Artículo de Enric Cabecerans
Decía Gayo Salustio Crispo que “solo unos pocos prefieren la libertad; la mayoría de los hombres no busca más que buenos amos”, y todo parece indicar que, 20 siglos después, esta frase sigue siendo vigente. La libertad exige conocimiento, seguridad en uno mismo, capacidad para afrontar los problemas y cierta dosis de valentía. Sin embargo, habitualmente encontramos en nuestra sociedad personas que aceptan el poder de quien lo ostenta a cambio de alguna prebenda, para evitar represalias o, sencillamente, para vivir en un pequeño espacio sin demasiados problemas.
El análisis más básico nos muestra que el poder, en nuestro sistema político, está en manos de pequeños grupos de personas que han creado grandes redes clientelares para perpetuar su situación de privilegio. En este sentido, la afirmación de don Salustio se demuestra de la máxima actualidad. Demasiada gente prefiere entrar en el juego perverso de hacer la vista gorda si con ello obtiene algún beneficio, mientras las élites se saltan las normas establecidas y aplican aquello de “al amigo el favor y al enemigo la ley”. Y todo ello, con la excusa de perseguir el bien común.
Sin embargo, de igual modo que evoluciona la tecnología, también lo hace el pensamiento y la ética. Las sociedades occidentales más avanzadas están cuestionando el sistema democrático basado en los partidos. El concepto clave que cada vez aparece con más fuerza es la participación en la toma de decisiones. Me decía una compañera hace unos días que “ya se pasó el tiempo de los palmeros, los hincha globos y los machacas”. Cada día son más los que demandan cambios estructurales que faciliten una sociedad más justa, más solidaria y más libre. Para ello se hace inevitable una mejor gestión de las Administraciones Públicas, y todo parece indicar que para conseguirlo hay que combatir las redes que tejen los partidos políticos para mantener su cuota de poder, donde el mérito y la capacidad son sustituidos por la obediencia.
Desde hace unos meses, un hombre libre de ataduras está hablando con una claridad inusitada, señalando los vicios que se han asentado en nuestra sociedad y que generan graves problemas de funcionamiento en la sanidad pública andaluza. El médico de urgencias Jesús Candel, sin afiliación a ningún partido político ni sindicato, ha conseguido que un gran número de ciudadanos secunde sus demandas, con un lenguaje sencillo y espontaneo, llamando a las cosas por su nombre. Señalar a los corruptos, a los mentirosos, a aquellos que solo buscan su interés particular, solo está en la mano de aquellos que no rinden pleitesía a nadie.
Construir una sociedad en la que las personas vivan su vida en libertad, cumpliendo las normas que faciliten la igualdad ante la Ley, quizá sea una utopía, pero lo importante es acercarse al ideal. Escribía Eduardo Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.”
Va por ti Jesús Candel.
Felicidades por este estupendo artículo. Muchos padecemos que "al amigo el favor al enemigo la ley" y a nuestra manera también estamos luchando. El acoso laboral en la administración pública tiene que ver estrictamente con eso, y por supuesto la presencia de políticos hasta en la sopa, en puestos absolutamente fuera de lo que sería la política y que ellos convierten en política. La hipertrofia de los partidos está dentro de las consideraciones que usted hace acertadamente. También, en la línea de lo que dice, está eso de que "cuando hay que preguntar con quién hay que hablar y no qué pone de la ley es que hay un gravísimo problema". Es lo mismo que usted dice,y en eso estamos.
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