''Himmler, un hombre nazi aparentamente afable''
Artículo de Rafa G. García de Cosío
Hemos abusado definitivamente del calificativo
de nazi. En todo el mundo, pero especialmente en Europa, donde, si hacen
ustedes el esfuerzo de leer los periódicos de los últimos lustros, rara es la
noticia sobre una nueva ley u orden gubernamental que no haya sido criticada
como nazi o fascista. Tanto por la izquierda como por la derecha. Y ya dijo
Philmore Mellows con mucho acierto en Twitter los días en que Donald Trump
llegó al Poder: ''Criticamos tanto con la palabra nazi, que el día que nos
vuelva a gobernar uno de verdad, nadie le dará importancia''. Efectivamente,
yo, que confieso haber utilizado el palabro nazi para criticar a nacionalistas
catalanes, vascos o miembros de Podemos, no daba crédito antes de ayer viernes
ante el ataque que sufrí por primera vez por un verdadero neonazi en territorio
alemán.
Llevo casi siete años viviendo en este
magnífico país, exceptuando un pequeño intervalo de año y medio en otros
países. Y resulta increíble el nivel de desarrollo alcanzado en apenas unas
décadas no sólo económico, sino también político, social, científico y en otros
muchos campos que ya he comentado en multitud de ocasiones en este periódico.
Comparada la Alemania de 40 años después del fin de la Guerra con la España de
2015, nadie diría que los dos países han sabido digerir la historia heredada de
sus dictaduras de la misma manera ni aplicar las lecciones correspondientes.
Siempre me han chocado las noticias de quema de centros de refugiados en
Alemania o ataques de bandas terroristas neonazis como la NSU, porque son
realidades que rebotan a gran velocidad con mis observaciones del pueblo
alemán. Un pueblo que siempre, sin excepción, baja la cabeza y el tono de voz
si se habla del periodo comprendido entre 1933 y 1945; y que da cobijo a
debates infinitos sobre la autorización o no para la reedición (comentada y con
citas!) del Mein Kampf de Hitler 70 años después de su absoluta prohibición. Un
pueblo, en definitiva, mucho más abierto a la inmigración que otras naciones
con nivel parecido de inmigrantes entre su población, como Canadá, Australia o
Nueva Zelanda. De esto que digo estaba plenamente convencido hasta este
viernes, cuando tuve la sensación de estar encarnando a algún personaje judío
en alguna película barata con un nazi increpándome durante diez minutos en un
papel estudiado y representado durante meses.
El
ataque
Todo empezó en la cola del Euro Mir, montaña
rusa del parque de atracciones Europapark, al Sur de Alemania y a pocos
kilómetros de la frontera francesa. En una de esas colas de una hora, a eso de
las cinco de la tarde, un hombre de unos 50 años, algo más alto que yo,
con camisa, gafas y cara de funcionario despistado se coló de mala manera por
delante de las narices de mi novia y mía. Iba acompañado por un chaval de tez
morena y mucho más joven que él. Mi novia y yo nos miramos extrañados, y
reaccionamos como suelen hacerlo todos los alemanes ante una injusticia:
''hallo?''. Este saludo irónico suele ser suficiente en cualquier situación
para despejar el mal, por menor que sea (perdonen ustedes este defecto mío
incurable de respetar al máximo a los animales, las colas de espera y la
naturaleza, por este orden).
Sin embargo, este hombre respondió veloz a
nuestra interpelación, produciéndose el siguiente diálogo, fehacientemente
tatuado en mi memoria, que ahora mismo es la de un fugitivo de Auschwitz:
- Qué pasa? Llevo aquí 10 minutos. Tienes un
problema?
- No, problema ninguno. Solamente lo veo
divertido.
- Ah, sí, divertido? Tú sí que eres divertido.
Tú eres un gilipollas.
Lo primero que me chocó no fue el gilipollas,
que sería algo considerado grave en Sevilla. Lo que me impactó desde el
principio fue el Du (tú), pues el tuteo entre adultos desconocidos en Alemania
ya es una línea roja extremadamente difícil de cruzar. La palabra gilipollas,
apenas 5 segundos después de dirigirme a él por primera vez, sólo me indicó que
me enfrentaba a una especie desconocida de psicópata, o, cuanto menos, de
sujeto deprimido o acomplejado.
