Artículo de Miguel Ángel García
Ya tiene lo que lleva buscando desde su más tierna infancia, si es que la ha tenido, digo tierna y feliz, debido a esos conflictos, cuerpo-sexo-alma, o cuerpo-género-cerebro, que ha venido padeciendo desde que él, su cerebro, se enemistó con su entrepierna. Ya tiene popularidad. Ya ha salido en la televisión y todos los medios del país. Eso es lo que buscan miles o cientos de miles, de esas generaciones nacidas a partir de los noventa: notoriedad, fortuna –con el menos esfuerzo posible–, y popularidad.
Es de suponer, que su seudónimo, o nombre actual Cassandra, con dos eses, no se corresponda con el original de su género al ser inscrito en el Registro o al ser bautizado. Como de suponer es del mismo modo, que no lo haya elegido al azar, sino que se lo ha puesto con pleno conocimiento del personaje mitológico de la mitología griega, en lo que puede ser, la suplantación o la absorción de los géneros: el suyo y el de su hermano gemelo Héleno.
Cassandra Vera, o lo que es lo mismo, el/la tuitero/a conocida/o en la famosa red social como @kira_95, se define a sí misma como: “Chica transgénero. Feminista. Estudiante de Historia. Voluntaria en proyectos sociales. Escritora. 21 años”. Esto último no es una definición, es un dato, creo yo, para tener en cuenta.
Esta/e individuo/a es una/o de todos/as estos/as hijos/as del “todo vale”, nacidos/as en la abundancia de un sistema democrático corrompido hasta los tuétanos –de lo que evidentemente ella/os no tienen la culpa–, y apadrinados por la seudointelectualidad de unas minorías, convertidas en lobbies de poder, de mucho poder, que quieren poner patas arriba todo lo estipulado, todo lo reglado, todo lo establecido, todo lo que ha costado siglos levantar, desde el punto de vista social y científico.
Esta gente que se vanagloria y regodea entre el insulto y la descalificación; que se endulzan las mañanas y su ego a base de comentarios amenazantes, soeces, o haciendo apología del terrorismo –supongo que será porque están hechos de otra pasta, o ya puestos, de otras formas, o sea, de moldes que no les corresponden en lo físico y de ahí su disfunción psicológica–, y lo hacen desde tan temprana edad, con ese aval que da la irresponsabilidad del necio, achacada a los pocos años, amparándose, además, en un alias; esta chusma grosera de modales y ordinarios (por vulgar) comportamientos, se creen por encima del bien y del mal, sólo, por el hecho de definirse como minorías, ser jóvenes y diferentes –eso lo digo yo–, a otras mayorías, sobre las que quieren estar por encima, so pretexto de buscar la igualdad con esas mayorías, en todo, cosa que por otro lado, es sencillamente imposible, porque, no es lo que de verdad quieren. Lo que ansían es que prevalezcan sus postulados, criterios e ideología, por encima de los demás. Pero bueno, eso puede ser otro debate.
Supongo también, que le hará gracia a esta criaturita de 21 años, provocadora para hacerse notar, para empalagar su ego acomplejado, ensalzar su autoestima diaria con cualquiera de los comentarios de sus más de veintiún mil seguidores; carente del sentido del ridículo, y, mucho menos, conocedora de la vergüenza, no le importará, digo, que al igual que ella/él se mofa y hace chistes de las víctimas de ETA, de Cristina Cifuentes, de Adolfo Suárez, de Aznar, de José Tomás, y ese largo etcétera que tiene en su currículum como “escritora”, al menos de “tuits”, le hagan exactamente lo mismo por su calidad de ambigua/o. Con una diferencia, y es, que si yo hago mofa, burla o chiste de su cualidad de transgénero, como ella/él misma/o se define, seré tachado de “transgenerófobo” y/o fascista, e igualmente que ella/él, iré a los Tribunales. Pero con otra diferencia además, que yo seré crucificado mediáticamente, mientras ella es alzada a los altares de la libertad de expresión y humor social (nuevo transgénero de la humorística española representada desde la picaresca de El lazarillo de Tormes, Cervantes o Quevedo, hasta Tip y Coll) desde el “rojerío” mediático de la extrema izquierda de este país.
Un último suponer: si una persona con dieciséis o diecisiete años escribe comentarios en la red social Twitter, del tenor: “#MeMolestaQue Rajoy todavía no haya recibido un balazo en la cabeza”, cuando tenga, como tiene ya, 21, habrá crecido en este tipo de deméritos, hasta el extremo, de que ya ha sido condenada. Pero ¿sabemos acaso, si era capaz de decir eso con 17 años, qué será capaz de hacer con 25?
Lo peor de todo esto, es, que ella/él, es/son, una consecuencia directa nuestra y de nuestros procederes, de los de mi generación, y posteriores. Yo, al menos, y, aunque no me sirva de nada, entono el mía culpa.
Vaya basura de entrada, eso sí,somos unos demócratas liberales, pero sólo vamos a hacer una entrada de una tuitera que se ríe del "político" español que más alto ha llegado, evidentemente de los miles de comentarios que hace la extrema derecha los vamos a ignorar. Por cierto tuiterA, una hace falta que hagas el payaso poniendo ese juego de vocales, es una mujer transgénero, por tanto, ni es hombre, ni tú tienes que intentar hacer la gracieta, que no la haces.
ResponderEliminarUn saludo, demócrata.