alrededor. Pero le dio por responder continuamente ''calla la puta boca, vagabundo'' (lo de vagabundo, Penner, reconozco que me hace muchísima gracia, pues nunca alcanzaría el nivel de insulto en ningún rincón de España), y, cuando decidí darme la vuelta para avanzar, le oí que continuaba: ''sabes cómo aclaramos esto, no? saliéndonos de la fila. Pero no tienes pene. Cuántos años tienes para provocarme así? Hablas mucho pero luego no dices nada. Te has quedado sin palabras?'' Entonces, mi novia se dio la vuelta y, con la diplomacia encantadora pero insuficiente de una persona con el corazón que tiene mi novia, le preguntó: ''No crees que es suficiente?''. Pero el psicópata la ignoró, sabiendo a la perfección la derrota segura que hoy supone en Europa imprecar a una mujer en un lugar público (y lleno de padres franceses y alemanes, mayormente). Le dije que no hiciera nada, que nos mantuviéramos firmes en la cola, avanzando y hablando de cosas irrelevantes, como su nuevo móvil, la calidad de las fotos o las características de la atracción a la que nos disponíamos a subir.

Y entonces, el tarado que tenía atrás profirió algo verdaderamente sorprendente, que, subiendo considerablemente el grado de agresión de lo anterior, destrozó todos los esquemas que yo tenía sobre mi país de residencia. Me llamó ''francés de mierda'', delante de otros muchos franceses, seguramente por mi acento, una ofensa que no dejó de serlo pese a mi verdadera nacionalidad. Porque, fuera o no fuera francés, no había dado ese subnormal un paso cualitativo al meterse, a pocos kilómetros del territorio invadido en 1942, con una nación víctima directa de las atrocidades nazis y luego cofundadora de la Unión Europea, con el beneplácito de Adenauer?

Y es que aquí tengo que hacer un inciso, señores. Hasta ahora, cuando los medios de comunicación europeos relataban la resurrección de una especie de neofascismo y ultraderecha en el mundo desarrollado, todas esas críticas se realizaban, sin excepción, en el contexto de la llegada de refugiados sirios, afganos y árabes, y como mucho de europeos del este. Pero nunca jamás un medio alemán ha relatado el ataque a un europeo occidental, ni siquiera un improperio desde la Comisión Europea (se los lleva todos Grecia, y en todo caso Dijsselbloem es holandés). En ningún caso estoy diciendo que unos pueblos merezcan menos xenofobia, crítica o ataques racistas que otros; sino que es un hecho que Hitler no invadió Raqqa, ni Islamabad, ni Antofagasta. Entró con tanques y la esvástica en el corazón de París mientras gaseaba a seis millones de personas en su país.

El energúmeno, al ver que no obtenía respuesta nuestra, empezó a comentar su jugada con el acompañante, y a meter a los británicos en el mismo saco: ''sólo me falta que ahora me provoquen un par de británicos. Putos extranjeros'' Risas de su amigo, y desconexión del resto de los improperios. En algún momento, especialmente cuando nos acercábamos al gorila que esperaba en la puerta midiendo la altura de los niños, se calmó.

Cuál será la razón de un comportamiento tan nacionalsocialista? El viernes por la noche se me acumulaban las preguntas. Me considero una buen lector de personalidades en función de la apariencia y la manera de hablar o caminar. Y les aseguro que este energúmeno no aparentaba para nada tanta agresividad y odio. Pero no necesité leer nada, pues yo no buscaba pelea ante un blanco fácil, sino simplemente defender mis principios, sobre todo si hablamos de colas de una hora que te obligan a pasar la mitad de tu tiempo en el parque de atracciones de pie para disfrutar luego dos minutos sentado.

La verdad es que, al margen de toda hipótesis (maltratado durante el colegio, o incluso en casa, donde vive aún con sus padres sin vencer el infantilismo que lo invade desde que es chico?), me queda la duda de si no hay muchos más alemanes aparentemente normales a los que solo les basta que un extranjero les llame al orden para liberar todo ese orgullo que ello suelen adjudicar a los países del Sur. Entonces, estaríamos hablando de un agujero negro en el cual, según los medios ya no sólo habría nazis que rechazan la inmigración musulmana e irrespetuosa con las costumbres de Europa, sino también claramente, según este altercado, nazis que rechazarían la presencia de extranjeros que recordarían simplemente a los alemanes la importancia de un comportamiento civilizado. Si es este el rumbo que ha tomado Europa, agárrense a sus asientos.

Artículo de Rafa G. García de Cosío

2 comentarios:

  1. Rafa, no sé si has visto u oído hablar de una película alemana que trata sobre la vuelta de Hitler mediante un bucle temporal. Es del año pasado creo. Y salen estas cosas reflejadas, hasta el punto de que Hitler se hace con los medios y vuelve a presentarse como candidato y obtiene un respaldo popular enorme. A mí me gustó mucho la película y me hizo pensar mucho sobre lo que subyace en nuestro concepto de "europeismo" y "apertura". Un saludo

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    1. Si, he oido sobre la peli. Creo q se llama "er ist wieder da", pero pensaba que era una comedia. La vere. Gracias Lola!

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