Artículo de Luis Marín Sicilia
“Mientras aquí seguimos jugando a la fragmentación territorial y al buenismo simplista, países que la propia
izquierda considera pioneros en políticas sociales han anunciado su intención
de recuperar el servicio militar obligatorio”
“No en balde: ‘si vis pacem, para bellum’, si quieres la paz prepárate
para la guerra, como dejó dicho Renatus Vegetius en tiempos del emperador
Valentiniano II”
Mirando hacia atrás, con ira o sin ella, la izquierda
radical española va "descubriendo" todas y cada una de las facetas
que históricamente la han hecho dañina para la paz social e intrascendente para
el progreso social. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, lidera un nuevo
partido que confirma el puzzle que constituye la actual estructura
"desestructurada" de la izquierda española no socialdemócrata.
El nuevo partido define a Cataluña como una "república social y
democrática" que decidirá libremente "su relación con el resto de los
pueblos de la península", acreditando el sarpullido que a estos aprendices les produce llamar a España lo
que, les guste o no, es España.
La nueva formación ha engullido a Podemos en Cataluña, lo que pone de
manifiesto el proceso de descomposición del partido morado, inmerso en una
dispersión territorial y estancado en el infantilismo
político de la agitación y la propaganda, incapaz de ir más allá del
juego semántico que solo les da para pasar de la "casta" a la
"trama".
No extraña, por tanto, que la formación de Iglesias pierda cohesión y en cada
territorio se organicen autónomamente. Ya los engulló "En Marea" en
Galicia y "Compromis" en Valencia; ahora lo hace "En Comú"
en Cataluña; a no tardar, Teresa Rodríguez en Andalucía se quedará con el
invento y los "bilduetarras" harán lo mismo en el País Vasco.
Todo ello, una vez más, acredita la "alegría" de una izquierda cuya
visión de Estado no va más allá de una "confederación de mini
estados" de base asamblearia cuyo trasfondo pone de manifiesto su raíz
comunista, siguiendo el principio de
autodeterminación que con tanto énfasis defendió Lenin. Sus nuevos
discípulos siguen una doctrina que el historiador Eslava Galán define sin
ambages: "el comunismo no es una ideología, es una religión. Por eso
fracasó".
Ante tales planteamientos es inconcebible que el PSOE no marque con nitidez las
distancias con estos grupúsculos que son expertos en la confrontación social y
el alboroto, pero carecen de una mínima solvencia en la gestión del interés
público, su acción política ofrece enormes lagunas y, en su primaria
concepción, carecen de un mínimo rigor parlamentario.
Mientras aquí seguimos jugando a la fragmentación territorial y al buenismo simplista, países que la propia
izquierda considera pioneros en políticas sociales han anunciado su intención
de recuperar el servicio militar obligatorio. En Suecia, aprobado por un
gobierno de socialdemócratas y verdes, comenzará en 2018 y durará 11 meses para
los menores de 25 años.
El país nórdico, modelo social de la izquierda, basa la recuperación de la mili
con dos argumentos: por una parte, su débil defensa al no estar integrada en la
OTAN, lo que excluye el apoyo de esta organización en caso de conflicto bélico.
Y por otra parte, lo que ellos explican como la amenaza rusa y el poco número
de solicitantes para alistarse en el ejército. El atentado en Estocolmo del
jueves pasado no hace sino acentuar tales argumentos.
Al tiempo que Suecia ha decidido la recuperación de la "mili", países
como Alemania han anunciado que podría volver a hacer obligatorio el servicio
militar "en caso de graves amenazas". En España sería conveniente
abrir un debate profundo sobre una exigencia mínima, como hacen otros países,
de que los jóvenes presten al menos dos o tres meses de campamento o
instrucción militar.
Como decía el clásico, en ningún sitio nada es gratis ni todo el mundo es
bueno. Frente a ese pacifismo de pandereta quizá vendría bien retomar un
servicio militar, más o menos extenso, para concienciarnos de que a todos nos
incumbe la responsabilidad de nuestra defensa, reforzando el sentimiento
patriótico y recuperando valores como la vocación de servicio, el respeto a la
palabra dada y la disciplina en nuestra conducta.
Una sociedad adormecida, incapaz de defender valores esenciales que garanticen
la convivencia pacífica, es una sociedad enferma de futuro incierto. No en
balde: "si vis pacem, para bellum", si quieres la paz prepárate para
la guerra, como dejó dicho Renatus Vegetius en tiempos del emperador
Valentiniano II.
Por ello, la defensa de nuestra cultura y de nuestro modo de vida, el libre
pensamiento y el respeto a los demás, propio de la civilización occidental,
debe responsabilizarnos adquiriendo conciencia, desde una formación integral,
de que el mantenimiento de los valores que la inspiran exige estar atentos ante
las intransigencias externas que los pongan en riesgo, desde los atentados
terroristas a la invasión militar.
Nuestra seguridad y el mantenimiento de nuestros valores
están en manos de las Fuerzas Armadas. Por ello es bueno conocerlas y convivir algo con ellas. Porque, como le dijo la exministra
Carme Chacón (q.e.p.d.) a Ángel Expósito, "a los militares, cuanto más se
les conoce... más se les quiere".
Esta gente no sale ideológicamente del Pleistoceno Medio. Se piensan que aún vivimos en tribus de cada pocos en una colina. Pa llorar y no echar gota!
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