Mi reacción automática fue la de mirar al niño
pequeño y negro (no sabré nunca si iba con él o no, pero estaba situado
entre el energúmeno y su acompañante, mirándome con cara triste) y
preguntarle al maleducado de las gafas si no podría tranquilizarse por la
presencia de niños alrededor. Pero le dio por responder continuamente ''calla
la puta boca, vagabundo'' (lo de vagabundo, Penner, reconozco que me hace
muchísima gracia, pues nunca alcanzaría el nivel de insulto en ningún rincón de
España), y, cuando decidí darme la vuelta para avanzar, le oí que continuaba:
''sabes cómo aclaramos esto, no? saliéndonos de la fila. Pero no tienes pene.
Cuántos años tienes para provocarme así? Hablas mucho pero luego no dices
nada. Te has quedado sin palabras?'' Entonces, mi novia se dio la vuelta y, con
la diplomacia encantadora pero insuficiente de una persona con el corazón que
tiene mi novia, le preguntó: ''No crees que es suficiente?''. Pero el psicópata
la ignoró, sabiendo a la perfección la derrota segura que hoy supone en Europa
imprecar a una mujer en un lugar público (y lleno de padres franceses y
alemanes, mayormente). Le dije que no hiciera nada, que nos mantuviéramos
firmes en la cola, avanzando y hablando de cosas irrelevantes, como su nuevo móvil,
la calidad de las fotos o las características de la atracción a la que nos
disponíamos a subir.
Y entonces, el tarado que tenía atrás profirió
algo verdaderamente sorprendente, que, subiendo considerablemente el grado de
agresión de lo anterior, destrozó todos los esquemas que yo tenía sobre mi país
de residencia. Me llamó ''francés de mierda'', delante de otros muchos
franceses, seguramente por mi acento, una ofensa que no dejó de serlo pese a mi
verdadera nacionalidad. Porque, fuera o no fuera francés, no había dado ese
subnormal un paso cualitativo al meterse, a pocos kilómetros del territorio
invadido en 1942, con una nación víctima directa de las atrocidades nazis y
luego cofundadora de la Unión Europea, con el beneplácito de Adenauer?
Y es que aquí tengo que hacer un inciso,
señores. Hasta ahora, cuando los medios de comunicación europeos relataban la
resurrección de una especie de neofascismo y ultraderecha en el mundo
desarrollado, todas esas críticas se realizaban, sin excepción, en el contexto
de la llegada de refugiados sirios, afganos y árabes, y como mucho de europeos
del este. Pero nunca jamás un medio alemán ha relatado el ataque a un europeo
occidental, ni siquiera un improperio desde la Comisión Europea (se los lleva
todos Grecia, y en todo caso Dijsselbloem es holandés). En ningún caso estoy
diciendo que unos pueblos merezcan menos xenofobia, crítica o ataques racistas
que otros; sino que es un hecho que Hitler no invadió Raqqa, ni Islamabad, ni
Antofagasta. Entró con tanques y la esvástica en el corazón de París mientras
gaseaba a seis millones de personas en su país.
El energúmeno, al ver que no obtenía respuesta
nuestra, empezó a comentar su jugada con el acompañante, y a meter a los
británicos en el mismo saco: ''sólo me falta que ahora me provoquen un par de
británicos. Putos extranjeros'' Risas de su amigo, y desconexión del resto de
los improperios. En algún momento, especialmente cuando nos acercábamos al
gorila que esperaba en la puerta midiendo la altura de los niños, se calmó.
Cuál será la razón de un comportamiento tan
nacionalsocialista? El viernes por la noche se me acumulaban las preguntas. Me
considero una buen lector de personalidades en función de la apariencia y la
manera de hablar o caminar. Y les aseguro que este energúmeno no aparentaba
para nada tanta agresividad y odio. Pero no necesité leer nada, pues yo no
buscaba pelea ante un blanco fácil, sino simplemente defender mis principios,
sobre todo si hablamos de colas de una hora que te obligan a pasar la mitad de tu
tiempo en el parque de atracciones de pie para disfrutar luego dos minutos
sentado.
Rafa, no sé si has visto u oído hablar de una película alemana que trata sobre la vuelta de Hitler mediante un bucle temporal. Es del año pasado creo. Y salen estas cosas reflejadas, hasta el punto de que Hitler se hace con los medios y vuelve a presentarse como candidato y obtiene un respaldo popular enorme. A mí me gustó mucho la película y me hizo pensar mucho sobre lo que subyace en nuestro concepto de "europeismo" y "apertura". Un saludo
ResponderEliminarSi, he oido sobre la peli. Creo q se llama "er ist wieder da", pero pensaba que era una comedia. La vere. Gracias Lola!
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