Artículo de Paco Romero
Ayer,
mientras se celebraba el Día de Andalucía en el Maestranza sevillano, la plebe
se rebelaba en las redes sociales al grito de "28F: Nada que
celebrar".
El
desalentador y trasnochado Tout pour
le peuple, rien par le peuple se patentizaba más de dos siglos después
en esta Andalucía de nuestras entretelas. Continúa siendo evidente que
el paternalismo del Despotismo Ilustrado sigue estando presente en nuestro
ADN.
El colmo
del despropósito llegó cuando él, precisamente él, aseguró que "para que
una sociedad sea libre no basta con poder decir lo que pensamos, sino poder
pensar lo que decimos".
Ya
finalmente, como el que no quiere la cosa y como si se dirigiera a
parlamentarios noruegos, tras mencionar al recurrente Trump, se ha lamentado de
la corrupción en general, de la escasez de lectura y del altísimo porcentaje de
riesgo de exclusión social en España.
Para
Kant la Ilustración es la salida del
hombre de su autoculpable minoría de edad. Para nuestros dirigentes,
la tutela efectiva de los andaluces no corresponde a los jueces y tribunales
sino a los padres, a las madres y al universo de cuñados de la patria que Blas
Infante soñó un día.
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